pan-de-muertos

La costumbre de compartir el pan en memoria de los difuntos es muy antigua. Viene de la Roma pagana en que se ofrecían estos panes para el descanso de los muertos. Cuando la Cristiandad llegó a Roma tomó esta costumbre, como otras tantas, y le dio un significado nuevo. Los conquistadores españoles hicieron lo mismo en México. Los Aztecas tenían un rito muy especial para la comunión con los dioses y los muertos. Se sacrificaban doncellas y se les extraía el corazón que se mezclaba con amaranto y aun latiendo era mordido. También se comían otros hombres sacrificados. De ahí que desde la primera hora se hiciera un pan en forma de calavera con azúcar pintada de rojo que supliera el horrible sacrificio humano. Este pan tuvo dos derivaciones: una en las calaveras de azúcar que hasta hoy sobreviven; la otra en el pan de muerto que tiene la forma de un cráneo y que lleva el amaranto famoso. Finalmente comer pan de muertos es comerse una calavera. Algo diferente: los vivos se comen a los muertos y no éstos vienen a comer lo que preparan los vivos.