La costumbre de tomar chocolate en el desayuno y la merienda duró en Yucatán hasta bien entrado en siglos XX. Si bien las imprescindibles tablillas de chocolates que hacían en las casas, la ley se cumplió: a medida que haya una fábrica que ofrezca el producto se deja de hacer en los hogares. Ya en el siglo XIX existían algunas fábricas de chocolate en el Estado. Una de ellas era la de don Arcadio Castillo que tenía un molino de chocolate “con azúcar y sin azúcar”. También ofrecía don Arcadio chocolate entablillado y dulce “envueltos”. Don Francisco Alzina estableció un molino de cacao no tuvo mucho éxito. Por el contrario, el ya mencionado señor Morales Espinosa fundó la fábrica de chocolate Néctar con moderna maquinaria que trajo de los Estados Unidos, lo constituye una nota importante: lo industrial ya no estaba en Europa, sino en el país vecino del norte. Producía una variedad de chocolates: con vainilla, con azúcar, de cacao de Tabasco o de Guayaquil. Había un chocolate con pinole. Al chocolate, de origen prehispánico, se le llamaba tanchucúa y se había de “primera” y de “segunda”, lo que no perturbaba el mercado, por el contrario lo satisfacía. Hoy es impensable que una empresa ofreciera productos de “segunda”. En 1888 el señor Morales hizo un viaje a los Estados Unidos y Cuba y trajo maquinaria y equipo para producir un chocolate “que no pasaba por las manos”. Esta fábrica, que pasó a manos de don José María Ponce, finalmente fue vendida a don Jacinto Lizarraga. A principios del siglo XX existían cuatro plantas que fabricaban chocolate: la ya mencionada Néctar, Las Delicias , del señor Daniel Arjona, La Marina, La Especial y La Marca D de don Rafael Otero Dondé. Estas compañías, en un hecho histórico por infrecuente, se fusionaron en una sola con un capital de 200 000 pesos. Esta sociedad tuvo por nombre Gran Fábrica Yucateca de Chocolate, SA. Era presidente del consejo el señor Enrique Espinosa, el secretario era don Rafael Otero Dondé y el gerente era el señor Lizarraga. Casi por la misma época don Rafael Quintero fundó su fábrica de chocolate La Pureza que contaba con todos los adelantos modernos. Los chocolates salían con las marcas León, Corona, Canela y Bravo; también vendía café de primera y de segunda. Es curioso: el café se enfrentó al chocolate en Francia en la época de La Ilustración, los conservadores tomaban chocolate y los liberales, café.