Universidad-de-Yucatan-2

La Independencia nace, como posteriormente lo harían la Reforma y la Revolución, con los ojos puestos en la educación como la vía de la superación de la patria. De ahí que como consecuencia de las leyes de Instrucción Pública dictadas por los congresos republicanos, se haya fundado en Yucatán, en el año de 1824, la Universidad Literaria, adscrita al Seminario Conciliar de San Idelfonso. Estas leyes renovaron el impulso, que, como hemos visto, venía de años atrás, por abrir escuelas primarias en Mérida y en las principales poblaciones del estado. Ya existía en Yucatán un especial interés por la educación, ya se percibía en el estado que la diferencia que podía existir entre un hombre y otro solo la establecía el nivel de educación. Esto no quiere decir que fuera fácil para los indígenas y los desposeídos accesar a las escuelas, pero si define la sensibilidad que existía en Yucatán por la educación y las manifestaciones culturales, esas que años después gestarían la fama del estado. Durante ese tiempo aparecieron en Yucatán un buen número de escuelas particulares y se abrió la primera escuela oficial para niñas en el año de 1846, lo que muestra otro rasgo especial de la educación en Yucatán no tan común en otros pueblos de origen hispano, ni en la España misma. La enseñanza privada existía desde los tiempos de la Colonia, pero no en forma de escuelas como hoy las conocemos, sino en casas particulares y con objetivos más bien limitados. Finalmente en el año de 1849 se estableció la Academia de Ciencias y Literatura, ubicada en el antiguo local del Colegio de San Pedro. La Academia era presidida por don Jerónimo Castillo, siendo su vicepresidente don Gregario Cantón; era el bibliotecario de la Academia don Fabián Carrillo Suaste, «el primer escritor genuinamente yucateco»; en la Academia se impartían las siguientes cátedras: Lógica, Aritmética, Geometría, Latinidad, Inglés, Francés, Teneduría de Libros, Dibujo y Música. Era maestro de música don José Jacinto Cuevas y de Dibujo uno de los más celebres grabadores en la historia de México: Gabriel Gahona, «Picheta». El periódico de la Academia era el hoy legendario Mosaico. Nótese como las materias habían cambiado y como se observaba un enfoque más práctico, sobre todo en la materia de Teneduría de Libros que tanto significó para el incipiente comercio del estado. La Constitución de 1857 proclamó el principio de libertad de enseñanza, marcándose así el inicio de una nueva era. Ese mismo año de 1857 el sabio profesor italiano Honorato Ignacio Magaloni fundó el Liceo Científico Comercial de primera y segunda enseñanza y en 1859, otro distinguido educador, fundó el Liceo Comercial. Conviene destacar una práctica frecuente por aquellos años, que prevaleció aun en los duros días de la Guerra de Castas, y que de alguna forma se extendió hasta los primeros años del siglo XX: becar a alumnos distinguidos para cursar estudios en el extranjero. Son ejemplos: Gabriel Gahona, «Picheta», y Eduardo Urzaiz Rodríguez, ambos le devolvieron a la sociedad lo que de ella habían recibido. Desde hace tiempo esta práctica se echa de menos.

La Independencia nace, como posteriormente lo harían la Reforma y la Revolución, con los ojos puestos en la educación como la vía de la superación de la patria. De ahí que como consecuencia de las leyes de Instrucción Pública dictadas por los congresos republicanos, se haya fundado en Yucatán, en el año de 1824, la Universidad Literaria, adscrita al Seminario Conciliar de San Idelfonso. Estas leyes renovaron el impulso, que, como hemos visto, venía de años atrás, por abrir escuelas primarias en Mérida y en las principales poblaciones del estado. Ya existía en Yucatán un especial interés por la educación, ya se percibía en el estado que la diferencia que podía existir entre un hombre y otro solo la establecía el nivel de educación. Esto no quiere decir que fuera fácil para los indígenas y los desposeídos accesar a las escuelas, pero si define la sensibilidad que existía en Yucatán por la educación y las manifestaciones culturales, esas que años después gestarían la fama del estado. Durante ese tiempo aparecieron en Yucatán un buen número de escuelas particulares y se abrió la primera escuela oficial para niñas en el año de 1846, lo que muestra otro rasgo especial de la educación en Yucatán no tan común en otros pueblos de origen hispano, ni en la España misma. La enseñanza privada existía desde los tiempos de la Colonia, pero no en forma de escuelas como hoy las conocemos, sino en casas particulares y con objetivos más bien limitados. Finalmente en el año de 1849 se estableció la Academia de Ciencias y Literatura, ubicada en el antiguo local del Colegio de San Pedro. La Academia era presidida por don Jerónimo Castillo, siendo su vicepresidente don Gregario Cantón; era el bibliotecario de la Academia don Fabián Carrillo Suaste, «el primer escritor genuinamente yucateco»; en la Academia se impartían las siguientes cátedras: Lógica, Aritmética, Geometría, Latinidad, Inglés, Francés, Teneduría de Libros, Dibujo y Música. Era maestro de música don José Jacinto Cuevas y de Dibujo uno de los más celebres grabadores en la historia de México: Gabriel Gahona, «Picheta». El periódico de la Academia era el hoy legendario Mosaico. Nótese como las materias habían cambiado y como se observaba un enfoque más práctico, sobre todo en la materia de Teneduría de Libros que tanto significó para el incipiente comercio del estado. La Constitución de 1857 proclamó el principio de libertad de enseñanza, marcándose así el inicio de una nueva era. Ese mismo año de 1857 el sabio profesor italiano Honorato Ignacio Magaloni fundó el Liceo Científico Comercial de primera y segunda enseñanza y en 1859, otro distinguido educador, fundó el Liceo Comercial. Conviene destacar una práctica frecuente por aquellos años, que prevaleció aun en los duros días de la Guerra de Castas, y que de alguna forma se extendió hasta los primeros años del siglo XX: becar a alumnos distinguidos para cursar estudios en el extranjero. Son ejemplos: Gabriel Gahona, «Picheta», y Eduardo Urzaiz Rodríguez, ambos le devolvieron a la sociedad lo que de ella habían recibido. Desde hace tiempo esta práctica se echa de menos.

 

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