Publicación original en LineaRecta.com.mx | Diciembre 2014 | Por Gonzalo Navarrete Muñoz
El mercado de los bienes inmuebles es una alternativa del mercado financiero, de ahí que su intensidad no disminuya. Los inversionistas no aspiran tanto a la utilidad sino a preservar sus ahorros de los efectos perniciosos de la inflación. Eso nos ha llevado a ciertas confusiones. La traza urbana actual tiene un tamaño pero más de un tanto igual tenemos en terrenos en el municipio de Mérida: los terrenos no son campo de especulación. A pesar de esto se sigue pensando que se puede lograr lo que se obtenía hace años: ganancias considerables comprando terrenos. En las viviendas la situación no es diferente: tenemos más de 60 mil casas desocupadas. Realmente así no se logra ser una alternativa del mercado financiero. El dinero no descansa, tenerlo tiene un costo. Puede ser que los números no resulten favorables en un terreno que tardará 15 años en realizarse o en una casa que se deteriora por no ocuparse. Se han puesto de moda los departamentos y entran al mismo proceso: se construyen no en función de la demanda sino como resultado de los excedentes de efectivo de los inversionistas. Así es que tampoco tienen una venta feliz pero se siguen haciendo más torres. Llama la atención que no se atiendan la verdadera demanda en el campo de bienes inmuebles. Existen tres tipos de proyectos que parecen viables: bodegas de tamaño medio, que serían más exitosas en el periférico sur; un complejo de departamentos para personas de la tercera edad con los servicios que le son propios: espacios para ciertos ejercicios, enfermería, espacios para juegos de salón, servicio de transporte; y, algo que parece muy obvio, un desarrollo para extranjeros que vienen a vivir a la ciudad. Este último proyecto podría lograrse con inversionistas extranjeros y podría darse en una comisaría. Cierto, los extranjeros requieren de un “nivel de caminar” pero se les puede ofrecer en una comisaría y hasta en alguna colonia como la García Ginerés, una de las mejores colonias de la ciudad. Claro que con un buen servicio de transporte que de varias vueltas al centro de la ciudad podrían solucionar su problema y se les podría brindar mayor comodidad que en las casas del centro histórico que han cobrado un precio inusitado. No se puede seguir haciendo negocios como la esposa de Lot: viendo atrás. Lo que funcionó hace décadas ya no funciona aunque las posibilidades del negocio sigan intactas o quizás con más oportunidades que antes. No menos cierto es que el negocio inmobiliario se vuelto más demandante: requiere ir de la mano con las necesidades específicas. Ya no se pueden comprar terrenos y sentarse a esperar. Tampoco construir casas y venderlas a crédito. Se necesitan más esfuerzos. Pero aun esta novedad relativa abre un abanico de posibilidades que merecen ser atendidas antes de seguir saturando lo ya existente.