Por Gonazalo Navarrete Muñoz. Tomado de Linea Recta, diciembre 2103.

Tenía una idea de él desde el Colegio Montejo por ir varios años antes que yo y por ser hermano de otros Casares Cámara. Pero lo traté intensamente cuando estudiamos la Maestría en Administración en Universidad Autónoma de Yucatán. Entramos a presentar Macroeconomía 19 alumnos , pasamos dos: José María Casares Cámara y yo. El examen lo reprobó hasta el subdirector regional del Banco de México. La dilatada prueba pretendía la planificación anual de la economía de un país. A lo largo de cuatro años acudíamos varios días a la semana a tomar clases por las noches tras una fatigosa jornada laboral. Por aquellos años Pepito empezaba a enamorar a Cristina, su actual esposa. Una noche después de clase le compró un ramo de rosas . Le comenté que no era para tanto y recuerdo su respuesta: “¿Tu no tienes el tupé de llevarle un ramo de rosas a una muchacha?”. Pepe parece adusto hasta hosco pero es de una gracia extraordinaria. Cuando estudiábamos análisis financiero de súbito dijo: “Mañana en una junta les voy a pedir la ’ prueba del ácido’ – nombre de una fórmula que mide la liquidez de una empresa-y los voy a dejar ácidos a todos”. Por aquel entonces trabajaba en un laboratorio Diésel de una empresa del grupo Ponce. Lo visité en su oficina de la avenida aviación: tenía un modesto escritorio sin privado. Pepito razona con la mesura que prescribían los griegos y con la dialéctica que demanda que a toda tesis se le encuentre la antítesis y se logre una síntesis. Cuando nos encerraron a jugar en legendario Gamcax estuvimos a punto de perder la razón. Con compromisos y tensiones en las oficinas vivíamos el vértigo de el juego que contenía un plan de choque como el que aplicaría Salinas en tiempos de De la Madrid. Acudí a su boda y degusté la exquisita cena que doña Mené y don Juan E. Millet, sus suegros, ofrecieron en su casa de la prolongación de Montejo. Evoco ciertas crepas de jaiba que confeccionó con arte alguna pariente. Pepe consiguió una sólida preparación a base de una dedicación extraordinaria. Yo fui testigo de muchos esfuerzos que explican su exitosa carrera. A un tiempo me complazco en recordarle tres cualidades: discreción, fidelidad y una honorabilidad inquebrantable. He leído con gusto que mi viejo amigo Pepito ha sido nombrado CEO del Grupo Bepensa. Es el puesto más alto que se puede ocupar en la iniciativa privada yucateca. Muy bueno sería que todas las virtudes personales y profesionales de José María Casares Ponce las conocieran las nuevas generaciones para comprender como se llega a esos niveles.