Como para todos los pueblos de origen hispánico, para los yucatecos la fiesta tiene un sentido ritual, es «un retorno al principio, cuando todos estábamos juntos y felices en algún lugar». Esta es la razón de ser de las fiestas independientemente del motivo formal que las justifique. De hecho si un acontecimiento es significativo merecerá una fiesta como una forma de celebración. La reforma de Lutero, y su consecuencia, las religiones llamadas protestantes, desconocieron el valor de la fiesta. De ahí que el puritano norteamericano no encontrara significación alguna en las fiestas y las viera dispendiosas y contrarias a la austeridad que se requería. para alcanzar el Reino de Dios. Los norteamericanos no conocieron la fiesta sino en el siglo XX y para ellos no tendrá nunca el mismo valor que para nosotros. La fiesta en los Estados Unidos es más sensual, casi orgiástica, como una suerte de explosión que rompe violentamente la rutina cotidiana, alejada totalmente de la significación que los pueblos hispánicos le conferimos. Realmente hasta en la actualidad las fechas memorables de una familia norteamericana no se celebran con una fiesta, pudiéndose celebrar de formas diversas: un día en el campo, pescando a las orillas de un río, cabalgando por algún bosque, etc. Para nosotros la fiesta anula tiempo, espacio, edades y clases sociales. Estas condiciones, desde luego, pueden apreciarse con mayor nitidez en las llamadas fiestas populares, que no son otra cosa más que las celebración de los santos patronos de los pueblos o los barrios. A ellas concurren por igual todos, sin distinción de edades o clases sociales, con el propósito de conmemorar a un personaje que vivió siglos antes en un lugar distante del que apenas se tiene alguna remota noticia; se recordarán sus hazañas, sus costumbres y el ambiente en que se desarrollaron. Este tipo de celebraciones fue una coincidencia más entre los mayas y los hispánicos, ambos pueblos tenían un amplio repertorio de deidades y ambos tenían por costumbre celebrarlos.
Nuestras fiestas, en la actualidad, tanto las populares como las que podemos llamar privadas, heredan elementos hispánicos y mayas.
Toda fiesta tiene tres elementos fundamentales: una secuencia, algunos que la conducen, que le dan efecto, y un conjunto de símbolos. Verdad es que la secuencia y los símbolos han cambiado con el tiempo, se han desdibujado perdiendo el sentido que en otros tiempos pudieron haber tenido . A menudo nuestras fiestas se componen de dos momentos: las ceremonias religiosas y las llamadas recepciones sociales-quizá una mixtura de las dos se da en las procesiones de las fiestas de los santos patronos-, sin embargo ambas son parte de un todo y no una es consecuencia de la otra como con frecuencia se quiere explicar. Las dos tienen un conjunto de pasos, una secuencia, mediante la cual se hace la celebración aunque, en si, hacen una unidad.