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A finales del siglo XIX los dos bandos en que estaba dividido México, el liberal y el conservador, que habían estado cruelmente enfrentados por largos períodos, parecían entrar a una era de paz que finalmente cristalizó del todo. Las órdenes religiosas que se dedicaban a la educación de la niñez y la juventud habían aumentado en Europa de tiempo atrás y lentamente, pero con pasos seguros, su trabajo se fue expandiendo. Así es como empezaron a llegar a un México que las recibía con buen ánimo, superados los enfrentamientos de la Reforma. Si la Ilustración surgió condenando el dogma y acusándolo de evitar el desarrollo de los pueblos, como tiempo después, con ideas similares, surgiría el marxismo, esto no ha impedido que en América y, particularmente, en México la Iglesia Católica juegue un papel importante en la educación. En ese sentido Yucatán no es la excepción. Así es como en las últimas décadas del siglo XIX empezaron a llegar a Yucatán ordenes religiosas que abrieron colegios que después cerrarían en los tiempos de la persecución religiosa para reabrirlos y mantenerlos hasta la fecha. Caso especial lo constituye la congregación de «Hermanos de María» que estableció su primer Colegio en Yucatán en 1899, de él dependía, en Mérida, los colegios de San Rafael, de San José, de Artes y Oficios, San Juan y Santa Ana; en el interior del estado: San Luis Gonzaga, en Valladolid; el de la Santa Familia en Espita; y el de San Antonio en Ticul. Otro tanto puede decirse de la legendaria Obra de la Enseñanza que mantenía los colegios de Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra señora de Lourdes, Nuestra Señora del Carmen, Sagrado Corazón de Jesús, y Nuestra Señora del Rosario, situados en el centro de la ciudad y en los suburbios de Santiago, Mejorada, Santa Ana, San Cristóbal, San Sebastián y San Juan.

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