Por Guillermo Sheridan

Sheridan documenta la etapa menos conocida de Paz: la de su militancia comunista, que inicia en San Ildefonso y termina con la fundación de una escuela proletaria en el Yucatán profundo. Dividido entre su deber de militante y su vocación de poeta libre, Paz logrará salir de esta encrucijada, que atrapó a varios de los mejores del siglo, desarrollando su vocación crítica.

Artículo original publicado en Letras Libres, puedes verlo aquí.

Octavio-paz-en-merida

Enero 2001

Octavio Paz llegó a Mérida el 11 de marzo de 1937. A principios de febrero, sus amigos Octavio Novaro Fiora del Fabro y Ricardo Cortés Tamayo le habían propuesto sumarse al proyecto de educación para hijos de obreros y campesinos: «Acepté inmediatamente: me ahogaba en la Ciudad de México».1
¿Qué lo ahogaba? Sus condiciones eran promisorias: luego de la aparición de Raíz del hombre y, sobre todo, de ¡No pasarán!,2 tirios y troyanos lo reconocen como el poeta más prometedor de su generación. Rafael Alberti había declarado que sus poemas de amor le parecían lo más «revolucionario» que había leído en México;3 el comunista Enrique Ramírez y Ramírez: «Paz pertenece —quiérase o no— a la Revolución, a su proceso vivo y grandioso»;4 el moderado Rafael Solana: «Octavio Paz es el más serio y el más consciente de los jóvenes poetas y tal vez el llamado a escalar las cimas más altas»;5 y Elías Nandino, y Jorge Cuesta y…
Quizás la fuerza de la recepción era ingrediente delahogo. El éxito de ambos libros aumentó la plusvalía del joven Paz en el mercado político de los prestigios en vísperas del Congreso de Escritores, Artistas e Intelectuales. Se llevaría a cabo en enero de 1937 promovido por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) que, bajo la «guía de nuestro jefe Stalin» —como decía su jefe, José Mancisidor—, se había aliado al gobierno de Lázaro Cárdenas con ánimo de graduar la Revolución Mexicana a laRevolución. El apoyo del gobierno ensoberbecía a la LEAR, que con altivez administraba pureza ideológica, ortodoxia estética y penosos oportunismos: la LEAR que Cardoza y Aragón llamo «la Santa Inquisición»;6 una LEAR que cumplía su compromiso con el Frente Popular: la alianza entre la URSS y las izquierdas, comunistas y no, anunciada por Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional que promueve la oposición al fascismo en el entendido de que tal oposición se expresa sólo como lucha por el socialismo.
El entusiasmo de los frentes populares incluía de manera especial a los jóvenes. En México, el sector juvenil del Partido Comunista Mexicano (PCM), las Juventudes Socialistas Unificadas de México (JSUM), organizan el Congreso Nacional de Estudiantes en Mérida (septiembre de 1936) en que los jóvenes «exigen» una educación «orientada por el materialismo dialéctico». En vísperas del Congreso de Escritores, el PCM le ordena a Efraín Huerta que atraiga a los poetas jóvenes y, en especial, a Paz. Huerta suplica a los jóvenes literatos que «se acerquen cada día más a la LEAR»7y llega a darlo como un hecho: «Los poetas están dispuestos a dar el ejemplo. Por eso se han comprometido a colaborar preparando una ponencia especial sobre poesía. Así lo han prometido y lo cumplirán […] en una ponencia que promete ser brillante, pues para elaborarla se han unido Octavio Paz, Octavio Novaro, Rafael Solana, Alberto Quintero Álvarez y otros poetas llenos de entusiasmo juvenil».
Paz se resiste, incómodo ante el hecho de que, para subrayar el compromiso de los poetas, se acuse a los Contemporáneos de «entretenidos estetas», «podridos de sospechosa vanidad», «vegetantes encantados por la muerte y sus derivados»:8 y, en suma, de solapadores del fascismo. Paz sabía que la simpatía de los Contemporáneos por la causa republicana estaba fuera de duda: el encono contra sus amigos Cuesta y Villaurrutia se aúna al malestar que le provoca la presión que le exige ingresar a los colectivos. Paz se negaba a «aceptar la jurisdicción del PC y sus jerarcas en materia de arte»9 y rechazó participar en la «ponencia juvenil». Huerta no tuvo otro remedio que reconocerlo: «causa pena confesarlo, pero no hubo forma de convencer al mejor grupo de poetas jóvenes», lamenta no haber podido cumplir «el compromiso contraído con Juan Marinello» y se excusa achacando a los Contemporáneos su frustrado reclutamiento.10 Paz alega una y otra vez que es un poeta, «no un político». Huerta le contesta:

Los comunistas no nos hemos aprovechado maliciosamente para decir que Paz es de nuestro Partido. Nosotros no intentamos que sea político. Es —¿qué más podemos exigir?— un gran poeta que ha aceptado desde hace mucho tiempo los puntos más importantes, los fundamentales de nuestro programa de lucha. Está contra el movimiento fascista y contra su consecuencia: la guerra. No es un simpatizante común y corriente, puesto que ha dejado de pertenecer a las élites del fastidio y de la pedantería.11

La incomodidad de Paz aumenta durante el Congreso: mira abucheado a su amigo Cardoza por defender a la poesía «no como una actividad al servicio de la revolución sino como la expresión de la perpetua subversión humana»;12 mira a los obispos Mancisidor y Marinello expulsar a Cuesta por pedir un mensaje de simpatía a Gide por su Retour de l’URSS. El libro de Gide, por cierto, había sido uno de los tópicos de la reunión en que, a mediados de enero, en el restaurante El Cisne, Cuesta y Villaurrutia apadrinaron a Paz ante los demás Contemporáneos. Durante esa «suerte de ceremonia de iniciación», recuerda Paz, luego de la discusión sobre Gide, «[…] me interrogaron largamente sobre la contradicción que les parecía advertir entre mis opiniones políticas y mis gustos poéticos. Les respondí como pude. Si mi dialéctica no los convenció, debe de haberlos impresionado mi sinceridad pues me invitaron a sus comidas mensuales».13
Las opiniones políticas eran las del «corto periodo de simpatía» que tuvo Paz por «la izquierda radical»; los gustos poéticos los de una libertad cuya esencia era insubordinable al «realismo socialista».14 Así pues, entre sus camaradas en los mítines estudiantiles y los poetas que admira, el joven Paz vive una dialéctica titubeante. En lo esencial, Paz había aceptado la convicción central de los intelectuales de ladécada roja: «La causa del socialismo no es un problema político-económico sino un problema cultural: es el problema humano por excelencia».15 El combate al fascismo-capitalismo era un humanismo. Sus dudas radicaban en su responsabilidad como poeta. Si durante el Congreso podía estar de acuerdo con el llamado de Mancisidor a «luchar por una transformación radical del estado actual de cosas, acatando el camino de Carlos Marx»,16 no podía estarlo con Hernán Laborde, líder del PC, que conminó a los poetas a sujetarse al dicho «del camarada Stalin, jefe del movimiento comunista internacional: los escritores son ingenieros de almas».17 Desde 1935, Paz había escrito en su diario otra convicción superior: mis poemas son absolutamente personales: «casi confesiones que adoptan esa forma por una peculiaridad de mi espíritu».18
La decisión de aceptar el viaje a Mérida tiene que ver con esta negativa a ingresar a las JSUM y a la LEAR y quedar fuera de sus prebendas. Mérida ofrece una alternativa ideal para eludir las exigencias de definición y, a la vez, retomar el magisterio, una forma de acción inmediata, localizada y más productiva que las perpetuas asambleas cuyos resolutivos no pasaban de sabotear tiendas de ultramarinos propiedad de franquistas. El 14 de febrero Paz toma su decisión y la prensa anuncia su partida.

En Mérida fue recibido por Novaro, miembro del PC y poeta a sus horas que había llegado diez días antes con su nombramiento de «Director de la Escuela Secundaria Federal para Hijos de Trabajadores» firmado por la Secretaría de Educación Pública y por el Gral. Cárdenas. Dependía del Instituto Nacional de la Educación Superior para Trabajadores, parte del proyecto socialista de Bassols, «diseñado científica y revolucionariamente, paradigma, representación viva, potente, de los mejores anhelos del movimiento de 1910».19
Era la segunda vez que el joven Paz optaba por la educación como práctica revolucionaria. La primera había sido en 1930-1931 en las filas de la Unión Estudiantil pro-Obrero y Campesino (UEPOC) y sus escuelas nocturnas en las que las clases de higiene se «transformaban en reuniones políticas»:

Trabajos perdidos: ¿cómo encender el ánimo poco belicoso de nuestros alumnos, la mayoría compuesta por artesanos, criadas, obreros sin trabajo y gente que acababa de llegar del campo para conseguir empleo? Nuestros oyentes no buscaban una doctrina para cambiar al mundo sino unos pocos conocimientos que les abrieran las puertas de la ciudad. Para consolarnos nos decíamos que la UEPOC era una «base de operaciones»…20

La UEPOC, club de iniciativas literario-ideológicas, venía del Centro de Iniciación Literaria Aztlán, fundado en 1926, que con el lema «Juventud, despierta y vuela» había fabricado hasta 1930 revistas informales vasconcelistas y filomarxistas de escaso tiraje y distribución (Fanal, Acento,Indoamérica, Bandera Nueva: periódico de la revolución estudiantil) con que las facciones estudiantiles reñían espacios políticos, discutían ideología y ensayaban versitos, como estos, inolvidables, de Muñoz Cota:

Tortilla hermana,
proletaria al fin
porque eres masa…

Al principio, el Centro Aztlán es una facción estudiantil que se opone a la derecha universitaria organizada en la ACJM y el Grupo Labor. En colaboración con «Los Cachuchas» y «La Jija», riñe territorio estudiantil y organiza conferencias y conciertos. Cuando se convierte en la UEPOC, opta por un magisterio militante. Bajo la dirección de Atwood, participan José Bosch (secretario de organización y propaganda), Ramírez y Ramírez (secretario general), Adolfo López Mateos, Salvador Toscano, Eli de Gortari, Frida Kahlo —apodada La Cafiaspirina porque no afectaba el corazón—, José Revueltas, Andrés Iduarte, Juan de la Cabada, Efrén Hernández, Novaro, Julio Prieto, Rubén Salazar Mallén, Ernesto P. Uruchurtu, un «semillero de varios y encontrados destinos políticos»21 como recuerda Paz.
La UEPOC se forma en 1929 y a la sombra de Vasconcelos comienza a impartir clases en barrios obreros con el lema «Laboremos por el espíritu de la raza»; pero en 1931 ya ha cambiado a Buda por Marx, como se advierte en su «Declaración de principios»:22
Las condiciones sociales, económicas y políticas del mundo y los antecedentes históricos de las sociedades humanas hacen evidente que sólo la intervención real de las masas trabajadoras aportará una solución efectiva a la situación mundial.
Urge por lo tanto que las masas trabajadoras y agrícolas se capaciten para intervenir activamente en la vida social actual.
La UEPOC tratará por todos los medios a su alcance de despertar y estimular la conciencia de clase entre obreros y campesinos. Sólo una clara noción de lo que es la cultura de clases podrá impedir que el movimiento de masas sufra desviaciones y titubeos.

Un centenar de militantes «toman» escuelas en las noches (que cambiaban su nombre a «Germán de Campo» o «Julio Antonio Mella»), y procuran infiltrar los sindicatos cantando el Grito de hierro de la juventud, himno de la UEPOC escrito por Roberto Guzmán Araujo:

¡Venid hacia nosotros, obreros mexicanos,
venid a nuestros templos de ciencia, campesinos,
en ellos os daremos amor, amor de hermanos,
y luz a vuestros ojos de eternos peregrinos!

¡Oh masas campesinas, oh manos obreriles,
la ciencia está en nosotros y Ella os la daremos,
venid y recibid de labios juveniles
que hoy vibra en nuestra alma la luz de un día
de ramos!

¡Arriba los arados, abajo las espuelas
de apócrifos soldados,
y arriba las escuelas abiertas por la UEPOC,
do surgen como Fénix las yertas libertades!

Junto a esta retórica cándida nacía un programa político más ambicioso. De la UEPOC saldrá la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER) que, con Ramírez y Ramírez como atamán,23 se opone al rector Gómez Morín o funda la Liga Antiimperialista de México, cuyos manifiestos del periodo —en apoyo a la URSS y contra Japón— firma Paz. De la FER viene, en 1932 —el último año de Paz en San Ildefonso— un fugaz Partido Radical Preparatoriano que trata de hacerse de la Sociedad de Alumnos con la Planilla 23 de mayo, con Atwood de secretario y Paz y Bosch como vocales.
La militancia naturalmente suponía problemas. No era inusual ver en el barrio estudiantil policías reprimiendo muchachos que pegaban propaganda en los muros. Paz estuvo detenido un par de ocasiones: el 23 de mayo de 1929 (de ahí el nombre de su planilla, tomado del día en que la policía reprime una manifestación en vísperas de la autonomía), y en 1930, luego de un zafarrancho que se comenta adelante.24 La situación llega a tal grado que el 19 de enero de 1933, en El Universal, los estudiantes de derecho solicitan al presidente que declare oficialmente si es «ilícito hacer propaganda marxista». Portes Gil dice que no, pero que «la Revolución Mexicana» es la mejor propaganda y que no vale la pena gastar esfuerzos en «fórmulas de felicidad» que son «utopías de imposible ejecución».
Para 1936, las Escuelas Normales de Bassols desplazan a la UEPOC y, bajo la guía de Atwood y Ramírez y Ramírez, sus activistas se suman en bloque a las JSUM: reparten propaganda comunista, publican revistas como Socorro Rojo en las que ya no hay sitio más que para la «poesía de combate». Para entonces Paz, ya adelantado en derecho, sin dejar de ser partidario de las causas de sus camaradas, llevaba tiempo prefiriendo una literatura menos utilitaria en revistas que sus camaradas encontraban desdeñables, a partir de Barandal (1931), que si bien simpatizaba con el marxismo, no discutía asuntos de «organización social». En un artículo de entonces, «Ética del artista», Paz había reconocido la disyuntiva entre el «arte de tesis» y el «arte puro»25 y había privilegiado al primero en nombre de «los jóvenes de América». Y si bien se inclinaba hacia un arte «poseído por la verdad», era evidente que sus resistencias internas tenían mejores argumentos que su filiación pública.

Ya no en nombre de «los jóvenes de América», sino del comunismo, Paz, Novaro y Cortés Tamayo viajan a Yucatán. Era natural sentirse atraídos por la península: Yucatán es la política agraria de Cárdenas, el escenario de la ancestral injusticia contra indios y campesinos a manos del capital, y un sitio especial en la imaginación juvenil de la izquierda desde el Congreso Nacional de Estudiantes. Huerta había acudido al Congreso y, «con los ojos incendiados todavía por la luz yucateca»,26 había narrado a sus amigos las peripecias ideológicas de la reunión, las virtudes de las mestizas y la emoción de cantar La joven guardia, el himno de las juventudes republicanas que las de la izquierda mexicana se habían expropiado: Yucatán era su «frente de Aragón»; las viejas familias criollas eran su Franco y sus fascistas; los henequeneros sus milicianos muertos. Y el pizarrón y el gis sus fusiles y trincheras.
Del campo aéreo, Novaro y Paz se trasladaron a la escuela donde iban a enseñar y a vivir, el antiguo Seminario Tereciano ubicado en el número 462 de la Calle 60, esquina con la 63. Novaro había acondicionado un dormitorio en la bodega: un par de sillas y hamacas inglesas —por los alacranes— entre escritorios y caballetes. Al día siguiente, elDiario del Sureste publica la noticia:

Procedente de la capital de la República llegó ayer por la vía aérea el poeta Octavio Paz, quien como oportunamente informamos, fue designado por la SEP Secretario de la Escuela Secundaria Federal que, dentro de poco y para atender a la educación de los hijos de los trabajadores, comenzará a funcionar en esta capital por disposición del Ciudadano Presidente de la República, Gral. Lázaro Cárdenas.27

Los alumnos son quince hijos de ejidatarios, doce hijos de maestros rurales y 24 de obreros.28 Paz y sus amigos tenían además que promocionar la creación de escuelas similares en Campeche y Tabasco.29 Iniciaron labores el 15 de abril:30Novaro enseña aritmética, Paz «literatura española» y Cortés Tamayo «lengua nacional». Habían reclutado además al escultor Enrique Gottdiener Soto y a una francesa guapa de nombre ad hoc: Marie Lire.
Un discurso pronunciado por Novaro31 aporta los elementos para imaginar el proyecto educativo al que los jóvenes se ceñían:

Todo gobierno, todo movimiento realmente revolucionario, debe aspirar a la universalidad, a la consumación de la Revolución Universal. Y eso solamente puede lograrse minando los cimientos de la actual organización del mundo, por injusta. Para ello, basta inculcar en la juventud la conciencia de su destino y de su fuerza dándole un conocimiento racional y científico del universo. Y ello solamente se logrará mediante la escuela socialista […] El capitalismo persiste, vive todavía, gracias a la enorme fuerza material acumulada por siglos. Y la fuerza material —como Marx lo ha dicho— no puede ser destruida más que por la fuerza material. Y la escuela, por socialista no es, no puede ser fuerza material por lo menos inmediatamente […] Lo que está haciendo en México la escuela para trabajadores es hacer penetrar la cultura, la teoría, en las masas […]

Al tiempo que preparaban el inicio de cursos, los jóvenes iniciaron relaciones con las fuerzas progresistas de la ciudad: un puñado de sindicatos organizados en una Confederación de Ligas Gremiales. Paz sostiene una charla con ellos el 12 de abril. El Diario del Sureste transcribe cuatro días más tarde32 algunas de sus ideas, ortodoxias del Frente Popular:

Sabemos que el fachismo, desnudo de toda su retórica, es la dictadura despiadada y cruel de los sectores más reaccionarios de la sociedad. La burguesía que controla todos los medios de producción. Todas las fuerzas creadoras de la cultura y la técnica, mediante la democracia burguesa, acuden ahora, en la época en que hacen crisis todas las concepciones y formas tradicionales, al fachismo, que es la tiranía brutal del capital monopolista […]

A poco de llegar, Paz comienza a colaborar en el Diario del Sureste. Desde el año anterior, durante el congreso estudiantil, Huerta había hecho amistad con este periódico oficial, hermano de El Nacional, dirigido por Clemente López Trujillo, y había incorporado como colaboradores a varios amigos. La primera colaboración de Paz fechada en Mérida es una reflexión más sobre España:

[…] detrás de todos los actos que vivimos y que nos viven, España alienta, silenciosamente, y vive con tensa vida oculta, con insistente golpe de sangre, de rabia y esperanza. España otra vez, de nuevo, siempre. Nos convoca en una fraternidad viril de angustia, en una comunidad de sed y cólera. España nos convoca, nos agrupa, hace que el hombre se reconozca en el hombre, devuelve al humanismo su auténtica, antigua, olvidada frescura.33

Por los mismos días, Huerta publica una «Carta lírica a Paz, Cortés y Novaro»:34 «Ustedes han huido noblemente al sureste, a laborar con dignidad y entusiasmo en el ancho terreno de la enseñanza. Parecen tres mosqueteros de la Revolución. Los envidio». Además aprovecha para insultar de nuevo a los Contemporáneos («la poesía jotísima sigue triunfando; la poesía de toxicómanos tiene su mejor representante en el autor de Nocturno de los ángeles»); y para celebrar que el activismo juvenil tenga una sucursal en Mérida, que espera se asemeje al suyo en el D.F.: «[…] pasé un formidable mitin pro-Laborde celebrado en un teatro que es feudo de Cantinflas y me convencí de todo lo que en un acto de agitación bien organizado se puede aprender: la intensa y sostenida emoción, el discurso pronunciado con habilidad, el poema revolucionario, la canción combativa».
Los maestros organizan sus propios mítines en Mérida. Constituyen un Comité pro-Democracia Española que permite a Novaro describir el espíritu del grupo. Anuncia que han invitado a Mérida a Marcelino Domingo a nombre de «[…] los jóvenes trabajadores intelectuales que miden en toda su magnitud impresionante la catástrofe moral, la bancarrota definitiva que significará para el mundo entero el triunfo de los mercenarios afro-fascistas en la España gloriosamente sangrante de esta hora».35
Es evidente que su misión ideológica se reduce a divulgar las posiciones antifascistas del Frente Popular. Ni en sus proyectos, ni en sus colaboraciones a la prensa local, se distingue algo que pudiese ir más allá de ese límite temático y sus derivados (la educación, la solidaridad) y, mucho menos, que revisara cuestiones de política local o federal. El Comité unió a los maestros con la izquierda local: «obreros, maestros revolucionarios, estudiantes e intelectuales en general», el Partido Socialista del Sureste, el Sindicato del Agua Potable, el de Telefonistas, los Artistas y Escritores Revolucionarios (AER), la Unión Magisterial Revolucionaria y la Federación de Estudiantes Yucatecos. Esta «confederación» anuncia para el 12 de abril en la Casa del Pueblo —antes Teatro Carrillo Puerto— una VELADA CULTURAL en la que, luego de la «Marcha de Zacatecas», habrá una «Plática del C. Octavio Paz acerca de la personalidad del diputado español Marcelino Domingo» (que nunca llegó al homenaje, pero Paz igual leyó su semblanza36). Unos meses más tarde, ya en España, en sus «Palabras en el Ateneo Valenciano», Paz evocará la creación de ese comité:37

Hace apenas cuatro meses vivía en Mérida, en Yucatán. En esta ciudad mexicana de raíces tan españolas, los jóvenes antifachistas habíamos fundado un comité pro-Democracia Española: en ese comité había representantes de todas las capas populares de la provincia: obreros, intelectuales, indios mayas: todos congregados bajo vuestra bandera, que es la bandera de la libertad y la cultura. Y nosotros, en nuestros mítines, en nuestras asambleas, hacíamos hincapié en este aspecto fundamental de la lucha de España: la lucha por la cultura…

La «casta» no vio con buenos ojos la llegada de los jóvenes «bolcheviquis»: representaban al gobierno que los había despojado de sus haciendas y una intromisión más de la capital que sembraba socialismo en sus escuelas. Los jóvenes no se arredraban: si la «gente decente» los desdeña, tienen camaradas en los sindicatos y los estudiantes, cuyosdías de huelga y mítines le regresaban a Mérida su rostro: «los trabajadores le dan sentido, la dignifican, muestran lo verdadero», como escribe Paz. Los jóvenes dan clase en la mañana, hacen propaganda en la tarde y caminan en la noche rumbo a una cervecería acostumbrados al insulto local: guaches, «mugrosos» (con el tiempo, recuerda Cortés Tamayo, cambian a guachitos). Se hacen amigos de Cristina Moya de Martí, señora criolla, «entusiasta y culta escritora y conferencista» que los lleva a pasar fines de semana a su casa de Progreso, donde se tienden en la playa y comen pescado regalado por los «camaradas trabajadores del mar». A veces visitan a Juan de la Cabada que, patrocinado por la LEAR —la había presidido de 1935 a 1936—, escribía una novela sobre los campos chicleros que nunca terminó. Con él y su mujer de entonces, la norteamericana Esther Merrill, iban a la Casa Gamboa a disfrutar del «tanque», como se llamaba entonces a las albercas (ahora piscinas). De vez en cuando llegaban amigos de México, como Huerta y José Revueltas, que se instalaban en la escuela. No se podía pedir nada más.

Paz releía a T.S. Eliot, a quien había descubierto en 1930 en las traducciones de Enrique Munguía paraContemporáneos. Sobre todo The Waste Land (El páramo, en esa traducción38), con el que Paz vio similitudes en la blanca y árida llanura yucateca, «rodeada de infinito por todas partes». Impulsado por el paisaje helado y estéril de Eliot, comenzó a escribir un poema ambicioso, «Entre la piedra y la flor», un poema en el que la aridez de la planicie yucateca, una tierra reseca y cruel39

Cuando la luz extiende su dominio
e inundan blancas olas a la tierra,
blancas olas temblantes que nos ciegan,
y el puño del calor nos niega labios40

una tierra reseca y cruel que apareciese como la imagen de lo que hacía el capitalismo —que para mí era el demonio de la abstracción—

¡El mágico dinero!
Invisible y vacío,
es la señal y el signo,
la palabra y la sangre,
el misterio y la cifra,
la espada y el anillo

hacía el capitalismo con el hombre
Caminas entre espadas,
casi invisible
bajo el temblor del cielo liso,
con un paso, un solo paso tierno,
un leve paso de animal que huye
con el hombre y la naturaleza

¿Qué tierra es esta?,
¿qué extraña violencia alimenta
en su cáscara pétrea?,
¿qué fría obstinación,
años de fuego frío,
petrificada saliva persistente,
acumulando lentamente un jugo,
una fibra, una púa?

y la naturaleza: chuparles la sangre, sorberles su substancia, volverlos hueso y piedra

pasas [dinero] como una flor por este infierno estéril,
sin llamas ni pecados,
hecho sólo del tiempo encadenado,
carrera maquinal, rueda vacía
que nos exprime y deshabita,
y nos seca la sangre,
y el lugar de las lágrimas nos mata

Decidió aprovechar unas vacaciones para irse a Chichén-Itzá de «temporada» a pasear por las ruinas y a trabajar el poema «en un estado de ánimo en el que se alternaban la perplejidad y el hechizo».
Un estudio a fondo de las similitudes entre El páramo y el poema de Paz sería interesante, pero rebasa la intención de este trabajo. Baste decir por lo pronto que Paz parece fascinado por la representación que hace El páramo de una naturaleza que es indiferente al drama humano y, a la vez, es su ilustración simbólica, como en el canto I: «El entierro de los muertos». Si las raíces y tubérculos secos brotan entre la nieve de Eliot, las raíces-«serpientes obstinadas» de Paz agonizan en la blancura calcárea de la llanura. El páramo de Eliot es el «basurero rocalloso» de la historia, hostil a las raíces; la llanura de Paz es un «infierno seco» en el que las «raíces miserables» esperan nacer a la historia. En ambos casos, todo sucede bajo un sol despiadado: en Eliot «el árbol muerto no da sombra»; en Paz, el henequén es «el callado furor que nos devora»; en Eliot «el grillo enmudece» y en Paz «vuelan pájaros mudos»; si el «hijo del hombre» de Eliot «ni adivina, ni sabe», el de Paz «corre de la muerte al sueño».
Las partes más obviamente parecidas —y sólo temáticamente— son el canto V («Lo que dijo el trueno») de Eliot y las estrofas sobre el agua de Paz en la primera parte de su poema: dos aguas presentidas pero inaccesibles, latentes pero remotas; la solución a la sed atávica y existencial de Eliot que, en el caso de Paz, es el agua que sacia la sed de justicia. Escribe Eliot:
[…] montañas de peña sin agua. Entre las peñas no nos podemos detener a pensar; se seca el sudor y nuestros pies descansan entre la arena; monte muerto con boca de ulcerados dientes que no puede escupir. No hay ni siquiera silencio en las montañas, tan sólo el estéril trueno, seco, sin lluvia… Si hubiese agua sin que hubiesen peñas, si hubiesen peñas con agua, un arroyo, una fuente entre las peñas, si hubiese rumores de agua […]

Y Paz:

El agua suena. Sueña.
El agua intocable en su tumba de piedra,
sin salida en su tumba de aire.
El agua ahorcada,
el agua subterránea,
de húmeda lengua humilde, encarcelada.
El agua secreta en su tumba de piedra
sueña invisible en su tumba de agua

Lo interesante, en todo caso, es la similitud de emociones para referirse a dos circunstancias diferentes: el sinsentido de la historia en Eliot y la certeza que tiene Paz de que, con el triunfo del comunismo, comenzará la historia. Esta contradicción es muy palpable en el final de ambos poemas. En el célebre final de El páramo, todo se está muriendo. La voz que dice «yo» calcula la urgencia de poner en orden su heredad; el puente de Londres que se cae eternamente en la canción infantil, se derrumba al fin; la poesía es sólo fragmentos de esas ruinas; no queda («Shantih shantih shantih») sino desear la muerte: una paz más allá de la razón.
En «Entre la piedra y la flor», en cambio, la voz que dice «yo» quiere, con la cólera misma de la historia, «acabar con todo»: que se queme «el desierto sin orillas», que arda «la soledad que nos deshace», que arda el hombre mismo «como arde el tiempo»:

Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

Un acabar que es un comenzar: una recreación del pacto elemental, la llegada del agua de la justicia contra la sed primordial, la sustitución de «la soledad que te devora» por la nueva comunión entre los hombres. «Entre la piedra y la flor» es una respuesta calculada de Paz a una de las preguntas centrales de Eliot en El páramo: «¿Quiénes son aquellas hordas encapuchadas que hormiguean sobre planicies infinitas, que tropiezan con las grietas de la tierra tan sólo circundada por el horizonte raso?» Son las hordas de los desposeídos, dice Paz; y las «planicies infinitas» son la rebaba que deja detrás de sí lo que Eliot llama «la maquinaria» y Paz llama «la rueda»: el capitalismo, «porque el dinero es infinito y crea desiertos infinitos». Y en ese momento de su vida, es con ese «todo» con lo que Paz cree que es imperativo acabar. A principios de mayo de 1937, poco antes de viajar a Chichén-Itzá, había escrito: «Sabemos que este mundo, por más encantador que nos parezca, desaparecerá. Que la palabra no dicha se dirá. Que una nueva vida, una hermosa y limpia vida, rescatará a la mujer de todo esto y tornará claras las relaciones casi sobrenaturales de hombre y mujer, libres de angustia y sombras».41
Esa promesa de una «hermosa y limpia vida» no tardará en enturbiarse. Mientras el joven Paz pasea en Chichén y escribe su poema —que se tardará dos años en terminar— ignora que, un par de semanas antes, ha llegado a la LEAR la invitación que le hace Pablo Neruda para que represente a la joven poesía mexicana en el Primer Congreso Internacional de Escritores Antifascistas que comenzaría a mediados de julio en Valencia.
La invitación había llegado a México un mes antes, a tiempo. Mancisidor, en la LEAR, la recibe y decide cobrarle a Paz el haberse negado a ingresar a la LEAR y a las JSUM. Para anularla, Mancisidor envía la invitación por barco, a sabiendas de que tardará un mes en llegarle. Gracias a una secretaria indiscreta, Huerta se entera y le avisa a Elena Garro que, a su vez, telegrafía a Paz: «El telegrama decía que tomase el primer avión disponible… Apenas si había tiempo para arreglar el viaje. El mundo dio un vuelco…»42
Esto tuvo que suceder el 9 de mayo, pues el 10 Novaro se enorgullece de ser «el primero en felicitar a Octavio Paz» en las páginas del Diario del Sureste. La invitación, dice, honra «a todos los que formamos la última generación de escritores de México»43 antes de lamentar su salida de Mérida «ahora que precisamente comenzaba a ser fructífera la labor de Paz entre nosotros», y termina: «Octavio Paz: te envidio, limpia, cordialmente, porque vas a pisar la tierra donde germina la vida nueva; porque vas a decir la palabra de México hasta el alarido de los cañones». Unos días después, Paz está de regreso en México. Unas semanas después contrae matrimonio con Elena Garro y, el 16 de junio, se embarca hacia España. Unos meses después, comienzan sus dudas. Unos años después, escribe:

Es natural sentir un poco de ternura por el muchacho que fuimos. Pero un poco de ironía y dos o tres coscorrones no le harían daño a ese fantasma juvenil. En 1937 la amenaza eran Hitler y sus aliados. Hicimos bien en oponernos. Además, había la gran esperanza encendida por la Revolución de Octubre en Rusia. Ahora sabemos que ese resplandor, que a nosotros nos parecía el de la aurora, era el de una pira sangrienta.44 -— Este texto es una versión abreviada de un capítulo
de Ensayos en Paz, libro en preparación.