La vida imita al arte, esta es una sentencia básica de todas las sociedades en todos los tiempos. Los artistas y los filósofos no tienen límites, van más allá de la realidad e inventan otros mundos. Esta libertad estimula la ciencia, las técnicas y todas las actividades humanas. Los Estados Unidos no hubieran creado una civilización tan próspera sin Franklin, Whitman, Poe, Fulkner, Heminway, etc; la Revolución Industrial no hubiera sido posible sin los poetas, narradores y filósofos británicos. Otro tanto se puede decir de la Revolución Francesa hija de La Ilustración. Alemania es lo que es por sus filósofos, poetas y músicos. También tenemos el ejemplo de Japón. La cultura es causa del desarrollo, sin ella es imposible. En Yucatán existe una vida cultural que en mucho se ha dado a espaldas de los promotores oficiales, cuando no, a pesar de ellos. En momentos patéticos algunos proyectos culturales han sido perseguidos por los promotores culturales oficiales que han cometido otro pecado capital: impulsar a la mediocridad que ha infectado la vida cultural de Yucatán. Los improvisados se sienten agredidos por el talento y de ahí que reacciones con cierta violencia. Los místicos de la trova piensan que Pavarotti solo asusta a los niños con sus gritos. A muchos Paz les parecería un demente por haber dicho que “20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada”, del Nobel Pablo Neruda, era poesía de guitarra; con esta expresión podríamos inferir lo que diría el autor de Piedra de Sol de la poesía de la trova yucateca. Se ha fundado una corriente histórica vergonzosa: la “mediocracia presupuestivara”, una de las grandes calamidades que nos ha dejado el priismo, los mediocres que viven del presupuesto. En la forma más patética construyeron grandes edificios – que permiten el manejo de presupuestos- en lugar de impulsar a las mujeres y los hombres de valía. Cemento, cristales, acero y mucho dinero en lugar de poemas, historia, debate de ideas, desarrollo de la Sinfónica, teatro, etc. Es imprescindible que el gobierno vuelva a reconocer la inminente trascendencia de la cultura, su poder transformador. Paz, Zaid y Krauze dudaban de que gobierno como promotor cultural. Quizás llegaban más lejos: es mucho el mal que el gobierno puede hacer como promotor y muy poco el bien. De ahí surgió Conaculta como instituto autónomo, condición que ha perdido ahora con las melancólicas consecuencias que vemos. De cualquier forma hace falta un serio trabajo en el campo cultural en Yucatán. El gobierno estatal puede retomar un liderazgo e impulsar el desarrollo económico desde el origen: la educación y la cultura.
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