UNA MALA EXPERIENCIA EN BOM GOSTO

Por Sebastián Cárdenas

Acudo con frecuencia a Bom Gosto, en las inmediaciones de lo que fuera la hacienda de Xcumpich de la muy ilustre familia Molina. Me atraen sus carnes y aun su pequeña barra de ensaladas, siempre precedida por una olla de sopa caliente. El emblema de la casa desde hace siglos una olla de sopa, quizás este sea un acierto de Bom Gosto. Lo cierto es que para algunos es el mejor restaurante de espadas de la ciudad. Convocado por esa buena nombradía y mi asiduidad llegué un domingo con unos amigos de invitados. En la puerta de anfitrión se encontraba un caballero brasileño que cumbre esas funciones. Le indiqué que acudiría a mi mesa de costumbre. Asintió, frugal como es con las palabras. Pero al acercarme a mi mesa de costumbre un mesero me indicó que estaba reservada, lo que es muy comprensible. Volví al anfitrión con la esperanza de que me diera otra mesa. Había gente parada con la esperanza de espacios. La respuesta que recibí me sigue pareciendo increíble. El señor anfitrión me dijo: “Si quiere váyase”. Mis amigos y yo quedamos desconcertados. No puede haber nunca motivo alguno para tratar así a un cliente. Tristemente en Mérida no hay una adecuada cultura del trato a los clientes. Es grave porque muestra toda la tónica de la negociación, ya se ha dicho: si hay conductas hostiles en público la higiene debe ser un desastre , así como los procesos de compra y conservación. Desde luego cabe la posibilidad de que el anfitrión sea un error: carezca de los mínimos requerimientos para atender a los comensales. Tiene que haber un esfuerzo por elevar la calidad del servicio que es una de nuestras grandes debilidades, empezando por los administradores que a menudo resultan nefastos. Apenas si se tiene que decir que esta no suele ser la actitud de los dueños que, al enterarse de los despropósitos de su gente, proceden con espíritu de enmienda, este no fue el caso de ese domingo pero lo ha sido en otros episodios penosos. El sujeto de marras en Bom Gosto le hace un gran daño a la imagen del restaurante que sufrirá los embates de su proceder grosero y de desprecio a los clientes.