Los Libaneses de Yucatán

A LA TIERRA DE PROMISIÓN

La travesía tardaba de 42 días a seis meses, de acuerdo con los recursos con que contara el inmigrante. Los puertos de salida eran Beirut y Trípoli y los países por los cuales pasaban solían ser Francia, Italia, España, Estados Unidos y Cuba. Los puertos que la inmensa mayoría recorrió en su trayecto fueron Marsella, Santander, Veracruz y la Habana. Venían, desde luego, con pasaporte turco dado el dominio de los otomanos, de ahí que se les empezara a llamar turcos, calificación que a principios del siglo XX no habría de resultar tan ofensiva ya que un señor Simón anunciaba, por esa época, su negocio como «la única casa turca»; uno de los arcos que dio la bienvenida a don Porfirio Díaz fue el de «la colonia turca»; en 1913 la tienda de don Cruz Isaac se llamaba La Bella Turca, la de don Anselmo Razú en 1907 se llamaba El Gran Bazar Turco, y la de doña Afife Chuaro, La joven de Turquía. El primer inmigrante libanés que llegó a Yucatán fue don Santiago Sauma, quien arribó en el año de 1879; por este dato llegamos a la conclusión que la inmigración libanesa está cumpliendo 125 años. La razón que atraían a los libaneses fue la misma que sedujo a otros grupos: el auge henequenero, que si bien en los ochentas del siglo XIX se estaba empezando a dar, no había mostrado todo su esplendor, en cambio, era sabido que Yucatán requería gente para fortalecer su economía, fundamentalmente obra de mano, perfil al que los libaneses nunca se ajustaron, optando siempre por la ruda labor comercial ambulante en los pueblos del interior del estado. Se ha sostenido que los libaneses que inmigraron en las últimas décadas del siglo XIX perseguían acumular capital y retornar a su país para comprar tierras y trabajarlas o para desarrollar las que tenían; no cabe duda que en cualquier caso quien se encuentra bien en su país no tiene por qué salir en busca de otros horizontes, aunque no es menos cierto el que algunos de los inmigrantes sí retornaron a Líbano y algunos otros dividieron sus familias quedándose en Yucatán una parte y otra en su tierra. Estados Unidos, desde luego, solían atraer a la migración libanesa, otro tanto se puede decir de brasil ya que para 1930 en San Paulo existía una muy sólida comunidad de inmigrantes libaneses. En otros países de América Latina no se nota tanta presencia, aunque los descendientes de los libaneses han logrado lo mismo: un acentuado proceso de ascenso social que los ha conducido a conseguir posiciones importantes en las administraciones públicas.

Don Porfirio estimuló las inmigraciones, todas sin excepción, posteriormente el gobierno de Obregón ya no las vio con la misma complacencia. Las facilidades del porfiriato fueron determinantes para atraer a los libaneses quienes al llegar a Yucatán no solían establecerse en Mérida. Sin embargo, lo significativo de la inmigración libanesa a Yucatán se da de 1979 a 1930. Aunque en el censo de 1900 sólo aparecen como vecinos de Mérida don Amado Chami, en la calle 59 Núm. 596; don Elías Faraón, en la calle 50 Núm. 504; don Juan Mena, en la calle 63 Núm. 516-B; don Salomón Rechani, en la calle 63 Núm. 451, y don Salvador Saidé, quien fuera por muchas décadas el líder de la comunidad, en la calle 63 Núm 460. Aparentemente don Salomón Mena, tronco de la familia Mena y sus descendientes, y fundador de la Yucateca, vivía por el rumbo de chuminópolis. Es posible que otras familias vivieran en estos predios e inclusive en aquellos cuyos titulares llevaban nombres yucatecos, a pesar de estas posibilidades no se puede negar el que los libaneses en Mérida no tenían mayor presencia en 1900. Por el contrario, en todo pueblo importante del interior del estado se establecían una o dos familias libanesas ejerciendo el comercio. Años después, cuando empezaron a concentrarse e Mérida, se establecieron en los rumbos de la mejorada. El arco del Puente y San Cristóbal, zona, toda ésta, de tradición comercial desde los tiempos de la Colonia. El área parecía, según la opinión de don Francisco D. Montejo y Baqueiro, «un barrio de Beirut o de damasco». Se requiere otra precisión, en este caso de orden geográfico: aunque visto desde fuera parecía un solo barrio, la realidad es que se trataba de dos, el de la Mejorada y el Arco del Puente, y el de San Cristóbal. En definitiva, habremos de decir que la inmigración libanesa le confiere a la calle 50, desde La Mejorada a San Cristóbal, zona, toda ésta, de tradición comercial desde los tiempos de la Colonia. El área parecía, según la opinión de don Francisco D. Montejo y Baqueiro, «un barrio de Beirut o de Damasco». Se requiere otra precisión, en este caso de orden geográfico:aunque visto desde fuera parecía un solo barrio, la realidad esque se trataba de dos, el de la Mejorada y el Arco del Puente, y el de San Cristóbal. En definitiva, habremos de decir que la inmigración libanesa le confiere a la calle 50, desde la Mejorada a San Cristóbal, y sus inmediaciones, tan rica históricamente, un nuevo opulento valor de tradición y estética urbana.Sorprende que las autoridades municipales hayan sido insensibles a esta condición y no hayan consagrado algún espacio de la zona para honrar la inmigración libanesa en Yucatán. En el censo de población de 1910 aparecen 568 personas como «turcas», de las cuales 365 eran hombres y 203 mujeres. Aunque Luis Ramírez Carrillo, citando a Carmen Páez Oropeza, asevera: «según otros testimonios afirman que para 1910 en Yucatán había más de 2000 libaneses, mientras sólo 70 en la ciudad de México». Para 1948 habían 1550 personas de origen libanés conformando 379 familias; en 1966 eran 2500 en 400 familias, y en 1980 eran alrededor de 3000 en 585 familias. Las grandes luchas que los inmigrantes lideraban a diario perseguían elevar el nivel de vida de sus familias. Se cuenta que Don Nicolás Andrés, libaneses de primera generación, solía decir: «yo mal, pero mis hijos bien; ahora, yo mal y mis hijos mal. ¿Que chiste tiene?»

A continuación les presentamos una muestra fotográfica más de algunos libaneses que inmigraron a Yucatán:

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