En la ubicación vaga de aquella tierra donde se pretendió fundar una provincia a la que se le dio por nombre Santa María se los Remedios y que tendría por capital una ciudad que llamaría Carolina el 6 de enero de 1542, Francisco de Montejo y León, el Mozo, hijo natural del conquistador español Francisco de Montejo, el adelantado, fundó la ciudad de Mérida sobre los vestigios de la vieja Ichcanzihó. Por aquel tiempo la población maya que habitaba la «ciudad de los cinco cerros» si a caso llegaba a mil personas que poseían unas 200 casas de paja. Se trazó la ciudad siguiendo el modelo rectangular y se dividieron las manzanas entre los 115 vecinos de la flamante ciudad. Salvo algunas excepcionesf que se conservan, y otras que han desaparecido, la ciudad colonial refleja el influjo de las órdenes religiosas que tuvieron presencia en la provincia: los franciscanos y los juaninos. En el siglo XVIII hubo en resplandor urbano notable que fue superado por la transformación que se dio en la ciudad en el siglo XIX. Sin embargo Mérida da cabida a varios y cautivadores estilos arquitectónicos y concepciones del paisaje urbano: hasta hace algunos años era un caso singular en toda la República por esa pluralidad que parecía responder a momentos históricos precisos.
El patrimonio arquitectónico de la ciudad era una expresión cautivadora de nuestro pueblo, su cultura y si historia. Las cosas han cambiado: se ha tolerado la destrucción, la anarquía, la torpeza extrema y la preeminencia de intereses particulares sin ninguna clase de significación para el desarrollo económico del estado sobre los intereses colectivos. Las tentativas por re ordenar el estado de cosas a la vista están, sin embargo se requiere de un programa que cree conciencia en la ciudadanía sin el cual es poco lo que se puede lograr.
EL SIGLO XVIII
En el siglo XVIII se levantaron las siguientes construcciones: la Ermita de Santa Isabel o de Nuestra Señora del Buen Viaje y algunos años despues el mesón anexo para el descanso de los viajeros; la parroquia de Santa Ana y el paseo del mismo mombre que unía el Palacio Episcopal, en la Plaza Principal, con el nuevo templo; el templo de San Cristóbal, consagrado a María de Guadalupe; San Sebastián, que había sido construido con madera y palmas, se reedificó en el siglo XVIII. En este mismo siglo el gobernador Roberto Merino Cevallos trazó alrededor de la ciudadela de San Benito y del convento de San Francisco un paseo de circunlavació, llamado de Merino, que no llegó a funcionar como tal. Don Lucas de Gálvez construyó la alameda llamada posteriormente «El Paseo de las Bonitas». Don Lucas de Gálvez pavimenó las calles, introdujo el primer sistema de alumbrado público y abrió caminos. Como sucedió en otras ciudades de los dominios españoles, Mérida vivió un período de esplendor urbano en el llamado «siglo de los criollos», el siglo XVIII.
DOS CIUDADES EN UNA MISMA
Desde el siglo XVIII hasta finales del XIX la ciudad de Mérida estaba comprendida dentro de los atiguos barrios y sus alrededores: San Cristóbal, La Mejorada, San Juan, San Sebastían, la ermita de Santa Isabel, Santiago y Santa Ana.
Durante la colonia, las parroquias estaban divididas por «castas»: el Sagrado-Catedral, para españoles o blancos; la del Santo Nombre de Jesús, para negros o pardos, como lo había sido la ermita de Santa Lucía; la de Santiago, para indios de barrio y criados de españoles y la de Guadalupe o San Cristóbal, para indios de las afueras de la ciudad. La primera colonia que se hizo en la ciudad de Mérida fue «Chuminópolis» «la ciudad de chumín»- y la promovió don Domingo Sosa. «Chuminópolis» planteó varias novedades históricas : las casas eran de madera, con techos de dos aguas y se importaban de los Estados Unidos, armándose en los terrenos que iban ocupar. Al mismo tiempo algunas casas se alineaban a la calle y otras se ponían en el centro de los terrenos. En las primeras décadas del siglo XX se impulsaron tres colonias de la ciudad:la Jesús Carranza, San cosme -hoy García Ginerés- y el reparto Dolores Patrón. Las tres son casos excepcionales en Mérida. La colonia Jesús Carranza fue fomentada por el Gral. Salvador Alvarado con el propósito de dotar a los trabajadores ferrocarrileros de viviendas dignas; esta nueva colonia adoptó la aportación de Chuminópolis en el sentido de situar, en algunos casos, las construcciones en medio de los terrenos, de cualquier forma el trazo de las calles nos exhibe un paisaje urbano de mejor calidad al que tendrían posteriormente otras colonias populares; algo similar se puede decir del reparto Dolores Patrón, inagurado por el gobernador Torre Díaz en el año 1928 como colonia para trabajadores. El reparto Dolores Patrón, quizás más que la colonia Jesús Carranza, constituye un testimonio valioso: muestra un esfuerzo por dotar de vivienda decente a los trabajadores, no solo por las dimensiones y la distribución sino por el paisaje del área. San Cosme, hoy García Ginerés es una colonia que exhibe gran parte de la historia arquitectónica de la ciudad: lo mismo hay manifestaciones de afrancesamiento, art decó, estilo neomaya, que de funcionalismo. Realmente el paisaje urbano y la ubicación de la García Ginerés colindan con la avenida Colón, avenida histórica y representativa : en ella se fundieron, finalmente, los políticos con los hacendados y empresarios. Sorprende el mal trato que se le está dando a esta hermosa avenida de la ciudad sin que las autoridades intervengan enérgicamente. Posteriormente se impulsaron otras colonias como la Alcalá Martín y el antiguo pueblo de itzimná. Pero fue a mediados del siglo XX cuando se desarrollaron dos colonias importantes de la ciudad:la Miguel Aleman y la México. Ambas fueron colonias modernas para su tiempo, cada una con sus particularidades. La gran propuesta de la colonia Alemán fue la vivienda Dúplex, que se construían en serie y utilizando tabique. La Alemán fue un proyecto histórico : pretendió mil casas. La colonia México nace con mayores aspiraciones, sin embargo sin gran éxito: en 1948, cuando se dan a conocer por la prensa las cualidades de la colonia, se ofrece una exención por diez años del pago del impuesto predial a todo aquel que construyera en la flamante colonia que hoy en día es una de las más hermosas de la ciudad. De 1950 a 1970 Mérida vive un desarrollo urbano lento, la ciudad crece por debajo de la medida nacional.
A partir de 1970 las cosas cambian y la ciudad cobra otro ritmo de crecimiento. Hoy en día existen en la ciudad más de cuatrocientas colonias, con toda clase de nombres, en otra ocasión nos ocuparemos de este asunto que no es tan ligero como, aparentemente, algunos han creído.
LA CIUDAD BLANCA
Mérida fue la «ciudad blanca», porque fue la ciudad de los blancos durante la «guerra de castas», esta concepción fue anterior a los tiempos en que la ciudad se distinguió por su limpieza; quien ponga una tela de juicio esta tesis debe recapacitar en que en el censo de 1900 prácticamente no aparecían apellidos mayas en la ciudad de Mérida. Aunque en plena colonia los indios, negros, pardos y sus derivaciones, que vivían en los barrios de la ciudad eran el 60% de la población. El cambio drástico de esta situación se empezó a dar antes del desarrollo de la hacienda henequera. Mérida era la contraparte de Chan Santa Cruz, los indios, por pacíficos que pudieran ser, no eran gratos en la capital de los blancos.
Cuando los liberales desalojaron del poder a los conservadores encabezados por el Gral. Francisco Cantón Rosado, combatiente de la «guerra de castas» por el lado de los blancos, se dieron algunas tentativas por destacar la cultura maya. No eran sinceras: solo perseguían denostar a los adversarios políticos.
No fue sino ya bien entrado del período revolucionario que algunas calles empezaron a ser llamadas con nombres mayas. Inclusive se pretendió que el Paseo de Montejo cambiase su nombre por el de un personaje maya. Hoy en día se vive una versión diferente de lo mismo: la separación entre el norte y el sur de la ciudad, es cada día más notoria y abismal. Entre las colonias del norte de la ciudad, sus espacios, su equipamiento y e general el paisaje urbano, y las colonias del sur de la ciudad, es cada día más notoria y abismal. En los desarrollos de vivienda hay tal clase de discordancias que en algunos casos parecen ciudades distintas. El problema, desde luego, cada día es más complejo, pero ineludible. Es imprescindible trabajar para re orientar el curso de la historia de la ciudad, tal como se hizo en las primeras décadas del siglo XX, o de lo contrario estaremos asumiendo posturas similares a las que prevalecieron en los tiempos de la Colonia.