A occidente la influyen con claridad dos civilizaciones: la judeo-cristiana y la grecorromana. Ambas nos ofrecen motivos para recelar de las manzanas. En la tradición cristiana del origen del mundo la manzana es el fruto prohibido, con ella Eva sedujo a Adán y por ella perdimos el paraíso terrenal. Sí, por muy poca cosa como lo es una manzana perdimos la Gloria Terrenal. La tradición Helénica tampoco es clemente con las manzanas: son el fruto de la discordia. En una reunión en El Olimpo se encontraron Afrodita, Hera y Atena. No fue invitada la Envidia que ni tarda ni perezosa cobró venganza, En una manzana escribió : “Para la más bella”, tras lo cual la lanzó entre las diosas reunidas. Han de imaginarse el jaleo que se armó. Los cierto es que las tres decidieron recurrir a un joven para que eligiera a la más linda. Paris fue el juez que eligió a Afrodita. Joven como era se dejó llevar por la belleza, así se le negaron la fuerza y la sabiduría. Paris creyó que Helena era el premio al que tenía derecho y se la robó. Pero he aquí que la bellísima mujer tenía marido: Menelao, a quien no le sentó bien la cobranza a la brava y se desató la guerra de Troya. La manzana no solo es el fruto prohibido sino el de la discordia. Empero hoy la comemos sin rencores ni temores. Más dramático es el caso del cerdo. Jesús sacó a los demonios de los poseídos y los arrojó a los cerdos, animales inmundos. En forma de cerdo se le apareció Lucifer a Jesús mientras ayunaba en el desierto y lo tentó. A él le dijo: vade retro (vete para atrás) de donde viene nuestro olvidado arredovaya. Pero hoy comemos el jamón serrano criado con bellotas , tan castigadas en el pasaje del Hijo Pródigo, y las deliciosas piernas, sin menoscabo de nuestra cochinita. Se redimió el cerdo de su condición demoníaca. La polémica del vino, que volvimos a tomar en Yucatán últimamente, es un poco más compleja. El vino lo encontramos en El Banquete de Platón como el gran convocador. Sin embargo , Dionisio, el dios del vino, lo es también de la tragedia. El vino está asociado a la desmesura y ésta a lo trágico. Nos llega con la cristiandad en forma espectacular: el primer milagro de Jesús fue el convertir agua en vino. Para Santo Tomás el vino curaba la melancólica. Y el vino no solo hace eso sino que está enlazado a la idea de la redención: es la sangre de Cristo. No sé si está idea se hace extensiva a la cerveza, los aguardientes y los licores, pero lo cierto es que el paganismo tenía razón: todos estos caldos están cerca de la tragedia. Estos debates han durado siglos veremos si sobreviven al 2014.
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