La moda en Yucatán durante la colonia

La colonia no salió de la historia. Fue una suerte de paréntesis, aprisionado por leyes y ordenamientos, usos y costumbres que los colonizadores y la metrópoli imponían para mantener el imperio. Se ha explicado con detenimiento la especie de paranoia de los colonizadores, esto que provenía de sus escasez frente a la población indígena; de esta zozobra provino un ordenamiento que con seguridad ha influido en la historia del vestido en Yucatán: se prohibió el uso de bordados de colores en la indumentaria de los mayas, pues se presumía que a través de ellos se comunicaban pautas de la antigua religión. Los mayas eran respetuosos de las leyes, al menos en apariencia, y es posible que por esto se haya afianzado en ello la afición por las telas totalmente blancas. Conviene una observación adicional: cuando se repara en éste presunto acatamiento de los mayas a los ordenamientos de los conquistadores, que aparece en varios campos de la vida cotidiana, hay que tener presente que mediante él los indígenas evitaban castigos y lograban aceptación, al paso de los años, quizás, ésta última pretensión era la que prevalecía con mayor fuerza. Cierto es que a esto ha contribuido el clima que favorece las preferencias por los colores claros, sin embargo también es frecuente en los climas tropicales el uso de los colores festivos, lo que no se vio en Yucatán, aunque los negros y mulatos que habitaban en la provincia sí eran dados a los colores brillantes y contrastantes.

la moda en Yucatán durante la colonia: trajes de los mestizos

En este hermoso grabado de F.A. Ober corresponde a al año de 1887 y exhibe unos trajes regionales, de la mujer y hombre, poco conocidos. Sin embargo el diseño de la falda amplia proviene de los tiempo de la colonia y como se ve perduró por algún tiempo.

De suyo el traje de mestiza siempre fue modesto en cuanto a bordados, situación que cambió radicalmente en los años veintes. Más aun, la preferencia por la indumentaria totalmente blanca prevaleció, entre hombres y mujeres, hasta bien entrado el siglo XX. Hasta hace alunas décadas era común encontrar, un domingo en misa de 12 en catedral, a hombres vestidos con trajes de dril o de lino blanco y a señoras ataviadas con telas blancas bordadas de algún color discreto. Sin embargo en la colonia existían castas bien definidas y leyes que prescribían como habían de vestirse. Una Ordenanza de la Real Audiencia de la Nueva España, emitida el 31 de julio de 1582, decía: «Que ninguna mestiza, mulata, o negra ande vestida en hábito de india, sino de española, so pena de ser presa, y pague de pena cuatro reales al alguacil que la aprehendiere; y que esto no se entienda con las mestizas, mulatas y negras que fueran casadas con indios». El caso es significativo por dos motivos: exhibe un aspecto de la legislación sobre el vestido que prevaleció en la colonia y , a un tiempo, plantea que el matrimonio con español redimí a las castas inferiores de su condición. Las leyes, y las costumbres, abarcaban las togas y «garnachas» de las autoridades civiles, las sotanas y las capas de los clérigos, los trajes talares y mantos de los obispos, los mantos y «las becas» de los colegiales, «las infulas» y los capelos de los doctores, y los uniformes de los pajes, lacayos, cocheros y militares de la servidumbre y del ejército de la provincia.

En Yucatán durante la colonia, en los siglos XVI y XVII prevaleció la moda de Corte de la Casas de Austria, que resultaba, hasta cierto punto, sencilla; los hombres, en su mayoría, gastaban jubones, calzas, gregüescos, calzón corto, medias, zapatillas, capas y ferruelos, las mujeres solía usar vestidos de falda ancha con cinturas apretadas, las telas llevaban «labores» discretas y era inevitable la «toquilla» con velo de dos varas de ancho, los mantos y los mantones, «las vistas», las mantillas y mantillinas y los grandes peinados que estuvieron presentes hasta bien entrado el siglo XIX; en el siglo XVIII las cosas cambiaron con la Casa Borbón que introdujo la moda francesa con sus grandes casacas y casacones ricamente bordados, medias, calzón corto y chinelas con hebillas; a ésta época pertenecen las pelucas, los peluquines y las coletas y también los ricos encajes; las mujeres  dejaban ver el influjo francés en los plisados y bordados, de hilo y de predrería, de las faldas y las partes superiores de los vestidos; la omnipresencia de los encajes los hacía de una gran variedad y complejidad dando lugar a una abundante clasificación que abarcaba desde los encajes sobre tela, largos y anchos, hasta los indicados para las mangas de los vestidos. Las crinolinas se habían hecho enormes y complejas. A lo largo de los tres siglos de la colonia se mencionan con frecuencia un tipo de tela a la que se llamaba «paño de Damasco», que era un especie de terciopelo; según ciertos datos ésta tela era muy requerida para confeccionar prendas tanto femeninas como masculinas; todavía en los albores del siglo XX, en anuncios publicitarios, se hablaba de telas «adamascadas»; por lo de más no existían las clasificaciones de telas que aparecieron después y se identificaban cuatro géneros: lino, seda, algodón y lana. Durante la colonia los sastres se agruparon en una cofradía que, finalmente, tenía una función adicional: ser una suerte de escuela que acreditaba a quien pretendiera ejercer el oficio. Las cofradías, es bien sabido, eran organizaciones cerradas y no era fácil accesar a ellas, y, finalmente, para poder ejercer se necesitaba presentar un examen. En la colonia se conformó lo que hoy llamamos traje regional, el femenino distinto al que hoy conocemos y el masculino acusaba la influencia española, básicamente en el sombrero; la antigua manta de algodón que las mujeres usaban ocasionalmente desde los tiempos prehispánicos derivó en el famoso rebozo de seda, que merecerá siempre una consideración adicional: era usado por todas las clases sociales y era, en realidad, una prenda indispensable para el atuendo femenino.

La moda en Yucatán durante la Colonia

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