CHICHÉN-ITZÁ Y LA PRINCESA SAC-NICTÉ
Todos los que han vivido en el Mayab han oído el dulce nombre de la princesa Sac-Nicté, que quiere decir: Blanca Flor. Ella era como la luna apacible y alta que a todo mira con tranquilo amor; como la luna que se baña en el agua quieta, en la que todos pueden beber su luz. Ella era como la paloma torcaz, que, cuando canta, hace suspirar a todo el monte, y era como el rocío que cae sobre las hojas y las llena de frescura y claridad. Ella era como el algodón de plata, que vuela por el viento y adorna el aire, y como el resplandor del sol, que hace nueva la vida.
Y era por eso la flor que florece en el mes de Moan, la alegría y el perfume del campo.
La princesa Sac-Nicté, cuando tenía cinco años, dio de beber a un caminante una jícara de agua fresca. Y mientras se la daba, mirase en ella, y el agua reflejo su mirar y su rostro. En el agua de la jícara broto una flor. Cuando la princesa Sac-Nicté tenía dos veces cinco años, iba por el maizal y vino una paloma y se posó en su hombro. Ella le dio granos de maíz en la palma de la mano, la besó en el pico y la soltó a volar por el aire.
Cuando ella tuvo tres veces cinco años, vio al príncipe Canek, que se sentaba entonces en el señorío de los ltzaes. Y ardió su corazón con la llama del sol nuevo. Toda la noche de ese día durmió con una sonrisa en la boca y despertó como si en su cuerpo y en su alma se hubiera encendido una luz alegre. Ella sabia que su tiempo era llegado. Para la flor escondida vienen los soles de Moan, que la abren y le dan el precioso color, y viene el viento claro del amanecer, que mueve los perfumes. Así la princesa Sac-Nicté floreció sobre la tierra del Mayab, cuando fue el día en que su destino tomo forma.
La gran piedra antigua que fue escrita en la oscuridad dice como sucedió. Y se canta así ahora, con voz que tiembla. A la soberana ciudad de ltzmal, fue el príncipe Canek para purificarse ante el rostro del Señor Zamná, según la costumbre, porque iba a reinar en Chichén, sobre los ltzaes.
El príncipe tenia torcido el animo y flojo el corazón. Así subió las veintiséis escaleras del Templo y palideció ante la cara del Padre de sus hermanos. Sus piernas de cazador temblaban cuando bajo, y sus brazos de guerrero estaban caídos. La Serpiente Negra vio entonces a la princesa Blanca Flor, y se retorcido su vida. Allí fue, donde la gran plaza de ltzmal estaba llena de gente que había llegado de fiesta, de los cuatro rumbos del Mayab, para ver al príncipe. Todos los que estaban cerca vieron lo que paso. Vieron la sonrisa de la princesa y su mirada llena de resplandor. Vieron al príncipe cerrar los ojos y apretarse el pecho con las manos frías.
Pero no vieron la flecha que vino de arriba y se clavó en los dos al mismo tiempo, y los dejó juntos, unidos el uno con el otro, para cumplir la voluntad de los dioses altos. Esa voluntad no la habían comprendido los hombres. Porque habeís de saber que la princesa de mayapán estaba dada por designio de su padre, el rey poderoso que se llamaba Hunacel, al joven Ulil, príncipe de Uxmal, que era de los Uitzes y heredero de la alianza de las tres ciudades.
En ltzmal estaban los tres grandes señores el día de la purificación, y allí se vieron y se inclinaron unos ante otros. La princesa Sac-Nicté brillo sobre ellos como la luna clara. Y escogió la vida del príncipe Serpiente Negra para levantarla a la luz y a su dulzura.
Gran día fue para la tierra del Mayab. Príncipe Canek, ¿Que sabías tú cuando la miraste … ?
¡Grande señorío del ltzá! toda grandeza estaba triste y el brillo de tu antigua luz se apagaba, y tu serpiente negra se arrastraba en lo oscuro, cuando apareció frente a ti la princesa Sac-Nicté, y fue como si alumbrará una estrella en el corazón de tu príncipe! iChichén-ltzá, casa blanca del Santo Sol: estabas lóbrega cuando ella vino a consumar tu suerte! iPero no lo sabías!
Han venido los mensajeros de Uxmal ante el rey Canek y le han dicho: «Nuestro señor Ulil, príncipe de Uxmal, pide a la grandeza del rey de los itzaes que vaya a sentarse a la comida de sus bodas con la princesa Sac-Nicté, y sea allí su amigo y aliado, en su casa y en su poder. 11 Y el rey Canek ha respondido, con la frente llena de sudor y las manos apretadas: «Decid a vuestro señor que me verá ese día.11 Otra embajada vino, a la mitad de la noche, cuando el rey de los ltzaes estaba solo y /dolorido, y miraba las estrellas en el agua para preguntarles. Vino un enanillo viejecillo y dijo al oído del rey: 11La Flor Blanca esta esperándote prendida entre las hojas frescas; has de dejar que otro la arranque para el?11 Y se fue el viejecillo, por el aire o por debajo de la tierra. Nadie le vio sino el rey, y nadie lo supo. En las piedras esculpidas en donde se escribía el tiempo, fue grabada y pintada de colores lf,l figura de la princesa Sac-nicté, la que no se olvida nunca en la tierra de los mayas. A su lado pusieron el rostro del príncipe Ulil, que iba a ser su esposo, y abajo escribieron los antiguos palabras bonitas que Yian quería decir: «De estos vendrá la grandeza del Mayab, y en ellos se asentara la paz y la abundancia de la tierra.»
En la grande Uxmal pusieron estas piedras y las coronaron de flores. Príncipe Canek, que buscas desesperado en la sombra? Fuiste al secreto del templo y preguntaste al dios y no mereciste que te respondiera. Sientes que tu amor esta en lo que es demasiado alto, porque la princesa Sac Nicté es para ti como una estrella lejana, aunque tu eres un príncipe y aquí abajo estas igual a ella.
Príncipe Canek, quieres alcanzar para ti el lucero de la mañana; quieres arrancar para ti la flor blanca del Mayab? lQué dirías, príncipe de los ltzaes, si supieras lo que esta escrito en la oscuridad? La Serpiente Negra será salvada, porque la mujer purísima en cuyos ojos miran los dioses ha querido mirarla con dulzura.
El pueblo que es hijo de los hombres que fueron santos, será libre del castigo y cambiará su rumbo. Está encendida la luz que ha de conducir a los ltzaes por el camino nuevo y por la nueva peregrinación. ¡Qué dirías, príncipe Canek, si lo supieras? En la fiesta de las bodas de la princesa Zac-Nicté con el príncipe Ulil se esperó tres días al señor de Chichén ltzá, sin que llegara. Pero el príncipe Canek llegó a la hora en que era precisa. Salió, de pronto, en medio de Uxmal, con sesenta de sus guerreros principales, y subió al altar en donde ardía el incienso de la boda y los sacerdotes estaban cantando. Estaba vestido de guerra y con el signo de ltzá sobre su pecho.
–iltzalán! iltzalán! –gritaron como en el campo de combate. No lo gritaron tres veces; ni un solo brazo se había levantado contra ellos, cuando ya se había cumplido todo. El príncipe Canek entró, como un viento encendido, y alzó a la princesa Sac-Nicté y la arrebató en sus brazos delante de todos. Nadie pudo impedirlo. Cuando quisieron verlo, ya no estaba allí. Quedó solo el príncipe Ulil frente a los sacerdotes y junto al altar. La princesa se perdió a los ojos, arrebatada por el rey, que vino como un relámpago. Allá van los guerreros delltzá con su señor, que se lleva abrazada a la princesa SacNicte! Todos se van y desaparecen, y así se acaba la fiesta de las bodas. Las calles y las plaza están llenas de gente, que canta embriagada de balche y no sabe lo que ocurre. guardias del príncipe Ulil perdieron sus armas y no las encuentran. lQuién está armado en Uxmal en día de gran fiesta? -iltzalán! iltzalán! -gritaron los del príncipe Canek cuando el robo a la princesa frente al altar de las bodas, adornada con flores y con los zarcillos de las desposadas. Cuando sueñan los caracoles y los címbalos y la rabia del príncipe Ulil grita por la calles, para convocar a los hombres de guerra, ya nadie ve al señor de los ltzaes, ni queda huella de él; ni de la princesa, ni de ninguno de los suyos. i Príncipe Can e k, arrebataste la estrella y arrancaste la flor! iCuando iba a lucir la mañana del desposorio apagaste el fuego virgen y te llevaste la luz de los Mayas! Así estaba dicho en la voz que no se escucha, y así se cumplió.
Había ido el príncipe Canek desde su ciudad de Chichén hasta la grande Uxmal, sin que nadie lo viera. Fue por el camino oculto que hay por debajo del suelo, de un templo a otro templo, de un lugar a otro lugar, en esta tierra santa de los Mayas. Estos caminos se ven ahora de vez en cuando. Antes solo los conocían aquellos que los debían conocer. Por el camino ancho y fresco que va desde Chichén de los ltzaes hasta Uxmal, en la piedra de abajo del suelo, fue el príncipe Canek a buscar a la princesa que tenia que ser suya por mandato de los dioses. De Mayapán fue la princesa con todos los señores de la sangre de Cocom y con su padre el rey Hunacel y una procesión brillante que recorrió el camino, llenándolo de cantos. Hasta más allá de la puerta de Uxmal fue con muchos nobles y guerreros el príncipe Ulil a recibir a la que era su prometida, y cuando la vio, la vio llorando. Todos los demás estaban alegres y danzaban por las calles y las plazas, porque ninguno sabía lo que iba a suceder. Las plumas de faisán y las cintas alegres resplandecían entre las armas. Todo el camino, hasta el palacio de los reyes, estaba adornado con plantas y con mástiles pintados de colores brillantes.
En Uxmal se hacia la fiesta del desposorio, y todos bebían y gritaban de contento cuando pasaron los príncipes que se iban a casar. Porque nadie sabía lo que iba a suceder. Los sacerdotes viejos que podían saberlo, estaban encerrados en sus celdas altas de los templos, para no hablar delante de los hombres. No se podía torcer la voluntad de arriba, que ya había mandado que sucediera en el Mayab otra cosa de la que estaban las gentes. ¡Pronto se vio lo que estaba escrito en lo oscuro, y otro camino tomaron las cosas para todos! Tres días de fiesta grande se dieron a los señores en Uxmal, que resonaba de alegría. Era ya el día tercero y la Luna era grande y redonda como el Sol. Era el día bueno para la boda de un príncipe, según la regla del cielo. De todos los reinos de cerca y de lejos habían venido a Uxmal convidados de gran alcurnia; reyes, y también hijos de reyes. Vinieron del Imperio de Xibalbá, y trajeron tapires sagrados cargados de ofrendas y adornados con joyas.Vinieron de Chacnohuothan, en nombre del rey de Tulha, catorce embajadores que trajeron nueve venados blancos, con los cuernos y las pezuñas de oro. Vinieron de Copan siete grandes señores en andas de concha de tortuga y trajeron bandejas de plumas de quetzal radiante. Vinieron de Nachancaan un príncipe y tres sacerdotes, que trajeron un libro de los horóscopos, hecho por la sabiduría de sus sabios, y muchos collares de esmeraldas. Vinieron de Yaaxchilan veinte guerreros jóvenes con embajada de sus reyes, y trajeron aceite de olor y arracadas de oro. Vinieron de Zacquí, la ciudad blanca y dulce, y trajeron pájaros enseñados a cantar como música del cielo. Y de todas partes llegaron embajadores, presentes y mensajes, de todos los señores de la tierra. Menos de Chichén-ltzá y del rey Canek, principal entre los principales. Se le espero hasta el tercer día, pero no vino ni mando noticia suya. Pareció extraño, y trajo inquietud al corazón de los grandes, pero no al de la princesa. Porque ellos no sabían. Y ella sabía y esperaba. En la noche del día tercero de las fiestas se puso el altar del desposorio, y no había llegado el señor de los ltzaes, ni hombre suyo venía por el camino. No esperaron los que no sabían.
¡Princesa Sac-Nicté, flor blanca del Mayab, luz de la luna, paloma torcaz, agua transparente, hija del lucero de la tarde: estas viendo llegar la hora de tu destino! Estas vestida de los colores puros y adornada de flores, y vas a ser dada a un hombre delante del altar. Pero otro es el camino que han abierto para cumplir la voluntad de arriba. Lo que no pasa en mil años puede pasar en un instante. Todo es que suspire en el viento un dios, y el rumbo del viento cambia. Tu lo sabes y esperas, princesa Sac-Nicté, que has puesto tu corazón en un hombre triste. Príncipe anek lqué buscas deseperado en la sombra? Fuiste al secreto del templo y preguntaste al dios y no mereciste que te respondiera. Sientes que tu amor está en lo que es demasiado alto, porque la princesa Sac-Nicté es para tí como una estrella lejana, aunque tú eres un príncipe y aquí abajo estás igual a ella. Príncipe Canek, quieres alcanzar para tí el lucero de la mañana; ¿quieres arrancar para tí la flor blanca del Mayab? ¿Qué dirías, príncipe de los ltzaes, si supieras lo que está escrito en la oscuridad? La Serpiente Negra será salvada, porque la mujer purísima en cuyos ojos miran los dioses ha querido mirarla con dulzura. El pueblo que es hijo de los hombres que fueron santos, será libre del castigo y cambiará su rumbo. Está encendida la luz que ha de conducirla a los ltzaes por el camino nuevo y por la nueva peregrinación. lQué dirías, príncipe Canek, si lo supieras? En la fiesta de bodas de la princesa Sac-Nicté con el príncipe Ulil se esperó tres días al señor de Chichén-ltzá, sin que llegara. Pero el príncipe Canek llegó a la hora precisa. Salió, de pronto, en medio de Uxmal, con sesenta de sus guerreros principales, y subió al altar en donde ardía el incienso de la boda y los sacerdotes estaban cantando. Estaba vestido de guerra y con el signo de ltzá sobre su pecho.
-iltzalán! iltzalán! -gritaron como en el campo de combate, levantando sus lanzas.iltzalan! iltzalan! -gritaron como en el campo de combate. No lo gritaron tres veces; ni un solo brazo se había levantado contra ellos, cuando ya se había cumplido todo. El príncipe Canek entró, como un viento encendido, y alzó a la princesa Sac-Nicté y la arrebato en sus brazos delante de todos. Nadie pudo impedirlo. Cuando quisieron verlo, ya no estaba allí. Quedó solo el príncipe Ulil frente a los sacerdotes y junto al altar. La princesa se perdió a sus ojos, arrebatada por el rey, que vino como un relámpago. iAIIá van los guerreros del ltzá con su señor, que se lleva abrazada a la princesa Sac-Nicté!
Todos se van y desaparecen, y así se acaba la fiesta de las bodas.
Las calles y las plazas están llenas de gente, que canta embriagada de balché y no sabe lo que ocurre.
Las guardias del príncipe Ulil perdieron sus armas y no las encuentran. ¿Quien esta armado en Uxmal en día de gran fiesta?
-iltzalán! iltzalán! -gritaron los del príncipe Canek cuando el robó a la princesa frente al altar de las bodas. Adornada con flores y con los zarcillos de las desposadas. Cuando suenan los caracoles y los címbalos y la rabia del príncipe Ulil grita por la calles, para convocar a los hombres de guerra, ya nadie ve al señor de los ltzaes, ni queda huella de el; ni de la princesa, ni de ninguno de los suyos.
¡Príncipe Canek, arrebataste la estrella y arrancaste la flor! iCuando iba a lucir la mañana del desposorio apagaste el fuego virgen y te llevaste la luz de los Mayas! Así estaba dicho en la voz que no se escucha, y así se cumplió.
Había ido el príncipe Canek desde su ciudad de Chichén hasta la grande Uxmal, sin que nadie lo viera. Fue por el camino oculto que hay por debajo del suelo, de un templo a otro templo, de un lugar a otro lugar, en esta tierra santa de los Mayas. Estos caminos se ven ahora de vez en cuando. Antes solo los conocían aquellos que los debían conocer. Por el camino ancho y fresco que va desde Chichén de los ltzaes hasta Uxmal, horadado en la piedra de abajo del suelo, fue el príncipe Canek a buscar a la princesa que tenia que ser suya por mandato de los dioses.
Así vio el rostro del príncipe Ulil el tiempo que dura un parpadeo, y robo la tórtola dulcísima, cuando ya la iban a poner en el nido que no le estaba destinado. No cayó ni una gota de sangre; pero la fiesta de estas bodas acabo tristemente para el príncipe Ulil y para el rey de Mayapan, Hunacel el muy grande. Porque ninguno de ellos conocía la voluntad de arriba. iAsi debía ser! Ah, la venganza que va a caer sobre Chichén, que está débil y cansada del suave dormir, de los juegos alegres y de los besos ardientes! Hay una hora para los ltzaes y ya llegó. Ya se llenó la medida de un tiempo. Se aguzan las armas otra vez en el Mayab y se levantan los estandartes de la guerra. iSe juntan Uxmal y Mayapán contra elltzá! En los caminos hay polvo de pisadas y en los aires hay gritos. Sobre la casa de los guerreros suena día y noche el címbalo ronco y truena el caracol.
¿Qué va a ser de ti, ciudad de Chichén, dormida en el suelo de tu príncipe? Castigada has de ser; pero tienes la Flor Blanca, que es la luz y gloria del Mayab, y tu castigo será tu salvación. He aquí como los ltzaes dejaron sus casas y sus templos de Chichén, la segunda vez en su tiempo, y abandonaron la ciudad bella de sus padres, que esta recostada a la orilla del agua azul, y huele como la miel de flores bajo el sol que enciende la vida. Todos se fueron llorando, una noche, con la luz de los luceros. Todos se fueron en fila, con las estatuas de los dioses y los libros de los templos. No quedó en Chichén más que el silencio que tiembla.
La princesa Blanca Flor llenó de fuerza el corazón del príncipe Serpiente Negra y abrió sus ojos para ver el camino. Delante de los hijos delltzá iba el príncipe Canek, caminando por el sendero abierto en medio del monte, envuelto en un manto blanco, sin corona de plumas en la frente. A su lado iba la princesa Sac-Nité, que resplandec(a como la Luna. Ella levantaba su mano y señalaba el camino, y todos iban detrás. Un día llegaron al lugar tranquilo y verde, junto a la laguna quieta, en donde esta el sagrado Petén, lejos de todas las ciudades. Y allí pusieron el asiento del reinado y edificaron las casas sencillas de la paz. Volvieron a los tiempos antiguos y la Serpiente Negra sintió renacer sus alas y se levantó otra vez por el aire.
Para el Itzá brilló sobre el cielo la luz de siete colores, que es la princesa Sac-Nicté, que esta sonriendo a los hombres de la tierra. Ella reino sobre los corazonesy los hizo purOs y blancos. Así, hasta que poco a poco se acabo el ltzá, al fin del tiempo marcado, como la flor del Sol, que lo sigue todo el día y se muere cuando el día se apaga. Se salvaron así los ltzaes, por el amor a la princesa Blanca Flor, que entró en el corazón del último príncipe de Chichén para apartar el castigo. Solitaria y callada quedó Chichén-ltzá, en medio del bosque sin pájaros, porque todos volaron tras la princesa Sac-Nicté.
Llegaron a ella, numerosos y enfurecidos como avispas, los ejércitos de Uxmal y de Mayapan y no encontraron ni el eco de un suspiro en los palacios vacíos y en los templos sin dioses. Entonces, su ira puso el fuego del incendio sobre las casas de los ltzaes, y marcaron con el filo de sus hachas las puertas abiertas, y derribaron los altares. Y se volvieron de allí para que la vida del Mayab siguiera como debía seguir.
Chichén-ltzá quedó sola y muerta, como está hoy, abandonada desde ese tiempo antiguo, junto al agua azul del gran pozo de la vida y junto al agua roja del gran pozo de la muerte, como fue fundada. Uno esta a un lado y otra esta al otro lado de la gran ciudad, en la que ya nadie habla, sino la voz escondida que nadie les escucha. iAigún día se escuchara! En el mes de Moan, cuando la vida se renueva sobre el mundo, brota la flor blanca en el Mayab y adorna de color los árboles y llena el aire de suspiros olorosos. El hijo del Mayab la espera siempre y dice con toda la ternura de su corazón, el nombre dulcismo de la princesa Sac-Nicté.