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Pegaso. Ubicado en la fuente central de Palacio Nacional, Ciudad de México por Humberto Peraza. www.humbertoperaza.com.mx

El hombre, para sobrellevar su condición trágica de caído, ha inventado varios sistemas de ideas en los que encuentra refugio: la religión, que en términos de occidente ha sido un invento de los judíos; la filosofía, invento de los griegos; la ciencia, que también se desprende de lógica griega; el arte que nació con el primer hombre, esto es cuando surge el arts hommo, y el vago e indeciso concepto de la felicidad que tiende a ser sustituido por el placer cumplido. Pero una creación se vuelve arte cuando trascendiendo los medios de que se vale nos revela uno de los misterios del universo. El arte es así una verdad revelada y de ahí su repercusión. Los griegos notables de la antigüedad necesitaban de un poeta y de un escultor , con ambos se conseguía la eternidad tan ambicionada por el hombre. Cierto, la escultura es otra forma de vida que a despecho de algunas propiedades ofrece otra: la eternidad. Es imprescindible detenernos en este punto en las esculturas taurinas de Humberto Peraza.

Todas expresan el equilibro frágil que existe entre la vida y su reverso: la muerte. La escultura es arte apolíneo por excelencia y todas las esculturas de taurinas de Humberto Peraza se percibe. Los volúmenes, los seres vivos en movimientos precisos y elegantes, enfrentados irremediablemente, nos anuncian que entre la vida y la muerte no hay espacios sino un breve suspenso que algún día se desvanecerá. Ese concilio de la tauromaquia y el arte, tan vivo en Peraza, alcanza proporciones. Así ha sido con Federico García Lorca y la Muerte de Ignacio Sánchez Mejías, y también con Ernest Haiminway en Muerte en la Tarde, por citar algunos, y bien decía este último que el toreo muestra una vida que desafía y una muerte con coraje, ambas indispensables en la dignidad humana. Apenas hay que decir que en estos tres artistas se da la alianza de dos pasiones que al conciliarse se vuelven irresistibles. Sin embargo hay que considerar que don Humberto Peraza ha hecho una vasta obra que ha iluminado otros campos.

Evoco con placidez una anécdota: don Carlos Loret de Mola le encargó a don Humberto una estatua de la diosa Xchel, deidad maya de la fertilidad. Concluía la espléndida obra Loret de Mola pensó que no podría estar en un parque pues podría prestarse a una mala interpretación del público. El Lic. López Portillo, secretario de Hacienda y Crédito Público, conoció la estatua y se prendó de ella. Loret le regaló una versión pequeña, pero ya candidato a la presidencia de la República, el Dr. Luna Kan le regaló la estatua a don José y éste la llevó a Los Pinos: cuenta una leyenda muy difundida que el presidente, para bien o para mal, le besaba todas las mañanas el ombligo desnudo a Xchel, diosa maya de la fertilidad. Tiempo después López Portillo se llevó la mítica estatua a su domicilio particular que ha tenido por mal nombre “La Colina del Perro”, en donde realizaba el mismo ritual del beso a la fertilidad. Pero también nuestros próceres aspiran a la perpetuidad que brindan las manos de Humberto Peraza Ojeda. Hay muestras impresionantes en las calles. La vida imita al arte, por eso Humberto Peraza no necesita de homenajes, lo necesitamos nosotros para destacar la obra de un artista que nos ilumina para vivir mejor. Este homenaje tiene por destinatarios a las mujeres y hombres de Yucatán. Pero en corre el riesgo de ser insuficiente. De ahí que es imprescindible sugerir que en Mérida exista un museo para la obra de don Humberto. Contribuiría a nuestro desarrollo económico, político y social.

Puedes ver los trabajos de Humberto Peraza aquí.

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