Por Gonzalo Navarrete Muñoz | Publicación original en Linearecta.com | Febrero 2015
Los primos Arturo y Fernando Ponce acudieron a unas oficinas públicas en México, DF. Se trataba de que la Cervecería Yucateca se expandiera por toda la república. La respuesta fue muy clara: podían hacerlo pero se les quitarían todos los permisos para importar las materias primas que hacían extraordinarios los productos de la cervecería, prácticamente únicos en México. Los Ponce optaron por la calidad, a la larga el público no. Se vendió la cervecería y luego se cerró la planta. El Grupo Modelo, el comprador, acaba de anunciar que construirá una planta de cervezas en Yucatán, ofreciendo algo menos de 500 empleos. El 21 de enero de este año El Economista publicó las siguientes notas: “Aterrizarán 70 empresas en Guanajuato”, “La IP de Jalisco proyecta 71 mil empleos este año” y “Nuevo León se conecta al mercado asiático”. Es cierto, la gran empresa da muy pocos empleos y exige mucho. En Mérida tenemos un nivel de pobreza menor a la media nacional: para algunos 15 puntos menos, para otros menos de 10. Lo cierto es que tenemos población vulnerable –sin seguridad social– porque nos hemos arreglado con el autoempleo de la microempresa. Nuestra situación puede ser envidiable para otras ciudades del mundo, pero la realidad es que necesitamos empleos para poder sacar de la pobreza extrema a varias comunidades del estado y a muchos yucatecos. Para esta cruzada necesitamos de la gran y mediana empresa. También necesitamos conectarnos con los grandes centros de consumo. Esto sin dejar de cuidar a nuestros tesoros: las microempresas. Tenemos que eliminar a todos Los Herodes que se empeñan en asesinar a los pequeños y crear un clima para que esos héroes de nuestra economías que son los microempresarios vivan sin ataques cardíacos. Para lograr todo esto es necesario hacer lo que se ha hecho en otras partes del país: formar recursos humanos capaces de desarrollar estos planes. En la segunda mitad del siglo XX en Yucatán la voz de don Manuel Mier y Terán Lejeune guió en mucho las políticas públicas. Don Joaquín apuntó una y otra vez la necesidad de un puerto de abrigo y uno de altura. Se hizo el primero casi de manera sorpresiva; también apuntó la alternativa de las maquiladoras. Fue Víctor Cervera Pacheco quien se impulsó con gran coraje los dos proyectos que finalmente pudieron hacer que Yucatán prescindiera del subsidio henequenero: las maquiladoras y el puerto de altura. Quizás esta afirmación a alguno le parezca excesiva pero no lo puede ser tanto. Ya sabes lo que tenemos que hacer, necesitamos desplegar el coraje para hacerlo. Bienvenida la que estaba ausente, pero necesitamos más.