La “Revolución” parece haber perdido su sentido funcional. Más aun, como vocablo mismo ha caído en una suerte de desuso. No puede afirmarse que es un arcaísmo si persiste como una referencia histórica. Fernando Lázaro Carreter afirma con lucidez que el lenguaje es el archivo de todas las experiencias humanas. La palabra “Revolución” era una especie de abracadabra: “La Revolución se hizo para esto…para aquello ….o para lo otro……los ideales de la Revolución…..las promesas y los logros de los gobiernos revolucionarios….la fidelidad a la Revolución”. En el discurso público no había palabra más versátil: lo mismo se usaba para otorgar que para expropiar. Este vago concepto estaba por encima de la legalidad y el gobierno en turno lo podía utilizar como le acomodara. Otra palabra trató de sustituir a la voz “revolución”: “cambio”; pero el vocablo nació a destiempo. Los cambios políticos de finales del siglo XX se hicieron bajo los gobiernos herederos de la “revolución”; y, finalmente, parece comprobarse que los gobiernos conservadores , por su propia naturaleza, no son entusiastas a la hora de las transformaciones. Bien dicen algunos historiadores que en México se dieron varias revoluciones: la maderista, la encabeza por don Venustiano Carranza, de la que provinieron los norteños, y la revuelta de Emiliano Zapata. Lo cierto fue que don Venustiano envío a Yucatán al coronel Eleuterio Ávila con encomiendas específicas. Este personaje histórico se distinguió por tres decretos memorables: uno relativo al “toque de queda”, otro que le otorgaba la libertad a los peones acasillados- medida que algunos se esfuerzan en atribuírsela a Salvador Alvarado-, y el otro pronunciamiento es el que hacía obligatorio un préstamo de ocho millones de pesos que los yucatecos que gozaban de la fama de disfrutar de caudales tenían que entregar. La estrategia financiera presuponía que el préstamo no tenía que ser devuelto. Don Eleuterio no consiguió los ocho millones pero si logró la muy buena suma de 6 325 500 pesos. Entre los favorecedores de la causa podemos mencionar: a los miembros de la familia Ancona(Antonio, Hernando, Lorenzo, Teodosio, Rafael y Micaela ) quienes otorgaron 198 000 pesos; la familia Bolio (Adolfo, Fernando, Gustavo, Arturo, Perfecto y Luis ) 165 000 pesos; distintos miembros de la familia Cámara- la más antigua de Yucatán- exhibieron 300 000 pesos; los Campos entregaron 205 000 pesos; Manuel Casares Escudero aparece en la lista con 10 000 pesos, en cambio el otro abuelo de los hermanos Casares G. Cantón (Eduardo, Elda, Mario y Raúl), don Felipe G. Cantón, se dejó caer con 100 000 pesos que adicionados a los provenientes de los otros miembros de la misma familia dio como resultado que los G. Cantón participaran con 200 000 pesos; la familia Peón, considerando a los miembros de distintas ramas, aportó la cantidad de 605 000 pesos, de los cuales solo don Augusto L. Peón dio 200 000; don Arcadio Escobedo prestó sin esperanzas de cobro 100 000 pesos; los hermanos Manzanilla, 200 000 pesos. Don Olegario Molina Solís, ex gobernador de Yucatán, representante de los compradores extranjeros del henequén y ministro de Fomento en el último gabinete de don Porfirio se puso con 200 000 pesos de aquel entonces. Sin embargo nadie en lo personal aportó tanto como el yerno de don Olegario: don Avelino Montes Linaje, quien apoquinó 250 000 pesos. Curiosidades de nuestra historia, tanto don Olegario como don Avelino fueron blancos predilectos de las diatribas de los revolucionarios. En “honor” a ellos acuñó don Salvador Alvarado la expresión “Casta Divina”.
Nota al Margen: Don Avelino fue tan inteligente que supo seguir acrecentando su fortuna a través de otras personas. Tuvo la habilidad de congregar en torno suyo a personajes distinguidos como don Álvaro Domínguez Peón y don José G, Novelo Ramírez (quien fuera el director de la Escuela Modelo por décadas); así como a don Félix Lejeune, hasta el escandaloso rompimiento, y a los más señalados emprendedores de origen libanés.
Recientemente se celebró un aniversario más del inicio de la Revolución. Ese suceso detonante que fue el lanzamiento al martirio de los hermanos Serdán, en Puebla. Sin embargo, seguimos ignorando públicamente a los hombres y las mujeres que aportaron los recursos para que se realizara una de las grandes gestas de nuestro pueblo. En un ejercicio de imaginación asumo que no vendría mal iniciar el discurso de reconocimiento a estos personajes con los versos de la Suave Patria de Ramón López Velarde:
“Yo que solo cante de la exquisita
Partitura del íntimo decoro,
Alzo mi voz a la mitad del foro
A la manera del tenor que imita
La gutural modulación del bajo,
Para cortar a la epopeya un gajo”.
Sería una muestra de madurez y de modernidad, al menos por usar el que es quizás el primer poema moderno de México. Día habrá en que estemos listos para aceptar nuestra historia completa. Cuando ese día llegue reconoceremos que la Revolución tuvo importantes accionistas yucatecos.