
La muerte sería menos triste si la vida se acabara antes. Jorge Alvarez era de esos seres con una vida interminable. Personaje con una vida interior de una intensidad asombrosa. Se quebró la cadera y tuvo que ser intervenido. El mismo domingo que lo iban a operar escribió un texto y un poema de despedida. Hablé con el , tenía el temor natural pero estaba entero. Nunca lo vi repuesto del todo. Con voz baja me dijo : “esto es muy humillante, dependo de otros para todo”. El sábado pasado lo visité en la casa de la colonia Canto , casa de sus compadres a donde lo habían llevado. Le recomendé que rezara algún misterio de Rosario : “ es un ejercicio espiritual más que de fe”. Horas después me envió un mensaje de voz dándome las gracias por el consejo. Se le veía decaído y triste, pero converso muy bien. Al salir me despedi de su comadre Teresita, le dije “ qué noble es el corazón de los pobres. Cuídenlo mucho, se los encargo “. Como no comía le ofrecí mandarle Ensure y di algunas recetas para que pasar mejor. No cumplí, hoy me duele. Ayer hablé con él por última vez , a penas musitaba , le dije con determinación: “ Maestro le voy a llevar al Dr Roberto ROSEL que es su médico, esto no está bien “, protestó negándose y insistí con energía. Tampoco cumplí, hoy pienso que si lo hubiera visto su médico internista hoy estaría vivo. Dicho esto me corrijo: la muerte es exacta. Alvarez es un producto sofisticado de la cultura mexicana. Era uno de los activos humanos más valiosos de la ciudad: su erudición, su talento para escribir y su espíritu poético son extraordinarios. Jorge Alvarez Rendón contribuyó, y lo seguirá haciendo, al desarrollo del Estado. Fue muchas cosas y todas las hizo bien. Pero por encima de todo fue un maestro. Di con él varias materias y me conmovía como las preparaba, como estaba pendiente de hacer el material y distribuir las sesiones. Nos deja una obra y miles de artículos y textos publicados en las redes sociales. Todos somos iguales ante la muerte: los ricos, los pobres, los hombres ordinarios y los extraordinarios. Pero no todos son iguales después de la muerte. Jorge Humberto Alvarez Rendón, hombre extraordinario, vivirá en su obra.