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Al estar construyendo los majestuosos edificios del Vaticano el papado intensificó su campaña financiera: necesitaba muchos más recursos para hacer sus obras y mantener “los estados pontificios”. Los agentes financieros del papa recorrían Europa vendiendo indulgencias y extrayendo gran cantidad de dinero de las naciones. Los reyes y los príncipes se impacientaron ante estas traslaciones de sus riquezas. Así surgen las legendarias respuestas del monje agustino Martín Lutero ante las preguntas sobre la situación imperante. Estaba naciendo La Reforma, el movimiento que separó a gran parte de los cristianos.

La Reforma de Lutero y sus seguidores constituye un cambio importante en la historia de la humanidad. Aporta nuevos principios que transforman el sentido de la vida en occidente. El primer acierto fue el traducir La Biblia del latín y el griego al alemán y prescribir que se leyera no solo en los templos sino en las casas. La lectura se volvió un asunto divino: el que lee se acerca a Dios. El número de los libros impresos en el mundo alemán aumentó de menos de diez a miles ante esta nueva concepción.

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Martín Lutero

 

No menos importante fue asumir que la riqueza es una manifestación de la presencia de Dios en la vida de quien la obtiene. El trabajo, la prosperidad y el dinero eran signos divinos, no castigos o indicios de avaricia y otros pecados. El sentido de predestinación aceptado por los reformistas le dio al trabajo profesional una nueva dimensión: quien realiza un trabajo cumple con un mandato de Dios y debe hacerlo bien porque es sagrado. No menos importante fue el hecho de que donde no hubiera un pastor la votación de la mayoría podía elegir a uno; esto implicó concebir que la voluntad de la mayoría es la voluntad de Dios. Al eliminar a los intermediarios entre Dios y los seres humanos cualquier hombre puede obtener la categoría de elegido, similar a la que tenían los judíos. Así es como la democracia se vuelve sagrada, como la lectura.

Apenas si se necesita decir que el ascetismo que se esgrimió como repudio al boato vaticano fue un manadero de virtudes. A occidente y a toda la humanidad le hizo un gran bien La Reforma, quizás a la Iglesia Católica también. Sin embargo en un principio la Iglesia se preparó para enfrentar este embate, dos de las medidas fueron: la fundación de la Compañía de Jesús –un cuerpo militarizado y de élite para la defensa del papado– y la división de América entre dos pueblos que permanecieron fieles: España y Portugal. Al ver por la televisión la canonización de dos papas es inevitable pensar que los soberbios y hermosos edificios de El Vaticano poco tiene que ver con Jesucristo y su Evangelio que se reduce a dos ideas: amar al prójimo como a ti mismo y construir el Reino de Dios en la tierra. Jesús les dijo a sus discípulos: “los reconocerán porque se amen los unos a los otros”, nos por sus estéticos edificios ni por el boato de sus liturgias, ambos repudiados por Lutero y Calvino.

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No deja de ser sorprendente que siglos más tarde las situaciones parecieran haber cambiado: los Estados Unidos, un país eminentemente protestante, se inquietaba por la presencia de la Compañía de Jesús en Centroamérica, en especial por el interés de los jesuitas en la Teología de la Liberación, una postura muy alejada de la “contra reforma” del siglo XV.

Un Papa de la Compañía de Jesús, Francisco I, canoniza a un “Papa renovador ” de la Iglesia como lo fue Juan XXIII, con fama de bonachón pero con el coraje de convocar a un concilio. También se canoniza a un Papa extraordinariamente dotado para las masas pero que fue conservador en extremo. Quizás la postura de Juan Pablo II frente al divorcio y al control de la natalidad fueron determinantes para alejar a muchos jóvenes de la Iglesia Católica. Pareciera que dio marcha atrás en estas materias: Paulo VI, con prudencia, ya había avanzado algo en la nulidad de los matrimonios y en otros temas. Por otro lado no podrá negarse que Juan Pablo II fue un hombre decisivo para la caída de El Muro de Berlín y la anulación del concepto de revolución como sinónimo de “redención de los hombres”. La reivindicación de la libertad y la democracia encuentra en las últimas décadas del siglo XX en Juan Pablo II a su gran exponente. En este sentido los valores que defendió Juan Pablo II se encuentran muy cerca de Lutero y sus seguidores.

Hoy la Iglesia de América, hija de la “contra reforma”, no se ve en el boato de El Vaticano. El mismo Papa Francisco, con su sencillez personal, se ve como un signo de contradicción. Ciertamente , la Iglesia en América es una Iglesia más joven que al de Europa y en ese sentido diferente. En la canonización reciente se nota la tensión que ha vivido la Iglesia Católica por siglos, o quizás desde Pablo, y la necesidad de la conciliación: tradición y renovación.