El algodón se produce en Yucatán desde los tiempos prehispánicos. Se suponía que era de tan buena calidad que cuando Colón descubrió una expedición comercial de los mayas y vio las piezas de algodón las tomó como seda. Durante la Colonia los mayas pagaban sus tributos a la Corona, a la Iglesia y a los encomenderos como piezas de algodón trabajadas.  Pero el  primer intento por establecer una industria textil fue del señor Feliciano Martín quien recibió las concesiones respectivas del Congreso el 6 de octubre de 1823, sin embargo  días después, en otro documento oficial, se prohibía la importación de insumos. No hubo ninguna posibilidad de que sobreviviera esta tentativa. El señor Pedro Saenz de Baranda asociado con un escocés establecido en Mérida, Jhon L. McGregor, fundó la legendaria “La Aurora Yucateca” que se estableció en Valladolid. Fue la primera fábrica de hilados y tejidos completamente mecanizada de la República mexicana, significó la entrada de la Revolución Industrial clásica en México. Establecida en 1883. Sus productos no desmerecían al compararse en calidad con los procedentes de Nueva Inglaterra o de la Gran Bretaña, aunque si los superaba en precio. Según nos narra don Víctor Suárez Molina el edificio de La Aurora Yucateca era espléndido: se encontraba frente a la plaza de La Candelaria, ocupando un terreno de 50 por 80 metros, lo que era bastante si consideramos que no había en aquel entonces patios de maniobras para cargas y descargas. El edificio tenía un patio central y era de dos plantas y ahí estaban las plantas de alijar, cardar, hilar y tejer. A un lado del edificio estaba otro que daba cabida a la caldera y a la máquina de vapor. El algodón, cultivado desde los tiempos prehispánicos, lo proveían los agricultores independientes de Valladolid que producían en sus milpas junto con el frijol y el maíz. La legendaria fábrica daba trabajo a 117 familias de Valladolid y producía fundamentalmente hilos y mantas. Dos sucesos devastadores acabaron con La Aurora Yucateca: la muerte de su dueño en 1845 y la toma de Valladolid por los rebeldes en 1847. Como es bien sabido la toma de Valladolid por los indígenas sublevados es un pasaje de sangre, dolor y destrucción  en nuestra historia.

La Constancia fue otra empresa que siguió los pasos de La Aurora Yucateca. En principio se pudo trabajar con cierto éxito hasta que la conjunción de factores adversos la obligaron a cerrar.

Pero la Guerra de Secesión de los Estados Unidos impulsó de nuevo el cultivo del algodón en el estado. El yucateco Manuel Medina se asoció con un norteamericano, Nicolás Binney e instalaron una nueva fábrica de hilados y tejidos de algodón. La Constancia se fundó en Mérida en el nobilísimo barrio de San Cristóbal, en la espaciosa quinta Barbachano. Hubo muchas dificultades para armarla y mantenerla en funcionamiento. La fábrica contaba en un principio con un tren de vapor de 25 caballos y con 30 telares. Sin embargo el fin de la Guerra de Secesión de Los Estados Unidos, el aumento del cultivo del henequén y la falta de tierras apropiadas para el cultivo del algodón propiciaron el cierre de La Constancia. Sin embargo hubo un emprendedor que la adquirió Juan Antonio Urcelay Peniche quien la amplió, dotándola de 128 unidades entre hiladoras, telares y demás aparatos que eran impulsados por un motor de vapor de 150 caballos de fuerza con dos grandes calderas.  Los productos eran: mantadril, manta cruda, cotines de diversas clases, hilos para coser, pabilo y otros artículos y hacia 1878 empezaron a producirse rebozos “estilo de los de Puebla”. Hacia 1885 se fabricaban telas listadas y otros productos. En 1875 la fábrica contaba con operarios divididos en la siguiente forma: 20 hombres, 86 mujeres y 32 menores de edad entre los 10 y 16 años. La demanda de los productos de La Constancia era alta y a menudo había problemas para satisfacerla. Desde luego que el algodón que se producía en Yucatán era en baja escala por lo cual había que importa de los Estados Unidos grandes cantidades. Pero los precios de la materia prima importada, el costo del flete y de los amnejos en Progreso hicieron daño a las finanzas y finalmente La Constancia cerró en 1890.

Poco antes de la instalación de La Constancia un empresario yucateco, Ildefonso Gómez estableció una fábrica en Panabá y en Tizimín un telar. La “edad de oro” del algodón en Yucatán terminó al terminar la Guerra de Secesión y esta planta tuvo que cerrar en 1868.

Poco después de que La Constancia empezara con tanto éxito la fabricación de rebozos, que era la prenda de la dignidad y la decencia de la mujer, Rotger y Cía. Instalaron en Mérida una fábrica para esos efectos. Uno de los socios don Juan Rodríguez estuvo en Puebla para estudiar las operaciones. Tanto los productos de esta fábrica como los de La Constancia tuvieron un gran éxito. Sin embargo suspendieron sus operaciones en 1890, al igual que La Constancia.