cultura-es-una-fiesta

Hace unos días leí la información del foro de Megamedia sobre cultura. Cada vez que pienso en el tema vuelvo al número 49 de Plural, octubre de 1975, una revista editada por el Excélsior de Julio Scherer y dirigida por Octavio Paz. En esta edición se publicó un texto: “Ideas para un Fondo de las Artes”. Lo firmaron 27 intelectuales mexicanos de primer orden. Aparecen los nombres tanto de Carlos Monsiváis como el de Octavio Paz, Juan José Arreola, Carlos Pellicer, Gastón García Cantú y Gabriel Zaid, entre otros. Este manifiesto dio lugar a la fundación, años después, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. La administración pública, en un espasmo de lucidez, comprendió que había ciertos patrocinios a los que estaba obligado pero que para lograrlos con eficiencia tenían que plantarse en forma directa: eliminar el campo minado que crea la burocracia. El Estado a menudo llega más lejos: le resta valor a la cultura. Las camarillas, los premios caprichosos, los homenajes repentinos, etc., tienen el enorme poder de confundir.

En Yucatán el trabajo intelectual no tiene ningún valor. Hace algún tiempo me llamó una señorita en nombre de una cámara empresarial; con amabilidad me pidió un texto, me indicó el día que había que entregarlo, el número de caracteres y el tema. Con experiencia en estos trances pregunté “¿De qué presupuesto disponen?”, la respuesta fue inmediata: “Esta es una revista que se hace por colaboración”, “Así, ¿entonces usted no cobra y el de la imprenta tampoco?”, “Bueno no …”, “¿Entonces señorita porque piensa que lo que yo hago no tiene valor?”. Supuse que el presidente de la cámara me hablaría y terminaría haciendo el texto. No fue así. Fui un impertinente, quizás debí haber dado las gracias porque me invitaran.

Se fundaron Conaculta y Solidaridad, al margen de la asfixia de la burocracia. Aciertos ambos: han prevalecido en el tiempo. En el texto de Plural se asienta que el presunto fondo se crearía a iniciativa del estado pero sería autónomo y su función se centraría en: subsidiar “la creación….interpretación…exposiciones…ediciones”. Pero “El fondo no emprenderá ninguna de estas actividades, ni formulará planes o programas para que otros las emprendan”. Es que el Estado no solo no es buen promotor de la cultura sino que la estrangula, la atrofia, impide su desarrollo. Sin embargo, salvo algunas manifestaciones de cultura popular y otras expresiones, la cultura no es autofinanciable. Hay cinco orígenes posibles del dinero para la cultura: el sacrificio personal, la familia, los mecenas, el Estado y, desde luego, en algunos casos , el mercado. Victoria Ocampo patrocinó con su inmensa fortuna personal la Revista Sur, de esta mujer nobilísima dijo Octavio Paz cuando murió: “educó a su país y a su continente”. Grandes empresas culturales se han dado en Yucatán desde la ciudadanía: la Orquesta Sinfónica y la Enciclopedia Yucatán en el Tiempo, entre otras. No creo que ni siquiera la labor de Olga Moguel se sostenga por el mercado, mucho menos la de Margarita Díaz Rubio, ambas mujeres que se sacrifican y aportan su pasión; el mismo Rafael Morcillo se entrega por la FILEY y qué decir de Sara Poot Herrera que se desvela para organizar el Coloquio de Literatura y combate por lograr la edición de las ponencias. Gabriel Zaid propuso que el Estado hiciera una fiesta de la cultura, convocara a los promotores privados, a los amantes de las artes, a los creadores, a los críticos, a los mecenas y entre todos se hiciera un convivio entorno a la cultura. En los años noventa se eliminó la idea de una secretaría de la cultura en el gobierno federal y se adoptó, en mayor o menor medida, la idea de aquellos notables intelectuales mexicanos que firmaron el texto de Plural. Algo así habría que hacer en Yucatán. El Estado debe convocar a esa gran fiesta que sería de unos rendimientos impresionantes, sino tiene esa capacidad es muy poco el bien que puede hacer y mucho el mal.