Colonias de la ciudad de Mérida

Colonias de la Ciudad de Mérida: Parque de las Américas en la Colonia García Gineres

El primer fraccionamiento, en los términos en que hoy los conocemos, que se hizo en Mérida fue Chuminópolis. Don Domingo Sosa lo comenzó a fomentar desde 1890; sus esfuerzos eran integrales: fraccionaba los terrenos y vendía unas casas de madera que importaba de los Estados Unidos. Hasta el 19 de febrero de 1904 este fraccionamiento fue incorporado a la ciudad de Mérida, por aquel entonces se procedió en igual forma con el pueblo de Itzimná, que había sido un sitio de preferencia para construir las casas de campo que eran más comunes que las de la playa.

Don Joaquín García Ginerés fraccionó los terrenos del antiguo San Cosme, para tal efecto fundó el 19 de enero de 1904 la sociedad Arturo Casares y Cía. , S. en C. Dos empresas pioneras en fraccionar y construir viviendas fueron “La Alianza” y Luis G. Stefani, S. en C. Claro está que no faltaban los propietarios de quintas urbanas, y de terrenos aledaños a Mérida, que se dedicaran a la venta de lotes fraccionados: don Ignacio Guemes Malhavert en 1902 dividió su quinta “Buenos Aires”, al norte de Santiago, en la que se construían “casas de estilo moderno con jardín al frente”. La ciudad creció a lo largo del siglo XX y las colonias se multiplicaron, en la actualidad la Mérida tiene más de cuatrocientas colonias y fraccionamientos.

Los nombres de estas colonias de la ciudad de Mérida representan los intereses y las aspiraciones que hemos tenido a lo largo del siglo. Hay nombres de héroes nacionales y locales: Miguel Hidalgo, Morelos, Salvador Alvarado, Benito Juárez, Francisco I. Madero, Leona Vicario, Vicente Guerrero, Emiliano Zapata, Felipe Carrillo, Gonzalo Guerrero, Melchor Ocampo, Venustiano Carranza, Pino Suárez, Flores Magón, Jacinto Canek y Cecilo Chí, entre otros; los hay de letrados y maestros ilustres: Carrillo y Ancona, Delio Moreno, Graciano Ricalde, Alcalá Martín y García Rejón, entre otros. Dos precisiones: cuando se preparaba la inauguración del Paseo de Montejo, en el marco de la visita a Yucatán de don Porfirio, se pensó que en la última glorieta de la gran avenida podía ponerse una estatua: se eligió consagrar ese simbólico espacio a la memoria de don Justo Sierra O´relly, es decir se eligió a un intelectual yucateco y no a un político, lo que complació en términos generales a toda la sociedad; no podemos detenernos en este espacio para analizar la gran influencia política que tuvo en su momento don Justo y que se extendió por varias generaciones, sin embargo la pretensión de reconocer a una personalidad de lo que hoy llamamos “sociedad civil” resultó muy atractiva, ya don Juan Francisco Peón Ancona nos contó el pasaje con detalles y humor en su último libro; cuando Salvador Alvarado llegó a Yucatán mandó que a los colegios se les quitarán los nombres de los héroes o celebridades locales y que en su lugar se pusieran nombres de próceres nacionales, posiblemente tenía razón el general: nos interesaban nuestros héroes más que los de la República, hoy, hablando con claridades, pareciera que no nos interesan ni unos ni otros. Sin embargo tenemos colonias con nombres de políticos revolucionarios: Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Manuel Ávila Camacho, Álvaro Torre Díaz y Emilio Portes Gil, entre otros. Dice Octavio Paz que los políticos poseen cierto “derecho de pernada” para nombrar las calles, en Mérida existen nombres de colonias que le pueden dar la razón al Nóbel mexicano: Luis Echeverría, Donaldo Colosio, Fidel Velásquez, Amalia Solórzano y Nora Quintana, entre otros. Abunda don Octavio: “Las calles de nuestras ciudades, como si fueran reses, han sido herradas con nombres a menudo infames”; yo añado que en Mérida hay reses sin herrar : una colonia de la ciudad lleva el asocial nombre de “La Vaca Feliz”. Sin embargo tenemos un amplio repertorio del santoral: San José, San Antonio Cinta, San Antonio Kaua, San Antonio Xluch, San Camilo, San Damián, San Esteban, San Francisco, San Haroldo, San Luis, San Juan Grande, San Nicolás, San Pablo, San Pedro Cholul, San Ramón y Santa Cecilia, entre otros muchos. Desde luego que existen colonias con nombres mayas: Chuburná, Pacabtún, Chichén Itzá, Itzimná, Haltunchén, Mayapán, Mulchechén, Tanlum, Xcumpich, Xoclán, Lol Be y Zazil Há, entre otros. Abundan los nombres de jardines, bosques y montes: Montes de Amé, Montecristo, Montealbán, Montebello, Jardines Nueva Mulsay, Jardines Pensiones, Jardines de Mérida, Jardines del Norte, Bosques del Oriente y Bosques del Poniente, entre otros. Dos colonias llevan el nombre de la maestra universitaria y jurista Antonia Jiménez Trava(I y II); y existen los nombres diversos como El Cortijo, El Arco, El Cedral, Magnolias, Málaga y Manola, entre otros. Un gran fraccionamiento lleva el nombre del conquistador: Francisco de Montejo. Una de nuestras colonias se llama Wallis, nombre de la finca a la que así llamó un capital general de la Provincia para celebrar su triunfo que obtuvo sobre los británicos en las territorios del viejo Wálix, hoy llamado Belice. A principios del siglo XX adoptamos el sistema de numeración para nuestras calles, lo que implicó perder la oportunidad de que la historia y los personajes trascendentes estuvieran en las calles para bien de todos, hoy necesitamos que salgan a la vía pública dejando atrás las exhibiciones de lo absurdo, la ignorancia y todas sus contrahechuras.

En enero de 2004 se cumplió el centenario de la meridana Colonia García Ginerés, que personas de la tercera edad aún siguen llamando San Cosme, su nombre anterior.

Los vecinos tradicionales de dicha colonia celebraron entonces con diversos actos tan feliz centuria, cuyo programa de festejos incluyó la charla histórica de un servidor, intitulada «Dátil y Limón, antigua hacienda colonial», desarrollada en la Biblioteca José Martí, del Parque de las Américas, y luego publicada como artículo en el Diario en enero (?) de aquel mismo año.

Se trató de un bosquejo histórico de la referida estancia colonial, a través de los siglos XVII al XX, en cuyos terrenos se levantó la actual Colonia García Ginerés, llamada así en honor de D. Joaquín García Ginerés, natural de Tarragona, España, y vecino de Mérida cuando en 1904 fundó el referido fraccionamiento.

Y fue apenas dos años después, en febrero de 1906, en plena visita oficial a Yucatán de don Porfirio Díaz, presidente de México, cuando su esposa, doña Carmelita Romero Rubio de Díaz, puso la primera piedra del futuro templo parroquial de aquella nueva colonia, que para entonces se hallaba bastante avanzada y ya había comenzado a tenderse una desviación de la línea del tranvía de mulas, que llegaría hasta allí.

Es por ello que, quien esto escribe y viejos vecinos de la García Ginerés, estamos en desacuerdo con lo afirmado por nuestro colega el cronista Jorge Álvarez Rendón en su artículo titulado «Santos de Mérida: Cosme y Damián», aparecido en el Diario de Yucatán el sábado 23 de abril, y que dice cosas como las siguientes: «En el Poniente de nuestra ciudad (debió decir Nor-Oeste) existieron dos asentamientos llamados San Cosme y San Damián, llenos de quintas en las que algunos meridanos iban a descansar y a cultivar hortalizas en aquellos plácidos años del porfiriato. Ahí los jóvenes de familias pudientes organizaban tertulias vespertinas con lectura de poemas, vasos de horchata y enormes misceláneas de frutas» (?)…

Más bien queremos centrarnos en un párrafo que dice así: «San Cosme fue fraccionado después de la Revolución y se convirtió en la colonia García Ginerés, con la Avenida Colón en medio». Ya vemos que esto no fue así, pues desde los plácidos tiempos del porfiriato (1904 y 1906), ya constituía un avanzado fraccionamiento. Ni qué decir cuando llegó Alvarado en 1915, año en que Yucatán comenzó a sentir los verdaderos rigores de la Revolución. Para entonces los meridanos que vivían en San Cosme ya podían trasladarse hasta allí en típicos tranvías que supuestamente ya lo eran de tractolina y que partían de nuestra céntrica Plaza Grande.

Por otra parte, y al margen de toda discusión, es oportuno aclarar el origen del nombre de San Cosme, que se debió a que dicha hacienda colonial fue adquirida a mediados del siglo XIX por el célebre alcalde de Mérida en 1849, Cosme Ángel Villajuana, quien decidió cambiar el viejo nombre de «Dátil y Limón» para imponerle el suyo propio de pila.

La escritora y poetisa meridana Dolores Bolio Cantarell de Peón relata que en visita familiar a dicha hacienda, practicada en las postrimerías del siglo XIX, alcanzó a ver en la capillita de lo que quedaba de aquella finca, una antiquísima imagen de la Divina Pastora, probable patrona original de la ancestral heredad.

En aquellos días, en pleno porfiriato los nuevos dueños de la ex próspera hacienda -señores Rubio Rivas y Rodríguez Acosta- arrendaban sus extensos y pedregosos terrenos a chinos hortelanos, pobres agricultores indígenas y demás gente del campo. Nada de quintas de solaz para jóvenes de familias pudientes bebiendo horchata y componiendo poemas en tertulias vespertinas. Eso tal vez ocurrió después de 1915, en torno al lago de San Cosme, cuando la colonia era toda una realidad.

 Rectificar datos de carácter histórico constituye una responsabilidad de todo cronista que se precie de ello. Por eso, quien esto escribe siempre ha aceptado de buen modo cualquier correcta rectificación o aclaración que pueda hacerse a sus escritos de índole similar.- Mérida, Yucatán.

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Avenida de la Colonia Alemán

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Casa típica de la Colonia México