La Medicina en Yucatán, Batallas Contra el Dolor y la Muerte en Yucatán
La Sólida tradición de la medicina en Yucatán obedece a la combinación de un conjunto de factores: la personalidad mística del pueblo yucateco que vio, y sigue viendo, en el médico un sacerdote con poderes para conjurar los males del cuerpo y, en no pocas ocasiones, hasta del alma; la posición geográfica de la península que ha facilitado las relaciones con el exterior, de aquí que la medicina en Yucatán viviera con los ojos puestos en las grandes ciudades del mundo; como sucede en otros pueblos, en Yucatán, la medicina, como profesión, atrajo a hombres valiosos que la han impulsado en distintos períodos.
Ciertamente el binomio tradicional paciente-médico ha sido perturbado por la modernidad, los aparatos electrónicos y la industria farmacéutica han venido a jugar un rol determinante que acota al médico, lo despoja de sus gustos rituales para diagnosticar, no requiere de las legendarias destrezas del pasado y prescinde de la facultad que tenía el médico para mandar a elaborar el medicamento. Sin embargo, parece imposible que en Yucatán los vientos modernos desplacen la visión que el pueblo tiene sobre la dignidad del médico.
Ciertamente el contenido religioso médico prehispánico no ha sido todavía estudiado con profundidad por los historiadores especialistas, al respecto dice Don Alfredo Barrera Vázquez «es oscuro como todo lo mágico»; y más hay que decir: ese concepto se filtró a criollos y mestizos y ha prevalecido a través de los siglos, no en su estado original pero sí con algunos de sus rasgos característicos.
La historia de la medicina en Yucatán se ha ido transformando hasta llegar a ser lo que es la actualidad, para tener una visión más clara de esa evolución hemos hecho divisiones virtuales tendientes a significar un período con respecto de otro y presentar de manera más clara los hechos y las circunstancias que marcaron cambios determinantes, esta clasificación está basada en los mismos criterios usados por los historiadores tradicionales de la medicina en Yucatán.
La Medicina Maya, la Salud y la Enfermedad en la Colonia y la Primera Etapa de la Medicina en Yucatán
Los asombrosos hallazgos de la cultura maya la han envuelto en mitos, uno de ellos, sin lugar a dudas, sería el relativo a lo que podríamos llamar «medicina maya» que ha sido catalogada como la más avanzada del nuevo mundo. Sin embargo, no se dispone de documentos conformados en los primeros tiempos de la colonia que puedan dar sustento a esta afirmación.
Se sabe, ciertamente, que durante los dos primeros siglos de la colonia se produjeron dos obras al respecto: El Diccionario Hispano-Maya y Maya-Hispano, Médico-Botánico de Yucatán», escritos por Avendaño; estos textos no se conservaron ya que, presumiblemente, se perdieron cuando fueron expulsados los frailes del convento de San Francisco en el año de 1821.
En el caso de Yucatán se carece de un documento similar al códice «Badiano», escrito por un médico azteca en el siglo XVI y traducido al latín desde ese entonces, con una extensa recopilación de plantas medicinales y sus usos semejante a la realizada por el fraile Juan Navarro en los albores del siglo XIX. Ha sobrevivido la recopilación hecha por el médico italiano Francesco Mayoli, quien ejerció en Campeche y Mérida antes de radicar en Valladolid, pero que nació envuelta en dudas ya que la firmó con el seudónimo de Ricardo Ossado y por éste, y otros motivos, ha sido puesta siempre bajo la sombra de una sospecha. El texto de Mayoli, también apodado «El Judío», aparece impreso en 1834, época en la que ya había medicina occidental en Yucatán, pues ya se había fundado la Escuela de Medicina de Mérida, los facultativos vieron con recelo el texto de Mayoli, negaban que lo hubiera escrito y desacreditan su contenido para introducir la farmacopea de la época.
A pesar de la carencia de documentos y manuscritos de los primeros años de la colonia, o precisamente por ella, ha existido en Yucatán, y existe hasta nuestros días, una fuerte tradición oral que había cobrado dimensiones considerables en los tiempos de la colonia por la carencia de médicos que hubo en la provincia. El historiador Lic. Don Eligio Ancona asienta, categórico, que durante los dos primeros siglos de la dominación española no hubo un sólo médico en Yucatán. Aunque otro historiador, el Lic. Don Juan Francisco Molina Solís, lo contradice aseverando que con Don Francisco de Montejo, el Mozo, vino un médico llamado Don Juan del Rey, quien después de haber hecho brillantes curaciones en Guatemala vino con Montejo y se estableció en Mérida hasta su Muerte.
El mismo Molina Solís apunta que en el siglo XVII el único médico en Mérida fue un fraile llamado Gaspar de Molina, que además de ser médico era un experto boticario. Estos datos permiten ver con claridad hasta qué punto prevaleció, a falta de otra, la antigua medicina maya y en qué forma ésta pudo haber influido a los frailes de las órdenes de San Juan y de San Francisco que mantenían hospitales en la provincia.
Ciertamente para los mayas existían, y siguen existiendo, dos grandes categorías de enfermedades: las enfermedades naturales o terrenales o «luum kabil» y las enfermedades sobrenaturales o «ik naal»; las primeras son las que se deben a la condición natural de las personas, las que vienen «de por si» y pueden provenir de contacto de algún objeto en el trabajo, o de la ingesta de alimentos o agua de charcos o sartenejas de monte; las segundas tienen su origen en concepciones místico-religiosas y están vinculadas a los vientos malos así como a la noción de la derecha como la latitud de lo correcto en contraposición de la izquierda, eran producidas por el «mal viento», «viento de agua», «viento de mediodía», «viento de monte»,»viento de milpa», «viento de corral», «viento de la calle», «viento de la noche» y el temido «viento del poniente». Empero para ambas son eficientes las aptitudes del h’men, el curandero y sacerdote maya.
Fray Diego de Landa nos dice en su célebre Relación «Que había también cirujanos, o por mejor decir, hechiceros, los cuales curaban con yerbas y muchas supersticiones… Decían también y lo decían por muy cierto, que iban a ésta su gloria los que se ahorcaban, los venía a llevar la diosa de la horca que llamaban Ixtab», en esta última observación de Landa podemos encontrara un posible explicación a los índices tan elevados de suicidio en Yucatán. En otra parte de su texto Landa nos proporciona un relato iluminador: «Con su mucha devoción invocaban con oraciones a los dioses de la medicina que decían Ixchel, Izamná, Citbolontún y Ahau Chamahez». Esta costumbre de orar a alguien por la salud también era propia de los españoles y en Yucatán tuvo, por estas obvias razones, un arraigo extraordinario, fomentado, adicionalmente, por la carencia de médicos.
En próxima publicación presentaremos un lista de santos y los padecimientos por los cuáles se les rezaba.
Entre los mayas prehispánicos existió, también, una costumbre singular, según se consigna en el Códice Perez: un calendario de enfermedades, que, ya traducidas al español, se presenta como sigue: Enero: tumor de costado; Febrero: dolor de cabeza; neuralgias, se hinchan los pies; Marzo: dolor de cabeza; Abril: dolor de garganta; Mayo: dolor de brazos; Junio: vómito de sangre; Julio: dolor de hígado y estómago; Agosto: mal de orina, orina de sangre; Septiembre: asma; Octubre: hinchazón de partes genitales; Noviembre: dolores de muslo; Diciembre: reumatismo, dolor de rodillas. También aceptaban que a determinada hora del día se podían presentar ciertos padecimientos: pasmo de costado, resfriado, cuello sangrante, sangrado en dorso de pene, sangrado de rodillas, postema con sangrado de calcaneal.
Estas creencias prevalecieron hasta el siglo XX, y quizá en algunos poblados tienen vigencia todavía, contra ellas tuvieron que luchar los primeros médicos, de ahí que fuera común que hablara de dos enemigos: la enfermedad y la ignorancia. Sin embargo, algunos investigadores serios, y aun los médicos extranjeros que arribaron a Yucatán en el siglo XIX, no sin pocos esfuerzos, han asentado que estos calendarios fueron producto de observación más que de la presunción de un destino predeterminado.
Sin embargo, siempre hay que tener presente lo escrito por fray Geronimo de Mendieta sobre los mayas: «Es un tierra tan sana, que los hombres mueren de pura vejez, por que no hay enfermedades de otras tierras.» Desde luego los primeros médicos descalificaban al h’men y sus rituales primitivos pero, hasta cierto punto, respetan la herbolaria medicinal de los mayas. En comprensible respuesta un célebre h’men dijo:
«para ser h’men primero hay que ser legítimo indio, tener sentimientos, ahora ya no hay sentimientos, ahora hay caprichos modernos» (Balan Pereira, 1992).
Los médicos representativos de esta primera generación de la medicina en Yucatán fueron, el ya citado Juan del Rey, fray Gaspar de Molina, cirujano, botánico y boticario notable, quien ejercía en el hospital de San Francisco, anexo al actual templo de Tercera Orden y el célebre Hospital de Nuestra Señora del Rosario, que se encontraba en la hoy calle 61 entre 58 y 60 y que es el antecedente directo del actual Hospital O’Horán; el médico Juan José de Castro y los Doctores Francisco Ternier y Claudio Grandel que ejercieron en Campeche; el médico lusitano Juan de Pereira y el Doctor Francesco Mayoli.
Continúa con: «LA HISTORIA DE LA MEDICINA EN YUCATÁN: FUNDACIÓN DE LA ESCUELA DE MEDICINA.