PASO-DEPRIMIDO-MERIDA

Para hablar con la serenidad precisada del llamado “Paso Deprimido” hay que evitar el partidismo.

Desprovisto de toda connotación partidista y política, con todo el respeto que se merecen los estropeados en sus inmediaciones, el análisis será más eficiente.

Lo primero digno de apuntar es que esa esquina, el cruce del Paseo de Montejo, con lo que hoy es Circuito Colonias, era una de las dos esquinas más lindas de la ciudad. El cruce de la calle 57 con la 60 y la esquina de la fuente de la Colonia México eran las más encantadoras de Mérida. La de Montejo no era augusta como la de la 60 pero era un cruce feliz.

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Así lucía la glorieta de la Colonia México poco después de su construcción.

 

En la Colonia México se da la manifestación más acabada del Funcionalismo, corriente arquitectónica que privilegia la función sobre el ornato y sobre los materiales de construcción. La Colonia México fue la última gran colonia que se hizo en esta ciudad hasta ahora. Sin embargo la esquina de la fuente  hacía una hermandad con el paisaje urbano como muy pocas esquinas de Mérida. Esto no sería suficiente para describir las cualidades de la esquina: las mansiones que lo circundaban no tenían bardas ni rejas, dándole  así una sonrisa a propios y extraños. Si el tránsito no fluía con premura el tiempo detenido en esa zona permitía recapacitar en lo que es Mérida: un estilo de vivir la vida.

El paso a desnivel, consagrado para la historia como “Paso Deprimido”, vino a destrozar la belleza, ya amenazada, de esa esquina. El destrozo se hizo violando la ley: la zona está protegida  por el Decreto de  Zonas Patrimoniales del Municipio de Mérida y del Decreto Federal que instruye al Instituto Nacional de  Bellas Artes a defender la zona como patrimonio moderno. En adición a esto el paso subterráneo se hizo con una peligrosa cercanía al manto freático, lo que producirá, en épocas de lluvia o de mareas altas, inundaciones.

La gran pregunta es: ¿Es viable que el Ayuntamiento cierre este paso? La respuesta no es fácil. Hechos los estudios pertinentes se dictaminará si la cercanía con el manto freático tiene alguna solución. Si se obtiene una manera de evitar los estragos del agua y sus niveles quedará otra pregunta: ¿Pierde el Ayuntamiento su autoridad moral al consentir una violación a sus propios reglamentos? La construcción del “Paso Deprimido” es una afrenta al Estado de Derecho. Ese es el desafío de esta obra tan controvertida: exige a los tres niveles de gobierno proceder a la restitución de  su autoridad moral. A la Federación, el hacer valer sus ordenamientos sobre el patrimonio reciente; al Estatal, castigar a los que golpearon y atentaron contra la vida de los ciudadanos que en uso de sus derechos protestaban; y al Ayuntamiento le corresponde revertir una obra que viola sus propios reglamentos. No es trance fácil. Pero quizás convenga que abrir la discusión con la participación de todos, en primer lugar de los ciudadanos. Es el consenso la única fórmula viable para superar este pasaje tan lamentable.