En las últimas décadas del siglo XIX don Ramón Ancona Bolio tuvo dos logros apreciables: consiguió que don José Solar le cediera la concesión para explotar los terrenos nacionales ubicados en el noreste del Estado; y estableció una alianza importante con una compañía alemana para la explotación. El primer día de enero de 1876 salieron de Progreso para El Cuyo ochenta trabajadores. Todo el complejo llegó a tener 1800 kilómetros cuadrados de extensión. A finales del siglo XIX este complejo contaba con caminos, un sólido puente sobre el estero y un muelle de 167 metros de largo por 7 de ancho con dos vías férreas. Habitaban 1500 la zona, distribuidos en las fincas Solferino, Moctezuma, Puntachén, Puntatunich, Yalahau, Chiquilá, San José, San Fernando y Tehás. Había casas y edificios para oficinas, maquinaria, talleres y bodegas. Se contaba con 168 kilómetros de líneas férreas Decauville. La producción principal del complejo era el Palo de Tinte, conocido en el mundo como Palo de Campeche. El Palo de Tinte se explotaba desde los tiempos de la Colonia y tuvo una gran demanda por la industria textil. También se explotaban toda clase de maderas para la construcción; chicle, del que en 1901 se exportaron 180,000 libras. Por igual se producía sal y azúcar en el ingenio San Eusebio, lo que es algo fascinante. El ingenio tenía una capacidad para producción de 3,750 toneladas.
También se pretendió cultivar el hule: se sembraron 25 mil arbolitos. También se cultivó vainilla y se fomentó la ganadería.
Sin embargo a partir de 1895, con la aparición de los colorantes químicos, la explotación del legendario Palo de Tiente se dejó de vender. Por este motivo la empresa alemana se retiró, ante esta situación el señor Ancona vendió la negociación en 1897 a una sociedad anónima formada por: Eusebio Escalante Bates, Raimundo Cámara, Eulogio Duarte, Joaquín y Augusto L. Peón-hacendado, exportador de Palo de tinte y salinero- , Nicolás y Eusebio Escalante Peón, Agustín y José Vales Castillo- posteriormente los Vales Guerra seguirían siendo madereros-, Nicanor Ancona y Alfredo Cámara. Esta sociedad se constituyó con un capital de 500 mil pesos con mil acciones de 500 pesos. La crisis de 1907 obligó a los accionistas a liquidar la sociedad. La compañía se declaró en quiebra, en 1910 la Compañía de Fincas Rústicas y Urbanas, asociada al banco Comercial Peninsular Mexicano. Poco tiempo después la compañía pasó a manos del Banco Nacional de México, que estaba muy vinculado al Banco Peninsular Mexicano.