En todos los hogares, aparte de las guerras de subsistencia y otras, se libran dos guerras inevitables y particularmente rudas: la de los sexos y la de las generaciones. Los problemas con la pareja y con los hijos poco tienen que ver con la realidad y mucho con la naturaleza sicológica de los protagonistas, con su subconsciente. Los hijos pretenden suplantar a los padres: los varones al padre y las niñas a la madre, o, al menos, cuestionar su autoridad para hacer las cosas. La lucha de los sexos es eterna. Se supone que  la cópula es la armonía perfecta porque los sexos se vuelven uno. Freud nunca trabajó con estadísticas: solo observó a los animales y estudió la mitología griega y a los pueblos primitivos. De estas observaciones lanzó sus brillantes teorías. Brillantes aun con sus limitaciones. Cuando las dos guerras se cruzan el problema parece que  cierra las puertas a un camino de solución.  En la mitología griega lo vemos con Cronos, Rea , Zeus y sus hermanos. Cronos solía comerse a sus hijos por la advertencia de que uno de ellos acabaría con él. Sin embargo Rea , tras muchos conflictos con su marido Cronos, le pide a su hijo mayor Zeus que acabe con su padre.

Zeus acuerda hacerlo pero le pide a su madre que mande a sus dos hermanos varones a unos destinos que impedirían que le disputaran su liderazgo. A uno lo mandaron al infinito mar y al otro al arduo inframundo. Así nace una suerte de incesto espiritual , pacto en que se funda la nueva familia, la que a menudo las mujeres encuentran feliz. Pero en realidad se trata de eso: una destrucción. Con frecuencia un solo hermano es el que recibe la persecución del binomio del incesto espiritual. Los otros hermanos se unen al nuevo proyecto por temor a ser expulsados. El mismo padre destronado  se refugia fuera de su casa y no interviene en la redención del hijo perseguido ni en su propia reivindicación.    La razón poco puede hacer para evitar esta tragedia que siempre se retorcerá. El gran antídoto es el amor. Sin embargo este conjuro no es fácil como se cree: puede resultar más cansado que hacer una nueva fundación familiar. Poco es lo que se puede hacer para evitar las guerras , pero hay que estar alertas para crear una familia fundada en el amor y no el espíritu belicoso de los hombres.  El asunto se torna dramático en las empresas familiares o en la repartición de herencias. Todas las guerras familiares son de gran crueldad, pero los pasajes en las empresas y en la repartición de herencias pueden ser de servicio. Hoy ante la nueva información se tiene que lograr un cambio en nuestros estilos de vida, un cambio por el bien de todos.