Comisión Reguladora del mercado del henequén

Billete de la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén. 1915

Existe un creencia que no corresponde a la realidad: todos los hacendados eran ricos y prósperos. Realmente de la larga lista de hacendados sólo unos cúantos eran verdaderamente prósperos y acaudalados, la inmensa mayoría vivía endeudada con las casas exportadoras del henequén que a su vez representaban a los grandes compradores norteamericanos. De hecho el precio del henequén sufría constantes bajas por las presiones que los compradores ejercían a través de los intermediarios yucatecos. Muchos hacendados veían circular el oro americano, y lo gastaban a manos llenas en Europa o construyendo palacios y castillos en Yucatán, pero no se daban cuenta que realmente la riqueza era ilusoria pues sus deudas eran una carga dura en caso de que los precios fueran a la baja, como sucedió en la crisis de 1907 que implicó la ruina del pionero de la industria henequenera, don Eusebio Escalante Castillo.

Existe una singular y contundente prueba que muestra la forma en que los compradores norteamericanos, a través de sus intermediarios, presionaban el precio del henequén para mantenerlo a la baja: la poderosísima Internacional Harvester, Co., creada por el legendario financiero Mr. Pierrepont Morgan, que por la influencia que tuvo en nuestro país aparece en los murales de Diego Rivera – fue el consorcio que aglutinó a los cordeleros norteamericanos McCormick, Deering, Glessner y Jones, y realizó un acuerdo con su representante en Yucatán, la casa O. Molina y Cía., para deprimir los precios del henequén. Veinte años después de la firma del ominoso convenio, don Luis G. Molina, empleado de confianza de la casa yucateca, dio a conocer una copia del documento comprometedor, posiblemente siguiendo la trama de la vieja historia del empleado resentido. He aquí parte del texto del contrato: «Queda entendido que Molina y Co., usarán cuantos esfuerzos estén en su poder para deprimir el precio de la fibra de sisal, y que pagarán solamente aquellos precios que de tiempo en tiempo serán dictados por la Internacional Harvester Company. El esfuerzo para deprimir tendrá efecto desde el lunes 27 de octubre de 1902.»

Este documento exhibe que sí bien los trabajadores de las haciendas eran explotados por sus patrones, éstos a su vez eran engañados y manipulados por las compañías norteamericanas y sus intermediarios, que recibían magníficas ganancias por sus servicios. Realmente la parte más substanciosa del negocio del henequén no estaba en la hacienda y la producción sino en la intermediación. Precisamente por esto el general revolucionario Salvador Alvarado, cuando gobernó Yucatán, se dio a la tarea de destruir la intermediación y de elevar los precios del henequén. Consiguió sus dos propósitos, pero al hacerlo le dio un severo golpe al mercado: los cordeleros norteamericanos incentivaron el cultivo de la fibra en otros sitios de América, engendrándose así el problema que había advertido don Olegario Molina Solís en uno de sus informes como gobernador de Yucatán: si se elevan los precios se alentará la producción en otras partes y se dará lugar a una competencia ruinosa. Finalmente don Salvador Alvarado no favoreció tanto a los peones acasillados, pero sí a los hacendados endeudados y maniatados por los intermediarios.

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