Días antes de que tomara posesión como alcaldesa de la ciudad tuve una breve pero intensa conversación con doña Cecilia Patrón Laviada. Ahora expongo el saldo que no pude decirle: supongo que después de tantos años en la política sabrá amarrarse al mástil del barco para no sucumbir ante el canto de las sirenas, la adulación y el servilismo; también sabrá entender lo que dice el silencio que habla, los colaboradores que obran sin consultar y aquellos que actúan con un criterio de administración patrimonialista. Para enfrentar los retos de la ciudad se necesita de  phonesis: una combinación de prudencia e ingenio. Sin ingenio no puede haber una buena administración. Existe un catálogo de problemas de la ciudad, todos vienen de atrás, no se solucionan en una administración: las dos Méridas, la del sur y la del norte; la iluminación; los baches, una generación no supo que eran los bache; el tránsito; vastos sectores de la ciudad carecen de  sustentabilidad, pero la significativa es la de las escuelas porque complica la vida de las familias; el crecimiento anárquico en todo sentido; el control del uso del suelo, los ambulantes, el oír a la gente primero y a los técnicos después, etc. Seria  sano que hiciera un listado de este catálogo, que es el mismo que han tenido los alcaldes precedentes, y les pusiera números en función de su impacto, por ejemplo: cualquier medida de tránsito afecta a toda la población y así sucesivamente. Habrá muchos fantasmas que le aparecerán y habrá que enfrentarlos. Permanentemente hay que tener presente los cuatro principios rectores: la armonía es superior al conflicto; el todo es superior a las partes; la realidad es superior a la idea y el tiempo es superior al espacio. No se puede olvidar nunca: Mérida no solo es el nombre de una ciudad, es también una forma de vivir la vida, y eso tiene que cuidarse también.