El encendido debate sobre los llamados “matrimonios igualitarios” tiene muchas aristas. Pero en esencia se trata de una lucha entre las civilizaciones que engendraron a occidente. El 50 % de nuestro origen se encuentra en la civilización greco-latina y el otro 50% en la judío-cristiana. Para los griegos y los romanos la homosexualidad era absolutamente normal y , en algunos casos, hasta necesaria. Abundan los textos y las pruebas al respecto. Otro tanto podemos decir de Roma. Estos pueblos nunca hubieran condenando a nadie por tener una orientación sexual heterodoxa. Por el contrario la civilización judía fustigaba las prácticas homosexuales, sin ninguna taxativa. Por eso le llovió fuego a Sodoma y solo se salvó Lot y su familia, aunque su esposa se haya convertido en estatua de sal por volver la mirada al pasado. Pero el asunto se tornó más complejo. El fundador de nuestra civilización fue San Pablo. El Apóstol de Tarso hizo al cristianismo universal, lo despojó de la exclusividad que tenían los judíos. Para lograr esa empresa que transformó la historia de la humanidad usó la lógica aristotélica. Pablo era un ciudadano romano que había crecido en una ciudad griega. Pues este hombre que reunió a Grecia con el cristianismo judío fue implacable con los homosexuales, les negó la posibilidad de heredar el reino de los cielos. No es fácil encontrar algo similar en el Nuevo Testamento: no se castiga el pecado, se castiga al pecador. El argumento que sostiene una posición tan punitiva es que los homosexuales son contrarios al plan de divino, son , hasta cierto punto, adversarios de Dios. El hombre y la mujer, unidos en matrimonio, restituyen el orden Divino y fomenta la consecución del Plan de Dios. Esta postura niega que la orientación sexual es naturaleza y no vicio, ni pecado, esa podría ser una postura contraria a la Misericordia Divina. Lo cierto es que se le ha enmendado la plana a San Pablo en el pasado, concretamente en el tema de las mujeres. Pablo dice que como el hombre obedece a Dios, que como la mano obedece al cerebro, la mujer debe obedecer a su marido. Según este planteamiento, la mujer que no obedece a su marido viola la voluntad de Dios. Esto ha cambiado mediante un proceso de la Cuenta Larga, es decir de mucho tiempo. No podemos saber si se puede enmendar el tema de los homosexuales en las visiones paulinas. En todo caso es un proceso muy largo. Sin embargo el mundo se ha vuelto más tolerante e incluyente. Negar eso es absurdo. Pretender unificar bajo el mismo término dos tipos de “ matrimonios” que son distintos es contrario a la precisión jurídica y en ese sentido la batalla es estéril. Negar que los niños tienen derecho a una madre y un padre es , al menos, una inconsecuencia. Los mismo griegos, tan tolerantes con las relaciones homosexuales, nos exhibieron los problemas que provienen de los vínculos con el padre y la madre, existan o no. Muchos de esos problemas ni siquiera provienen de la realidad sino de la imaginación de las partes. Hay que comprender que este episodio enfrenta más de dos mil años y las ideas en conflicto están en el núcleo de nuestra civilización. La aprobación de una ley no fomenta igualdad y tolerancia y pude hacer el efecto contrario. Se requiere el debate del tiempo .
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