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San Nicolás de Bari

Su madre quería que fuera sacerdote como un tío suyo. Su padre aspiraba a que colaborara con él en sus empresas comerciales. La disyuntiva se solucionó por una tragedia: los padres de Nicolás murieron afectados por la peste. Se dice que había nacido en el siglo IV  en los valles de Licia (hoy Turquía). Finalmente se ordenó sacerdote y con gran  generosidad repartió sus bienes, a esta historia se le añadieron tres más. Nicolás libró de la muerte a unos niños, se volvió un santo casamentero, pues les proporcionaba las dotes a las niñas que no disponían de ella para que pudieran casarse- esta facultad ya no tendría mayor atractivo: ni las jóvenes ni los jóvenes parecen interesarse demasiado en el matrimonio- y, a un tiempo, fue patrono de los marineros pues se le atribuían poderes para dominar la bravura de los mares. Todas estas leyenda dieron lugar a que Nicolás fuera venerado en la Edad Media y sus reliquias transferidas a Bari, de ahí que se le suela llamar San Nicolás de Bari.

En el año de 1624 los inmigrantes holandeses fundaron Nueva Ámsterdam, hoy Nueva York, con la fundación instalaron sus mitos y tradiciones. Así fue como hizo su aparición Sinterklaas y sus fiestas del 5 y 6 de diciembre. La literatura norteamericana ha sido y es vigorosa: el escritor Washintong Irving escribió una obra memorable, “Historia de Nueva York”, y en ella el santo holandés empezó a llamarse Santa Claus. En 1823 el poeta Clement Clarke Moore publicó un extenso poema que delinea a Santa Claus tal como lo conocemos hoy. Fue el dibujante sueco Thomas Nast quien esbozó el rostro que identificamos como el de Santa Claus y que es un emblema de la navidad. Apenas si se tiene que decir que la vestimenta del nuevo personaje distaba mucho de la imagen de un remoto antecesor suyo:  Nicolás de Bari. A mediados del siglo XIX Santa Claus  cruzó el Atlántico, llegando a Inglaterra de donde, atravesando el canal, pasó a Francia. El antiguo Bonhomme Noel de los franceses se fundió con el “santa” americano naciendo el Papa Noel que extendió sus dominios a España. Fue , ya en el siglo XX, que la empresa Coca Cola le encargó al pintor Habdon Sundblon que le diera una retocadita a la figura de Santa Claus para presentarlo más humano, más atractivo. Aunque en la actualidad la imagen no podría representar a un hombre de la tercera de edad: ahora todos pretenden una figura diferente. La imagen que se ha tornado en la protagonista de estas fechas empezó a circular en el año de 1931. Así fue construyéndose el mito de los duendes, el polo norte y Rodolfo “El Reno”, que también se ha vuelto muy importante en estos días estelares del calendario.

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El antiguo Sinterklaas que los inmigrantes holandeses trajeron a la ciudad que llamarían Nueva Ámsterdam —hoy conocida como Nueva York— se transformó en Santa Claus gracias al genio literario de Washington Irving.

Lo cierto es que el Santa Claus como hoy lo conocemos es totalmente ajeno a la conmemoración del nacimiento de Jesús. Ha usurpado la función de darles regalos a los niños, cometido que les corresponde, en todo caso, a los Reyes Magos. Pero no puede pensarse en la natividad contemporánea sin la presencia de este producto, que nace en las fronteras indecisas de la leyenda y el ingenio, y que la economía recoge para darle movimiento a sus ciclos. No corresponde a nuestra tradición, mucho menos todo ese ambiente invernal que lo rodea y que es distante de nuestra vida tropical, pero no cabe duda: tiene un enorme poder de encantamiento. Algunos protestantes no solían festejar la navidad y otros no lo hacían por su naturaleza austera, por otro lado estaban los agnósticos, así es  como para el plural mundo occidental, la figura de Santa Claus cumple un cometido: anima los mejores sentimientos de los hombres, esos que estos días se pretenden encender.

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En un poema que es toda una obra maestra, Clement Clarke Moore el Sinterklaas que se festejaba 5 y 6 de diciembre se volvió el gran protagonista de la Navidad; a esto contribuyeron dos célebres dibujantes: Thomas Nast y Habdon Sundblon Traza al Santa Claus como hoy lo conocemos. Así, Los colores clásicos de Santa Claus —verde, negro, amarillo y azul— cambiaron por los colores que actualmente lo distinguen.

 

El éxito de Santa Claus fue tremendo y así cruzó el Atlántico y se impuso por derecho propio.

He aquí algunos de los nombres por los cuales es conocido el gran personaje: Deda Mraz, en Serbia; Santa Claus, en Estados Unidos; San Nicolás, en Venezuela; Papá Noel, en España, Argentina, Paraguay, Perú, Uruguay y Colombia; Papai Noel, en Brasil; Santa Claus, en México; Viejito Pascuero, en Chile; Nikolaus o Weihnachtsmann (literalmente “hombre de Navidad”), en Alemania; Julemanden, en Dinamarca; Joulupukki, en Finlandia; Jultomten, en Suecia; Pére Noël, en Francia; Father Christmas, en Inglaterra; Babbo Natale, en Italia; Sinterklaas, en Países Bajos; Mos Craciun, en Rumania; Santa Klaus o Ded Moroz (literalmente “el abuelo del hielo”), en Rusia; Pai Natal, en Portugal; Santa Claus, pronunciado como Santa Clo o a veces Santi Clo, en República Dominicana; Santa Claus (pronunciado en Puerto Rico “SantaClo”, debido al “spanglish”), en Puerto Rico, y Colacho, en Costa Rica, entre otros.

En esta mitología existen otros miembros de la banda que interpreta la Navidad, algunos aparecen como adornos y otros han sido olvidados. Sabemos del mágico tren de Santa Claus y de los Bendegums, los duendes que viven en Laponia, que fabrican los juguetes que se entregan en el mundo entero la noche del 24 de diciembre.

Poco sabemos de ellos, más allá de que usan atuendos con colores chillones: verdes, rojos y dorados.

Rodolfo el reno goza de una bien ganada fama en estas historias. Gracias al defecto que tanto lo atormentaba: tener la nariz roja como una grana, pudo conducir el trineo una noche de intensa niebla. Sin embargo, poco se dice de sus compañeros que tanto trabajan: Dasher, Dancer, Francer, Vixen, Comet, Cupid, Doner y Blitzen.

Pero si algo puede resultar extraño en todo esto es el olvido que ha cubierto la figura trascendente de la Hada Carbonilla. Cierto, Carbonilla estaba vinculada a los Reyes Magos, quizás lo siga estando, pero Santa Claus solicitó sus servicios: llevar la cuenta del comportamiento de los niños y encargarse de darles carbón a los que se portaran mal en el año.

En medio de tanto conflicto ético, del desvanecimiento de las nociones del bien y del mal, Carbonilla puede cumplir una encomienda importante, aunque muy poco grata. Por otro lado, su desaparición de la escena es comprensible: en tiempos de paz y de concordia no viene bien contradecir a San Pablo cuando aconseja no llevar cuentas del mal.

A menudo se critica con acrimonia el hablar de estos personajes como exóticos para nosotros. No se le disputa a Santa Claus ser un emblema ajeno a la fe, convocando así a todos los hombres de buena voluntad. Aunque hay que decir que la magia que representa es contraria al credo católico.

Estados Unidos nace libre de la metrópoli, fundándose por católicos y puritanos mal vistos en Gran Bretaña; ambos grupos firmaron un tratado de tolerancia religiosa que se ha extendido a través de los siglos a otros grupos, incluyendo a los judíos, los musulmanes y sus comunidades. Quizás por esto la presencia de esta comparsa en la Navidad sea vista con buen ánimo.

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