La Edad Media no fue tan oscura pues nos dejó el invento de la universidad. En la antigua tradición de los maestros y los gremios, el estudiante se unía a su maestro y al grupo para siempre. Esta visión no ha prevalecido con igual fuerza hasta nuestros días aunque, de muchas maneras, justifica una reunión como esta. Se considera a la Universidad Autónoma de Yucatán como una de las mejores de México. Y es que la ciencia y la sabiduría son cosas diferentes. La ciencia, basada en el pensamiento racional de occidente, si acaso logra insinuarnos el vasto dominio de lo que ignoramos. La sabiduría nos lleva a aceptar esta realidad, a contemplar el misterio y comprender lo imperfecto e inacabado de la naturaleza humana. Este multisecular colegio ha sido, es y será una de las mejores universidades de México porque ha atendido con igual esmero a la ciencia y a la sabiduría. Nuestra historia es muy larga. La genealogía de la actual Universidad Autónoma de Yucatán es muy antigua y riquísima. En la tradición de nuestra universidad existen los dos conceptos clásicos de educación en México y quizás en el mundo entero. Para nosotros son el ideal franciscano y el jesuítico. El primero se centra en enseñar oficios, fórmulas para ganarse la vida y contribuir al bienestar de la comunidad; la aspiración de la Compañía de Jesús en la educación es más ambiciosa: pretende la crítica y la generación de nuevos conocimientos en todos los campos: medicina, matemáticas, filosofía , derecho , teología y literatura, entre otros.
Nos fácil entender porque estudiamos matemáticas, ese invento del hombre que ahora lo domina: los números rigen nuestras vidas; no estudiamos igual la literatura. Quizás nuestro país se salvaría si sus líderes leyeran más poesía. No solo la duda por sistema alienta el espíritu científico, también la imaginación. Dos ejemplos: después de Jesús de Nazaret quizás el gran invento del hombre ha sido el del amor romántico, y este invento fue de un grupo de poetas en una región vaga: La Provenza, por eso a esos poetas se les llama “los poetas provenzales”; fueron tres las grandes transformaciones del hombre en el siglo XX: la teoría de Marx, la teoría de la Relatividad de Einstein y el planteamiento del subconsciente de Freud, esta última aportación la logra Freud inspirándose en los cuentos de literatura fantástica de Edgar Allan Poe en los cuales se revela un mundo interior que califica a las apariencias. Vuelvo al maestro Eduardo Urzáiz Rodríguez que tradujo a Longfelow, escribió una novela sorprendente, «Eugenia»-en la que anticipa los anticonceptivos- y un ensayo sobre Sor Juana Inés de la Cruz que sigue asombrando: El Espíritu Varonil de Sor Juana. El viejo Urzaiz era maestro normalista , medico obstetra y psiquiatra, también tuvo 14 hijos. El hombre cree en las matemáticas aunque nunca haya visto un cinco en la naturaleza. Asimismo a lo largo de toda la currícula habría que enseñar literatura. Hace años atormenté jóvenes dando clase de Microeconomía, durante ese tiempo empecé a sentir una profunda admiración por Jhon Nash y su teoría de los equilibrios. Años después le dieron el Nóbel de Economía a Nash y pensé que nadie lo merecía más que él. También supe que era esquizofrénico y me sentí feliz. Mi mamá solía decirme “Ay hijo te vas a trastornar” . Bueno si Nash era esquizofrénico , no era un asunto tan malo. Pero desde que estudié su teoría advertí que la función de la ciencia en la misma que la del arte: revelarnos un misterio del universo. Sus procedimientos son distintos, pero el fin es el mismo.
A la edad de 18 años crucé por primera vez el augusto portón de este multisecular edificio. Ya he vivido lo suficiente para decir que este es uno de los grandes privilegios de mi vida. Mérida es asombro para extranjeros y parece ser otro México, nadie se atrevería a negar que esta es otra de las grandes aportaciones de nuestra casa. Por una universidad no hablan ni sus autoridades ni sus maestros, ni sus alumnos, hablan sus egresados. Por eso es imprescindible entender que cuando nos otorgaron un título nos hicieron miembros de una estirpe de profetas a la que vamos a pertenecer hasta al final de nuestros días. La universidad se usa como el apellido: para nombrarnos. Negarla es negar lo que somos. Estar cerca de ella es vivir en esta comunidad que cuenta con el reconocimiento de todo el país y de América, es reconocerse miembro de una aristocracia intelectual que nos compromete día a día.