LA RENTABILIDAD DE CULTURA
Nada hay más popular, si el término vale, ni más trascendente, que la cultura. La lógica que usa casi toda la humanidad es el invento de un filósofo. La forma de gobierno llamada “república” es también una propuesta del mismo filósofo: Aristóteles. Un caso muy mexicano, entre otros tantos: Bésame Mucho, canción de Consuelito Velásquez, es música de Shuman, lo que comprueba qué tan popular puede ser la llamada música clásica. Otro: la Marcha Turca de Beethoven es el tema del Chavo del Ocho. La administración de Xavier Abreu Sierra nos demostró que la cultura hace lo que cualquier administración pública quiere: crea un ambiente y eleva el espíritu de los ciudadanos. Y así la vida de la comunidad se vuelve otra. Desde luego que la admistración de Renán Barrera Concha fue pródiga en ese sentido: la Noche Blanca enriqueció el calendario de la ciudad. Cierto, Mérida es una fiesta constante. Se distingue en todo México y Centro América por la cantidad de actividades que se pueden convidar en un día. Los gobiernos piistas, que no hablaban nada más que con los que les decía que si o se cedían al autismo, desconsideraron el poder cultural. En forma increíble se hicieron nombramientos muy desafortunados y los resultados quedaron a la vista. La propuesta cultural del gobierno del Estado en tiempos priistas era casi patética, cuando no destructiva. Un palacio de la música no es una iniciativa muy clara, como varios proyectos faraónicos de otras administraciones. Y obviamente nada se hizo con el clima de la sociedad. Es importante tener presente algunos puntos:
- Quizás convenga estudiar la famosa propuesta de Zaid, Paz, Krauze y otros, en el sentido de mantener a la cultura al margen de la estructura de la administración. Esto es: restablecer un instituto, tal como estuvo Conaculta. Este instituto debe tener su propio consejo integrado con diversos representantes de la sociedad.
- La función de cualquier órgano cultural es: preservar el patrimonio cultural, impulsar la creación y difundirla.
- Pero una función toral de un órgano de promoción cultural es acercar a los intelectuales a la administración pública. Es verdad que el intelectual moderno tiene que crear, investigan y enseñar, pero también criticar. El intelectual que no ejerce la crítica traiciona su condición. En algunos casos podrá se académico y nada más. A una de las grandes tareas de un órgano de promoción cultural es esa: convocar al gran sector intelectual para que colabore, aun con la crítica, para elevar la vida pública de la comunidad. Esta tarea implica insertar al Estado en la vida cultural del resto del país y del mundo. La actividad cultural del país se centra en la capital, Guadalajara y Monterrey ofrecen alternativas. Mérida, ya lo hemos dicho, también posee una vida intelectual que en mucho no proviene de los distintos niveles de gobierno y si de la sociedad civil: sinfónica, FILEY, presentaciones de libros, exhibiciones pictóricas, obras de teatros, etc. Nadie en los últimos tiempos ha logrado ese acercamiento con los intelectuales como Carlos Salinas de Gortari. Ellos fueron parte de su proyecto.
- Un punto muy debatido es el espectáculo. Ya nos advirtió Vargas Llosa los riesgos de su suplir una cosa con otra. Sin embargo se le ha dejado a los institutos de cultura esa labor, que puede realizar, pero que no debe asumir como su única actividad. Aunque sería muy sano dividir esas funciones.
El perfil del procurador está claro, el del secretario de salud, también, y así otros puestos de especialidad. Lo mismo sucede con el secretario de cultura. Al revisar el perfil nos daríamos cuenta que son unos cuántos los que podrían desempeñar esa función que es vital para cualquier gobierno que quiere tener éxito.