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Esquina del Monifato

Mérida ha tenido tres formas de nombrar a sus calles. Tiempo hubo en que la calle 60 se llamó de Progreso primero y en otra Calle Central. La calle 59 fue la Calle Porfirio Díaz; la calle 60 , de la Plaza Principal a Santa Anna, fue el Paseo de Santa Anna; la calle 65 fue el Paseo de las Bonitas, la Calle de los Hidalgos y ahora tiene el poco poético nombre de Calle Ancha del Bazar; la calle 59-A , entre la 60 y la 58, fue, quizás lo siga siendo, el Callejón del Cabo Piña; hubo Calle Baqueiro, de los Oviedo, Peniche González, De Regil y Estrada, de Cosgaya, de Covián, de Barbachano, de Novelo, de Pacheco; de Cepeda , de Sierre O´Reilly, entre otras tantas. A finales del siglo XIX se sustituyó este sistema por el de números. Notable para encontrar calles los números tuvieron una gran desventaja: sacaron a la historia de las calles. Ponerle nombres de personajes históricos a las calles es interpelar a la población, sobre todo a los jóvenes que se preguntan “¿Qué habrá hecho este personaje para que una calle lleve su nombre?”. Sin embargo de tiempo atrás existía una forma singular de encontrar las direcciones: el nombre de las esquinas. Dice Octavio Paz que los políticos tienen una suerte de “derecho de pernada” para herrar las calles con nombres a menudo infames. Sin embargo en Mérida la gente nombra sus esquinas a partir de las leyendas urbanas o ciertas historias. Esta peculiaridad llamó la atención : de los Estados Unidos vinieron a hacer varios reportajes sobre esta fórmula tan original. Nombrar las esquinas con leyendas urbanas es tanto como vivir dentro de la literatura, vivir en un ejerció de la imaginación y estar inmersos en un caudal de creatividad que se desliza por toda la ciudad. Los nombres de las esquinas tienen una historia que pudo partir de la realidad hasta convertirse en un mito urbano. La calle 60 con 61 es la célebre esquina de La Duquesita, la 60 con 67 es la de “El Degollado”, leyenda que no ha de faltar en ninguna ciudad que se precie de su historia; la calle 60 con 81 es la esquina de “La Tortolita”; “La Grulla”, “El Monifato”, “El Toro”, “El Omnibus”, “Los Dos Camellos”, “La Tucha”, “El Tropezón”, “El Ave de Oro”, “Aquí Te Espero”, “Las Quince Letras”, “El Mono Suelto”, “El Zuncho”, “Santa Julia”, “El Turix”, “Las Cinco Calles”, “San Juan de Dios”, “El Antiguo Toro”, “El Matadero Viejo”, “Los Peones”, son nombres mágicos donde la historia se engendra a sí misma y que por muchos años sirvieron como referencia para ubicar las direcciones. Pero el punto fundamental es que es una muestra de la salud democrática de la ciudad. Es una lástima que ningún gobierno municipal haya realizado una campaña intensa para que la gente decida el nombre de sus esquinas y llamarlas así. Esta típica forma de llamar a las esquinas es una signo de la ciudad que tiene que retomarse.

Texto publicado en Línea Recta.