Por : Gonzalo Navarrete Muñoz.
La fundó el temible cardenal Richelieu en el año de 1635. Se le llamó La Academia Francesa y su función fue cuidar la lengua francesa. A esta multisecular institución han pertenecido: Descartes, Pascal, Moliere, Rousseau, Diderot, Blazac, Alejandro Dumas (padre), Flaubert, Stendhal, Nerval, Baudelaire, Gide, Camus entre otros inmortales. He aquí que esta mítica institución eligió como integrante al escritor Mario Vargas Llosa, peruano por nacimiento y español por elección , como el primer escritor no francés. Suceso insólito en la nobilísima academia. Vargas Llosa es uno de los mejores artesanos literarios en la historia de la literatura en todos los idiomas. Sin pretensiones en el lenguaje, ni siquiera se puede decir que de estirpe clásico, sencillo y llano, pero con el uso más excelente de las reglas de la narrativa, la obra de Vargas Llosa es extraordinaria. De suyo la visión moderna de las normas de la narrativa se le debe a este escritor: el narrador, las mudas, los planos de la realidad, el tiempo, las cajas chinas, los vasos comunicantes y el dato escondido. Estas fórmulas ya aparecen en El Quijote y se han ido usando a lo largo de la historia. Ernest Hemingway, en un cuento esplendido, The Killers, narra la historia de un hombre perseguido por otros para asesinarlo y nunca se dice el motivo. Hemingway, como sucede a menudo con los norteamericanos, pensaba que él había inventado la técnica, lo que no era cierto. La Fiesta del Chivo es una obra maestra por el talento que dispersa en el uso de las herramientas narrativas. Apenas transcurridas unas páginas el lector advierte el tema y el final, pero no suelta el libro porque queda atrapado en medio de esa maestría en el manejo de la narrativa. Sartre citó a El Quijote en su obra de teatro El Diablo y el Buen Dios, reconociendo que nunca había leído a Cervantes. Desde luego Borges hubiera merecido entrar en la academia por la gran admiración que los franceses tuvieron por él; Paz también, al menos porque tenía medio corazón francés. Esto a pesar de que el crítico británico Wilson dijo que no aprendía español porque no se había escrito nada en este idioma que valiera la pena. Sin embargo esta distinción ha recaído en Mario Vargas Llosa, para orgullo de nuestra lengua.