LOS NEGOCIOS: LA RUTA DEL ÉXITO DE LOS LIBANESES DE YUCATÁN
La ruta era de tránsito generalizado: empezar con una maleta llena de géneros de mercería y salir por las polvorosas calles de Mérida a vender en abonos; después, la maleta era sustituida por un carro que empujaba aquel quien era ya conocido como «el turco abonero»; años después de esta lucha cotidiana se podía adquirir algún puesto en las inmediaciones del Palacio Federal (edificio de correos) o por los rumbos del mercado; entre los primeros libaneses. que tuvieron sus negocios en esta área se encuentran los señores Amado y Nicolás Chami,don Salvador Saidé y doña Brillante Domani de Jacobo. Cuando el éxito era más señalado se podía adquirir un predio en el área de «la colonia», que fuera a la vez casa y local para el negocio. Claro está que también había negocios de libaneses en rumbos distintos al de «la colonia». En las inmediaciones de la calle so, en otra época llamada de «lo imposible», se encontraban las siguientes tiendas: la lencería de don Elías Sesín, La Moda Ideal, de don Elías Borge; la lencería de don José Da u, las Bodegas de don José Moisés Simón, El Louvre, de Dau y Bojalil; La Victoria, de don Antonio Sadek; la lencería de don Álvaro Eljure y el muy acreditado El Puerto de Veracruz, de don Espiridión Abud. En la misma calle so, entre los cruzamientos de la 63 y 65, se encontraban: El Pequeño París, de N aman y Hnos.; la Lencería de don Diego Jatar y Hno. En los cruzamientos de la 61 y 63 se podían encontrar: la célebre La Ninfa, de don Abdo Borge; La Gardenia, de don Francisco Rukos; La Violeta, de Cuaik y Hnos.; la legendaria La Casa Blanca, de Abraham Jorge; por el mismo rumbo se encontraban La Ciudad de París, de don Antonio Abimerhi; el almacén Kassab, El Encanto, de don José Cyra Esma, y el restaurante de don Antonio Muza. En la calle 54 se encontraban establecidos: don Nassib Annyuni, don Antonio Chapur, La Circasiana, de don Antonio Azar; El Árbol de Libano, de don Nicolás Trabolsi. En la calle 56, desde su cruce con la 63 hacia el sur, se encontraban: La Mina de Oro, de don Salomón Rihani; La Isla de Cuba, de don Juan Saad; La Importadora, de don Nicolás Simón; la lencería de don Juan Mena; La Ciudad de Londres, de don Salomón Farjat; La Legalidad, de don JorgeAbraham; El Baratillo de Julián Bardauil; El Gran Bazar Turco, de don Anselmo Razú. En la calle 63 hasta el parque Eulogio Rosado: La Flor del Monte Líbano, que fuera primero de don Nicolás Lamk y posteriormente de don Rashid Jalife, y la lencería de don Julián Filliat. En la calle 58 se encontraban: La Estrella, de don Nicolás Simón; La N e na, de don Hermenegildo Salomón, y la lencería de A. Simón. En la calle 6o (en los bajos del Ateneo Peninsular) se encontraban La Mejicana, de Saidén Dájer; La Cubana, de Elías Manssur; La Rosa Yuca teca, de Said José, y la lencería de J. Sesín y Hno. En la calle 62 entre 63 y 65 estaba El Botín Francés, de Alfredo Trabolsi. En los bajos orientales del Ateneo Peninsular: La Ciudad de Mérida, de Elías A. J aber; La Bella Mejicana, de Cruz Isaac; la lencería de don Juan Farra y Hno.; La Sombrilla, de don Pablo Gabriel Sarhans. En la calle 65 se encontraban la lencería de don Elías Mena; El Monte Líbano, de don Pedro Nassif; la Zapatería de Jacobo Simón; La Rosa de Siria, de WadiAmar; LaMariposa del Bazar, de Debague y Hno.; La Competidora, de don Nicolás Simón; la lencería de don Nemer Abuasale y Hno., y La Sorpresa, del muy apreciado don Salvador Saidé. En el cruce con la 56 estaban: la lencería de don Pablo Sauma, La Ciudad de Jerusalem, de don Miguel Salomón; El Palacio de Hierro, de don Antonio Semerena; La Bella Turca, de don Cruz Isaac, y el Correo Francés, de don José El jure. En la misma calle 65 entre 58 y 6o, La Preciosa, de Gabriel Bazán Abud; la lencería de don Iza Saadi; la lencería de Bexara y Hnos.; El Nuevo México, de don Elías Moisés; La Ciudad de México, de don Adib E. Jorge; El Pabellón Francés, de don Jorge Alam Gogbi; La Yuca teca, de don Salomón Mena; El Siglo XX, de don Antonio Mena, y El Puerto de Alejandría, de Nicolás y Amado Chami.
Es preciso considerar que las fortunas de los libaneses se hacían en varias generaciones de trabajo muy duro y de un ahorro estricto que sólo se detenía a la hora de la comida de la familia, ya que el mismo hombre que trabajaba en las calles solía comer un francés con un plátano y un vaso de agua tan sólo para soportar las rudezas de la jornada. Se decía que se necesitaban diez años de trabajo y ahorro para establecer el negocio y otros diez años para comprar una casa, posteriormente serían los hijos los que se encargarían de multiplicar el capital. Desde luego que existían casos extraordinarios en los que el inmigrante lograba conformar un imperio, los casos más notables son los de don Cabalán Macari y don Ángel Xacur. El caso de los hermanos Abraham Dáguer no se ajusta a este patrón, aunque tiene elementos notables. Ciertamente los hermanos Abraham Dáguer tuvieron el apoyo que provino de la distribución de la Cervecería Yucateca que Levy Felipe, hermano soltero de un tío político de ellos, le ganó en una partida de cartas a uno de los hermanos Ponce Cámara. Este negocio fue administrado con mucho éxito por Salim Abraham Dáguer, mientras el mayor de los hermanos, Asís, vivía con la abuela doña Maria Antonio, que fue la primera en inmigrar trayendo posteriormente a sus cuatro hijas casadas; una de ellas era Salime, casada con don Massad Abraham, que se estableció en Halachó; el joven Asís, viviendo ya en Mérida, ayudaba a su abuela en el pequeño puesto que tenía en las inmediaciones del mercado; sin embargo, la señora pretendía que su joven nieto se casara con otra nieta suya, a lo cual se negó el joven y vigoroso Asís Abraham, teniendo que salir de la casa de la abuela para iniciar su propio camino. No obstante, como bien hace notar Luis Ramírez Carrillo en su estudio sobre la familia Abraham, don Asís tenía un notable instinto comercial, quizá forjado por las penurias y privaciones de su infancia; lo cierto es que por cuenta propia logra cierta prosperidad que se hace más pronunciada con el apoyo de los cuantiosos recursos de la distribuidora de cerveza, aunque esto no ha de restarle méritos a don Asís Abraham Dáguer que logra hacer de su tienda San Francisco de Asís un negocio espectacular; la concentración y la intuición comercial de este hombre infatigable lograron algo notable: darle un sentido universal a su gran tienda, lo mismo compraba en su establecimiento la gente trabajadora, que las familias del norte de la ciudad. N o menos talentoso fue el menor de los hermanos, William, quien resultó una pieza importante para la diversificación y el manejo afortunado de los excedentes financieros. Esta alianza fraternal produjo resultados asombrosos que parecen resumir la ruta de la gran mayoría de los inmigrantes libaneses.