Cuando el rey de España entregó el nombramiento de cronista a Juan Francisco Sahagún de Arévalo dijo : “siendo los cronistas los que con los libros de historia hacen patentes las memorias y sucesos pasados , asientan los presentes que experimentaban y dan norma para los futuros”; este texto nos revela conceptos, todos estos, de una asombrosa vitalidad. Por él podemos entender que el cronista requiere manejar los tres tiempos contradiciendo a los que aseguran que el tiempo real es el pasado, asumiendo que el presente no existe, tan solo es traslación, y que el futuro es la incertidumbre, el campo de juego de la fortuna.
Es imprescindible admitir que la crónica no es la anécdota histórica o la simple narración de tal o cual suceso, ni su contrahechura: el chisme; y menos la devoción por la nostalgia. Es la exigencia de explicar el presente con el instrumento del pasado, que anticipa lo que está por venir.
A pesar de que el texto colonial al que hemos hecho referencia ha atravesado los siglos con una insólita vigencia, las que no se han conservado son las ciudades y sus vidas. Al crecer van entrando a un extraño proceso que parece ser contrario a la naturaleza del hombre: las calles se hacen en el aire: pasos a desnivel y segundos y terceros pisos; los hombres y mujeres empiezan a andar bajo la tierra atraídos, o dominados, por los medios masivos de transporte; dilapidamos nuestra existencia en trasladarnos de un lugar a otro, esto ya es una forma de suicido colectivo, una manera de restarle tiempo a la vida que ya no se vive , se ve pasar desde los vehículos; los habitantes se desvinculan y pierden el sentido de pertenencia: ya no saben en que ciudad viven.
Dijo con lucidez Benjamín: “Nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad , con frecuencia teniendo
que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual”. Evitar ese agio que nos arruina es una de las labores de la crónica. Para realizarla el cronista tiene que investigar con igual interés en las bibliotecas, las hemerotecas, los archivos como en las calles. Su labor podrá ser la de un serendipity. El conde de
Serendipit, un príncipe de Ceilán, encontraba siempre lo que no investigaba; o para decirlo en términos muy nuestros “buscaba lo que no estaba buscando”, siendo que ese hallazgo será siempre de valor por simple razón de existir.
El esfuerzo posterior del cronista concentrará en divulgarlo: no hay cronista sin publicaciones y sin libros, aunque la soberanía de éstos últimos haya
terminado y se deba recurrir a otros medios de comunicación. Pero hay que dejar en claro que la palabra escrita nunca puede ser prescindible. Dos ejemplos del Yucatán del siglo XX son ilustrativos: el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez realizó algunas crónicas extraordinarias con los dibujos de la Reconstrucción de Hechos de Claudio Meex, sin embargo nunca pudo evitar los imprescindibles textos literarios que les daban la verdadera dimensión; el otro caso, es más diverso y atractivo: don Carlos R. Menéndez González supo desarrollar dos estilos diferentes: el de dar a conocer un acontecimiento-comunicar una noticia- y el de contar una historia, hacer una crónica. Su labor contradecía a Antonio Cándido cuando nos dice que la
crónica “es literatura a ras del suelo” y le daba la razón a Carlos Monsiváis cuando nos esclarece que la crónica es : “la reconstrucción literaria de sucesos
o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.
No es un trabajo que acepte improvisaciones .
Es la exigencia de explicar el presente, que anticipa lo que está por venir, con el estímulo del pasado. Si no existe esa perspectiva de los tres tiempos no existe crónica. La crónica se desarrolla en un espacio pero el tiempo es superior al espacio y es por eso que el cronista tiene que tener una visión del tiempo. Verdad es que hay generaciones obsesionadas con el pasado y otras ofuscadas con la idea de contradecirlo, de romper con él. Pero la situación puede ser más compleja: en la historia de la humanidad hay siglos de ruptura y siglos de restitución . La Edad Media fue una triste ruptura con la antigüedad Greco-Latina, el Renacimiento fue una ruptura con la Edad Media, el siglo XVIII fue una violenta ruptura con La Ilustración y así sucesivamente. Mérida se fundó en el Renacimiento y vivió su momento de esplendor en la Bella Epoca del siglo XIX-un siglo que tuvo mucho de restitución-por eso en los cuatro puntos cardinales de la ciudad aparecen columnas de los ordenes-dórico, jónico y corintio-y , a veces, hasta otros elementos. Tal parece que quisieran decir: nos hubiera gustado estar en el Paseo Montejo pero tuvimos que quedarnos aquí. El siglo XX fue un siglo de ruptura con la Revolución Rusa y las subsecuentes revoluciones. A lo largo de gran parte del siglo XX el marxismo creó toda una literatura económica , al mismo tiempo , después de la segunda guerra mundial, se validó la ciencia económica . En la década de los ochentas los principios de esa ciencia se pusieron en práctica en un país que había sido devoto la estatización : Gran Bretaña. Así se llegó un annus mirabilis: 1989 con la caída del muro de Berlín. Los gobiernos que ignoran eso se meten en sentido contrario de la historia. Y eso que se mal llama neoliberalismo también dejó su huella en la ciudad con grandes edificios.
Me atrevo a otra alusión: en el siglo XX ocurrió algo: tras la fiebre española y la primera guerra mundial surgió la década de los xx, la mejor década del siglo xx. Después de la segunda guerra mundial vivió la década de los sesenta , esplendorosa y revolucionaria. Cuando el hombre se siente acorralado por la muerte saca lo mejor de si mismo y transforma la historia de la humanidad. El cronista no puede dejar de estar viendo lo que ocurre en el mundo y el impacto que tiene en la vida de la ciudad. Cierto, el azar es la regla segura de la vida pero aun así hay que estar muy atentos de lo que ocurre en le mundo.
También hay que tener como referente la cuenta larga de la ciudad. Nada hay perdido en las ciudades , los perdidos somos nosotros. Los problemas de la cuenta larga de Mérida serían:
1-La Mérida dividida que parte de la Colonia y que prevalece hasta nuestros días; la Mérida del norte es una y la del sur es otra. Pero a un tiempo existe un afán de negar nuestros orígenes mayas, manifestación de la Mérida dividida. A principios del siglo XIX don Benito Aznar Pérez de Valdelomar dinamitó el cerro de San Antonio en la calle 50, la calle del Imposible, a medidos del siglo pasado se puso una quebradora en el cerro de San Benito para quebrar las piedras de este mágico lugar que fue una pirámide maya , un convento franciscano y un cuartel , también a mediados del siglo pasado la Liga de Acción Social solicitó al gobierno municipal la creación de un monumento a la cultura maya en la Plaza Grande , no se hizo caso. Hace apenas unos días se dio una versión de la misma historia: se les ocurrió hacer una remodelación a la Plaza Grande , imposible considerar algún gesto a nuestros orígenes mayas. Asi como se puso la estatua a los Montejo y no se ha movido , así como se llamara Paseo Montejo a un paseo que tiene el nombre oficial Nachi Cocom;
2-Otro tema de la cuenta larga es la desaparición de la estructura barrial. Los Estados Unidos crean la mainstreet y consagraron la vida out the town, sin embargo volvieron de la guerra y dijeron : ustedes tenían la razón y la estructura barrial es la buena, a pesar de esto seguimos haciendo desarrollos con main strett y fuera del pueblo y no volvemos a la estructura barrial , pagando costos por esto. Existen zonas de la ciudad en que no hay sustentabilidad y en especial escuelas
3- A principios del siglo xx se desmontaron miles de hectáreas alrededor de Mérida para sembrar henequén. La ciudad fue creciendo y con el pavimento sustituyó al henequén y la temperatura subió. Desde entonces se han hecho algunas tentativas , el problema no se va a resolver en un trienio y no solo es de la autoridad. Se tiene que realizar un trabajo permanente de reforestación en la ciudad.
4- Control del uso del suelo. Las calles de la ciudad se van pervirtiendo por negocios que no tienen los cajones de estacionamiento para no crear caos. Es difícil controlar a los supervisores sin embargo se tiene que establecer un sistema que combine procedimiento electrónicos y supervisión física.
5- Los ambulantes son un problema permanente que se tiene que ir solucionando. Ya no solo están por el centro histórico. En el sur han proliferado en forma impresionante. A esto contribuyó el cierre de los mercados Lucas de Gálvez y San Benito que estimularon que algunos locatarios se ubicaron por otras zonas de la ciudad. Es un problema complejo que requiere encontrar una solución que prevalezca en el tiempo .
6- El tránsito. La ciudades se hacen para los seres humanos no para los automóviles, pero estos se convierten en una necesidad y van creando graves problemas a pesar de que las ciudades los empiezan a servir. Usar fórmulas imaginativas sin prostituir las ciudades para controlar el problema del tránsito es una necesidad permanente.
7- Los baches. Este es un problema de la “cuenta larga” porque tras las lluvias aparecen recurrentemente. No se cuenta con un presupuesto capaz de pavimentar las calles con materiales lo suficientemente fuertes para resistir el embate de las lluvias. De tal manera que hay que establecer fórmulas para contrarrestar ese problema.
8- La paz de la ciudad es un problema que se va convirtiendo de” la cuenta larga” y que la ciudad tiene que ir atendiendo en todas las formas que se requieran.
Por último hay que considerar que la crónica es un género literario. Sin escritura no hay crónica. Esto no es asunto de gente que publica fotos antiguas y menos para parlanchines. Eso que hablan a menudo cometen errores increíbles , lo que sucede es que al escribir se puede reflexionar más , ser más cuidadosos, la palabra hablada proporciona una dramática impunidad.