Por Gonzalo Navarrete Muñoz | Tomado del Diario de Yucatán | Diciembre 2014
Atanasia Margarita Cupul May nació por el rumbo de La Amapola (Amapola, lindísima amapola será siempre mi alma tuya sola….. ha cantado a lo largo de su vida como un homenaje al lugar donde nació). Era una niña cuando la llevaron a Chuburná que es como decir la casa del juego de azar con calabaza; del maya chú : calabaza y bul: juego de azar y con una terminación que puede tomarse como casa. Ahí fue a la escuela y a misa en el templo colonial consagrado a Nuestra Señora de la Asunción. En el mercado compraba su mamá recado para el box kool que en algunas ocasiones especiales se hacía con la pava que mataban en el patio de la casa. Bien cebada para el día prefijado se le correteaba y se le torcía el pescuezo para después remojarla en agua hirviendo y proceder al beneficio y su confección. En Chuburná aprendió a amar a las mariposas que salían después de las lluvias. Recordaba los panuchos de calabaza con queso de sopa que comía en el puesto de doña Reina Tecla en el mercado. Compraba todos los sábados xmakulan que servía para los males de la piel y para hacer unos arrollados de picadillo, exquisitos y cariñosos con el paladar. Su marido la llevó al rumbo del Chen Bech. Puro llorar hacía al principio. Atanasia extrañaba la pureza del horizonte de su amado Chubirná y el croar de las ranas en las noches. Pero al paso del tiempo ha llegado a amar al Chen Bech, que es como decir pozo y codorniz. Ahí en las inmediaciones de las esquinas de “El Oriente” y “La Gaviota” (Ramón López Velarde nos habló de “las garzas en desliz” y ahora es el tiempo de “las gaviotas en desliz” o en porrazos horribles) nacieron sus hijos y conoció la felicidad que no duerme y ve el amanecer. Ahora va a misa a La Mejorada, ese templo que se consagrara a Nuestra Señora del Tránsito y en el que ahora se venera a la Virgen del Monte Carmelo. No necesita ir al Lucas de Gálvez ni al San Benito, es para ella el mercado del Chen Bech un universo que nunca se acaba. La Mejorada fue un barrio para indígenas que venían del interior del Estado a vender sus mercancías y el mercado del Chen Bech es sobreviviente de esa tradición colonial. Todas las mañanas X Tas desayuna dos panuchos en el puesto de doña Gaby, son los mejores de Mérida porque recién hechos se logran con una exquisita carne de pavo en achiote y con frijol con empella. Para variar compra a veces sus polkanes rellenos de toksel. Todos los días lleva flores a su casa: Astromelias, Simprevivas. Gladiolas , Pmpones, Alcatraces y Adelfas , los Crisantemos y las Mariposas para sus santos. Sabía que por su rumbo se disfrutaba de un privilegio: pescado con frescura, merced que no tenían los habitantes del norte de la ciudad que solo dispone del mentado basa. X Tas compra rubias, pargos, boquinete , cazón fresco y ahumado y lo que tanto éxito tiene en su casa: postas de esmedregal. Las anonas , los saramuyos, los plátanos manzanos y Roatán, la papaya maradol y la mamey, las sandías y los melones chinos, el aguacate yucateco, el nance y la huaya bendita, los caimitos y el tauch para comer con naranja hacen más feliz la vida. Su mesa se enriquece con el atole nuevo y la calabaza melada. Devota de los huevos de gallina de patio con los que pretende resguardar la ortodoxia sexual de sus hijos-“los de granja tienen muchas hormonas”- los consigue en el mismo puesto en que compara la gallipava para el puchero de tres carnes. Atanasia vive convencida de que el Chocolomo que compra es legítimo y que la chicostilla del Chen Bech es la mejor de Mérida y sus alrededores, porque eso es el mercado un espacio pleno de magia donde todo es alegre.