Hace unos días Margarita Díaz Rubio nos invitó a comer a su casa de Progreso. Nos invitó a Sara Poot y a mí, entre otras personas, con el definido propósito de que fuéramos juntos desde Mérida. Sarita no tenía como ir y yo feliz iría con ella. Así se cumplió lo propuesto. A la comida asistieron otras personas: Roldán Peniche y Marisol, su linda esposa; Jorge H. Aguilar y su esposa, Rafael Lores, Elva Villareal, encantadora, y otros distinguidos comensales.
Margarita Díaz habló de su reciente estancia en Israel y de ahí pasó a los horrores de la guerra por Gaza. Margarita es muy sensible y compasiva en el sentido más legítimo de la palabra: vive la pasión del otro. “¿Por qué vivir así, por qué no se sientan y arreglan todos sus problemas?”, dijo. Reviré: “Margarita casi todos los problemas tienen solución menos los familiares, o al menos entrañan una tragedia adicional: nos consume su solución tanto como el problema mismo”. Abundé: “Sara, la esposa de Abraham, al no poderle dar hijos a su marido, permitió que éste embarazara a la esclava, Hagar, y así nació Ismael de quien dicen los judíos, y otros, descienden los árabes”. Algo que Elva Villarreal, que es un espíritu trascendente, no encuentra como monstruoso sino como una noble muestra de amor.
Pero ésta es una historia ominosa que alude a la relación racial entre árabes y judíos. Dije: “Freud, como otros, trató de probar que Moisés, el libertador del pueblo judío, era un egipcio de raza, que adicionalmente les inculcó a los judíos el monoteísmo”. Algunos comentarios me condujeron a otro: “El amor es la perfecta restauración de la armonía social. Los amores de el rey judío Salomón y la reina de Saba, árabe, la legendaria Zulemita o Shulemit, es un intenso momento de cercanía entre los dos pueblos”.
Me parece que fue Jorge Aguilar, quién evocó El Cantar de los Cantares, un libro erótico que narra los amores de Salomón y la Zulemita, y añadí que la historia también aparecía en El Corán. Evoqué un verso que muestra con claridad el amor entre los reyes opuestos: “Tienes a todo un rey atrapado entre tus trenzas”, le dice Salomón y muestra un elemento que veremos después en los poetas provenzales: el vasallaje del hombre ante la mujer amada. “Los descendientes de esta pareja se robaron el Arca de la Alianza”, dijo Jorge. Pero alguien mencionó con lucidez los versos de Octavio Paz: “Si dos se besan el mundo cambia…..el mundo cambia si dos se miran y se reconocen, amar es desnudarse de los nombres”. Asistimos al horror de esta guerra que demuestra que la vida sabe a muerte y que la humanidad tiene un abominable espíritu criminal.
Sarita Poot, íntima amiga de tantos judíos, dijo algo muy acertado: “Ese es el Estado de Israel, no es la Cultura Judía”. Más allá del odio ancestral entre estos dos pueblos, esta guerra cuestiona a toda la humanidad y en especial al espíritu racional de occidente. Ocurre en la cintura en la que surgieron las tres grandes religiones monoteístas, por eso pretende un capítulo más: Dios vs. Dios. La magnitud del odio en el hombre es superior a la de la lógica y la fe, pero nunca superará al poder del amor. Al menos eso es lo que nos dicen El Corán y El Cantar de los Cantares de los amores de Salomón y la Zulemita.
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