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Por Camilo Aznar

Estuve hace unos días en el restaurante Salamanca Grill de Xcumpich, en la airosa calle 51 que atraviesa Francisco de Montejo, de la calle 60 al periférico. Es un restaurante pequeño pero muy agradable. En un gesto amable para con sus clientes el restaurante obsequia unas finas rebanadas de plátano “macho” fritas. De estirpe cubana esta botana es encantadora, tanto que se le tiene que solicitar más al mesero. Pedí un guacamole, que sucede con frecuencia, vino frío pero muy sabroso. Unos champiñones al ajillo se dejaron pedir. En la presentación del plato puede uno advertir la presencia de un chef profesional. Ciertamente los caracoles no tenían mayor cuidado, sin embargo estaban exquisitos: los sabores se sentían con discreto encanto. Me decidí por un Vacío que vino con una guarnición de puré de papa y en plato. Suela llamar la atención la falta de la parrilla de mesa, tanto más en un restaurante que protesta grill. Empero la carne resultó deliciosa, con cariño sabor que podía exponerse sin ninguna amenaza. Sin mayores pretensiones este restaurante ofrece muy buena carne. Una cebolla asada es imprescindible en estos casos y cumplió con toda dignidad su función esa tarde. La carta de vinos no nos convocó a nada. En cambio se impuso un helado que nos emancipara de los resabios de la carne, el ajillo y la cebolla. Una marca de Chalco fue la que elevó la cuenta en más del 10%, movimiento sorprendente porque el helado no es digno de memoria alguna. Sin embargo nada puede empañar el deseo de volver a Salamanca Grill  a gozar la carne sin pecado y sin culpas.