chocolate

PROHIBIDO PARA LA CUARESMA, PERO VENTUROSO PARA PASCUAS

Una de las grandes aportaciones de México al mundo es el chocolate. Aquel xocoatl, que puede entender como “aguada de cacao” o “agua agria”, que tanto sorprendió a los españoles, derivó en conquistar a occidente. Xocolata lo llaman los catalanes; chocolat los franceses; chocolate los ingleses; chioccolato los italianos; czwcolada los polacos; cskolade los húngaros y shokolad los rusos, entre otras voces fieles al original náhuatl. Cierto, el xocoatl se endulzaba con miel, dándosele fragancia con hierbas aromáticas, aunque a menudo se elaboraba con pimienta, achiote y chiles. En México para el siglo XVII el chocolate se había convertido en la delicada bebida que conocemos. Fue en esa época cuando un virrey, el marqués de Mancera, inventó la “mancerina”, hoy en desuso, que era una taza adherida al plato; a mayor abundamiento la esposa de este virrey, doña Leonor Carrreto, mantuvo una “amistad amorosa” con sor Juana Inés quien le dedicó unos sonetos muy hermosos, llamándola Laura para evitar inconvenientes ulteriores. En Austria el pastel nacional desde el principio XIX es el Sanchertorte confeccionado a base de chocolate; en la misma corte de Viena hubo una cantata en honor del chocolate. En Italia se le añadieron otros ingredientes para lograr recetas deliciosas: jazmines, corteza de limón, etc. En Suiza las fábricas de chocolate son un orgullo nacional. Alemania dejó de ser el principal importador de chocolate en 1900 para cederle ese sitio a los Estados Unidos que lo convirtió en un emblema festivo. En Inglaterra en 1693 se fundó la White´s Chocolate House . En Francia ocupó un sitio de honor en la cocina y algo más se puede decir de todos los países europeos. La pintura no fue ajena a esta conquista: célebres son los cuadros El Desayuno, de Francois Boucher; y La Taza de Chocolate de Renoir.

Los mayas y el chocolateApenas si se tiene que evocar lo que la industrialización logró con chocolate y su derivado: la cocoa. La literatura no ha sido ajena al chocolate y las polémicas que generó durante siglos: Quevedo lo creía-hablando en broma suponemos-vinculado con el diablo y Balzac le atribuyó al chocolate la caída de la Corona Española. Uno de esos debates se centró en los poderes afrodisíacos del chocolate, conjetura que aparece en las historias de Casanova y del sulfuroso Marques de Sade. Precisamente por ese poder de excitación es que el chocolate estaba proscrito para la cuaresma. La inclinación a prohibir ciertos alimentos, por las agitaciones que provocaban, era común. Se sostiene que San Jerónimo les prohibía a las monjas comer habas durante la cuaresma; la razón la transcribimos en latín pero será de fácil comprensión para el lector: “quia in partibus genitalibus titilaciones producent”. Este riguroso precepto se intuye un tanto extraño ya que en México, en el siglo XVII, en el convento de San Jerónimo las reglas parecían ser sumamente tolerantes, al punto de que según Octavio Paz las celdas eran de dos pisos y en ellas vivían una monja con sus esclavas, sus criadas y sus favoritas, siendo que sobre esta última categoría el poeta dice “me laisse réveur”.

El más famoso enemigo del chocolate es el médico Bartolomé Marradón autor del “Diálogo del Uso del Tabaco y el Chocolate”. Empero era común que algunos clérigos de cierta jerarquía invocaran textos eclesiásticos inexistentes para sostener su fundamentalismo en relación al chocolate. De ahí que surgieran defensores de la cautivadora bebida. De ellos solo mencionaremos a tres : Antonio Colemero de Ledesma, quien escribió el Curioso Tratado de la Naturaleza y Calidad del Chocolate; Juan Barrios que reconocía ligeramente los poderes afrodisíacos del chocolate pero se los atribuía a los otros ingredientes y sentenciaba que “peor era el vino”; y, finalmente, el que posiblemente sea el más connotado : León de Pinelo. Algunos defensores del chocolate declaraban sus considerables poderes curativos. Pero a León Pinelo lo ponía frenético que sin que la Iglesia se pronunciara al respecto hubiera gente que consideraba al chocolate una violación al ayuno, a la abstinencia y al recogimiento propios de la cuaresma. Finalmente, en 1662, aparecería un texto, no del Papa, sino del cardenal Brancaccio, según el cual no se rompía el ayuno ni se incurría en violación alguna si se observaba una piadosa moderación en la cantidad y la composición de la bebida. Ya para 1735 un científico de la talla de Linneo, en su Genera Plantarum, dice que el chocolate es “pinguis, submare, nutriens, aprodisiaca y calefaciens”, para concluir llamándola “Theobroma”, es decir alimento de los dioses. Nombre que no deja de ser una consagración como la que le dieron algunos desde el siglo XVI al calificarla como “la venganza de Quetzalcóatl ”. Quizás los niños, los enamorados y todos aquellos que consumimos barras de chocolate con variados acompañamientos, bombones simples o rellenos, browinies coronados de helado y cubiertos de crema batida, mousses, fudges y otras miles de recetas confirmemos el nombre con el cual Linneo bendijo nuestro xocoatl , que si es muy recomendable para los huevos y conejos de pascua.

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