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Nadie está listo  para morir. Sea cual fuere su condición y su edad la esperanza en la vida siempre vibra. Para los seres queridos quien muere no es un hombre abatido por la enfermedad sino una figura plena de vigor, lo mismo para los amigos y para la sociedad. Este es el caso de don Ricardo Capetillo Casares, hombre de una naturaleza excepcional. Don Choyo, como fue conocido, pretendió ser sacerdote e inclusive estudió en el legendario seminario de Montezuma, en Nuevo México, Estados Unidos. Este gesto denota la sensibilidad refinada  que conservó hasta el último día de su vida, pero hay algo más : explica en algo su sencillez franciscana. Don Ricardo fue un periodista combatiente, un elegantísimo poeta y un ejecutivo premiado de una empresa editorial que producía y vendía enciclopedias. Todos sus logros y facetas siempre las escondió detrás de una tierna sonrisa que recordarán todos los que lo conocieron.  Don Choyo Capetillo es un modelo de hombre de bien. Eso no se lo quita la muerte que lo ha llevado al descanso eterno. Todo ese caudal que dejó en vida no se lo puede quitar nada, para bien de todos nosotros.