El matrimonio del señor presidente Don Vicente Fox Quesada, con quien fue quizás su más fiel colaboradora, puso súbitamente en el centro de la opinión pública el tema de las funciones de las esposas de los presidentes. La prensa escrita, la radio y la televisión se fueron sobre la persona de Doña Martha Sahagún de Fox. Escándalo previsible en un país con resabios machistas, podrá decirse a la ligera. Reacción explicable, dirán otros, atendiendo a lo rentable que fue Don Vicente, y todo lo que le rodea, para el periodismo nacional. Denise Dresser le dedico un feroz artículo a Doña Martha antes de que se convirtiera en la primera dama del país. El texto de Doña Denise no puede servir para inferencias, la señora Dresser hizo lo propio con Doña Josefina Vázquez Mota, la denostada ex secretaria de Desarrollo Social y autora de un libro cuyo título se ha vuelto famoso: «Dios Mío Hazme Viuda» . No se trata de honrar el adagio popular, aquel que dice que «para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo»; y no se trata porque Doña Denise se pinta sola para cantarle «‘las cuarenta» a cualquiera, sin distinción de sexo, edad, filiación política o religiosa, la señora es resueltamente deshinibida para escribir sobre las personas y las cosas. En todo caso la preocupación por el tema de Doña Guadalupe Loaeza, otra mujer que se ha ocupado del asunto, puede ajustarse a una creencia generalmente aceptada: a las mujeres solo les preocupan dos tipos de bodas: las suyas y las de las otras mujeres. Lo cierto es que las viejas reglas de la vida pública en México están cambiando, asistimos a la inauguración de una nueva era y quizás por eso los signos despiertan el interés generalizado, tanto más cuando estos se vinculan a la figura más importante de principios de este siglo: Don Vicente Fox. Por otro lado existe en México un espíritu conservador, profundamente conservador, que quiere ver en las mujeres exhibiciones concretas aunque falsas, de los valores tradicionales: religiosidad de formas externas, seguridad, aunque provenga de un psicótico estoicismo, pródiga sensiblería y subordinación total. Cuando la esposa de un hombre público no se ajusta a este patón ciertos sectores de la población la verán con recelos. Curiosas son estas conductas en a tierra de Sor Juana Inés de la Cruz, que en el siglo XVII, antes de entrar al convento de San Jerónimo, se cortaba el pelo cuando no lograba el dominio de una materia, porque no era el caso cubrir «una cabeza tan vacía de noticias». Claro está que las mujeres de los hombres públicos en México han respondido, también, a los paradigmas de su tiempo, siempre dentro del marco de conservadurismo esperado. No podrá obviarse el hecho de que algunas de ellas tuvieron participación importante en las carreras y en la actuación pública de us maridos, ya sea por el azar o protegidas por las circunstancias, pero tratando de observar la discreción que se espera, las que por alguna u otra razón se han expuesto, com el caso de Doña Martha, tiene que pagar el alto costo que impone nuestra sociedad. Son ejemplos de mujeres que han tenido alguna influencia sobre el proceder público de sus parejas: la Malinche Doña Marina-, la emperatriz Carlota Amalia, Doña Carmelita Romero Rubio de Díaz, Doña Eva Sámano de López Mateos y Doña María Esther Zuno de Echeverría, por citar algunos ejemplos. Apoyaron decididamente las luchas de us esposos: Doñá Margarita Maza de Juárez y Doña Sara Pérez de Madero. Ahora, para el asombro de todos, y la mortificación de algunos, Doña Marthá Sahagún de Fox perteneció a los dos grupos antes citados. El caso entraña una consideración adicional: Doña Martha responde a un tipo de mujer que existe en México y que puede enfrentarse a una lucha cotidiana por mantenerse en pie. Parece ser que el medio ambiente es más comprensivo con las mujeres solas o con aquellas que no pretenden jugar dos roles: esposas y activistas profesionales.
Siempre merecerá la pena atender la observación que hace Fray Diego de Landa en su «Relación»: dice el franciscano que los mayas no golpeaban, ni mataban, a sus mujeres, pero que de ver que los españoles lo hacían lo empezaron a hacer. En términos generales los relatos de Fray Diego de Landa hace intuir que los mayas tenían a las mujeres en una consideración superior con relación a la que tenían los españoles. «La Malinche» jugó un papel importante en la conquista: fue la intérprete de Cortés. Ella, que era una mujer muy inteligente, hablaban maya y náhuatl, así es como Cortés hablaba en español con Jerónimo de Aguilar, este traducía al maya y «La Malinche» al náhuatl y en sentido contrario daban las respuestas. Puede pensarse lo que Malitzín significaba para Cortés, al punto de que los Aztecas lo llamaban por este nombre que era el de la celebre intérprete.
Las mujeres de los hombres del poder en México, como ellos mismos, son producto de una época. Las esposas de los virreyes habrían de ser, en su mayoría lo fueron, devotas, elegantes, fiesteras y de alcurnia. Gastaban su tiempo en arreglarse, en rezar y en patrocinar tertulias, fiestas y saraos. En algunas ocasiones los títulos nobiliarios de estas ilustres damas eran de mayor peso que los de su maridos que en algunos casos hasta los adoptaban. Las hubo sensibles amigas de las artes. Dos virreinas patrocinaron a Sor Juan y, al menos, con una de ellas, Doña Leonor Carreto, mantuvo una estrecha relación que ha dado lugar a ciertas interpretaciones, por lo demás muy comprensibles, sor Juana le escribía unos apasionados versos dignos de figurar en la literatura romántica. Doña Josefa Ortiz de Domínguez es una figura importante en nuestra historia aun cuando no fue esposa de un jefe de estado. Es la mujer de la Independencia. Doña Josefa vivió su amor con el corregidor Domínguez mientras este estaba casado, en esa época nació su primera hija, cuando el corregidor enviudó, y su matrimonio se inscribió en el Libro de los Matrimonios Ocultos del Sagrario en la ciudad de México. Doña Josefa sabía leer pero no escribir, lo que era frecuente en el caso de las mujeres, porque según Don Francisco Sosa así se evitaba que las mujeres enviaran cartas de amor. A pesar de esto se ha dicho, sin que exista comprobación alguna, que Doña Josefa, en los tiempo de la insurgencia, mantuvo un romance con Allende, así como Doña Leona Vicario lo tuvo con Don Andrés Quintana Roo. La Independencia tuvo mujeres increíbles, que entregabas con pasión a la causa son merecedoras de admiración y respeto: Gertrudis Bocanegra, a quien fusilaron; la «generala» Morelos, que se fue a la batalla con todo e hijos; María Soto la Marina y Carmen Camacho entre otras. Las mujeres del siglo XIX deberían vivir en la penumbra de us hogar, teniendo y atendiendo a los hijos, rezando, cociendo y haciendo dulces. Así es como eran buenas, perfumado a su marido con el dulce aroma de su abnegación y su pudor.