De casualidad me encontré en la puerta de mi casa con el muchacho que entrega los recibos de la CFE. Me dio el mío. Mi respuesta fue inmediata: “Este monto no puede ser, hace más de un mes no tengo aires acondicionados, están en mantenimiento y no los han puesto todavía”. El joven me contestó con amabilidad: “Voy a ver la lectura”. Apenas había avanzado unos pasos y me dijo: “Le hicieron una estimación”. “¿Por qué?”, fue mi inmediata respuesta. El diligente mensajero dijo ignorarlo y no sin pena se acercó a mi medidor. Volvió y sorprendido me dijo: “La lectura de este bimestre es inferior a la de la anterior”. Me mostró los datos y los números quedaron claros. Desde hace tiempo sé que la CFE determina el consumo con fórmulas arbitrarias. Pero esto es más grave. No me hacen una lectura y me estiman una cantidad desproporcionada. En buen romance esto es robo y merece una denuncia ante la Procuraduría de Justicia. A pesar de todos los antecedentes la situación no deja de sorprender. En los dos sexenios panistas no se vivieron crisis semejantes a las del 76, la del 82, la del 88 y la del 94. Los panistas cuidaron las variables macroeconómicas y constituyeron nuestras reservas internacionales, esas con las cuales nos hemos defendido de las crisis mundial y, lo más importante, hemos defendido nuestra soberanía. Muchos creímos que no iba a haber crisis este final de sexenio pero nos encontramos con tremenda embestida contra la población: la gasolina ha subido a niveles de dolor, el gas y la energía eléctrica por lo consiguiente. Si a esto le sumamos jugadas como la que estoy viviendo el descontento es gravísimo. Hay dos consideraciones que llaman la atención: supuestamente se hizo una reforma energética para que bajen la gasolina, el gas y la energía eléctrica. Hoy esto parece una broma de humor negro. La otra es que estamos en tiempos electorales y parece que alguien desde el gobierno está haciendo una campaña a favor de la oposición. Es muy serio hacer sufrir a la población estos aumentos cuando los periódicos están saturados de las historias más abyectas de corrupción en diversos estados de la República, trafiques descompuestos a los que no es ajeno el gobierno federal. El presidente Zedillo Ponce de León anunció que iba a devaluar, salieron nuestras reservas y quebró al país. Al paso de los años solo hay una explicación: el príncipe sabio- Zedillo era doctor- recortó la realidad para ajustarla a sus geometrías intelectuales y no al revés. Ahora no hay un príncipe sabio y no es fácil entender lo que está sucediendo y menos soportarlo.
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