Si la moda en Yucatán se explica en el exterior, la globalización la hizo más accesible y más dinámica. Desde finales de la década de los ochenta se empezaron a encontrar en la plaza telas importadas, o elaboradas en México pero con materia prima extranjera; primero el Acuerdo General Sobre Comercio y después el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y el Canadá marcaron una transformación en la oferta del vestido en Yucatán. Esto implicó la presencia, como nunca se había visto, de prendas confeccionadas que se respondían a los grandes lineamientos del mundo de la moda. A partir de entonces surgen en Yucatán los «nuevos californianos», ciudadanos del mundo con patrones de conducta similares. Lo mismo en Tokio que en Nueva York, en Amsterdam que en Marsella, en Santiago de Chile que en Roma, los «nuevos californianos» consumen zapatos Nike, plumas Mont Blanc, trajes, camisas y lociones de Boss o de Armani, bolsas y carteras de Buitron y pantalones de Versace o los informales Dockers. Las mujeres siguen atendiendo a Dior, Balenciaga y los diseños de temporada de las pasarelas de París y de Roma. Estas marcas, y estos líderes, influyen en el poderoso mundo del vestido y los accesorios, de tal manera que se pueden encontrar las mismas pautas con marcas menos celebradas. Esta globalización ha hecho blanco en las guayaberas que ha perdido terreno, fenómeno que en cualquier caso será temporal.
En medio de esta invasión es fácil descubrir que el lino, tanto para camisas como para vestidos de corte tradicional, sigue siendo elegante y apropiado en Yucatán, esto desde luego en función del clima. Sin embargo nuestra industria del vestido se ha tonificado con el auge del Caribe que demanda una gran cantidad de prendas informales. Como nunca en nuestra historia la ilusión de los lienzos anima a hombres y mujeres que se debaten en la encrucijada clásica: vestirse para representar lo que se quiere ser, pero con la íntima aspiración de ser diferente, de llamar la atención en medio de todos, tanto de los que son iguales como de los que son distintos. Nadie puede estar seguro sobre el futuro, pero es probable que lo propio tome vigor como respuesta a la necesidad de afianzar la identidad frente a lo ajeno, en ese sentido volverá la guayabera para el uso cotidiano y volverán nuevamente los colores suaves, con tendencia al blanco, ambos elementos distintivos del vestido en Yucatán. Ambos, también, responderán al mismo principio ilusorio: los albos trajes han distinguido, provocando admiración desde tiempos remotos, a los hombres y mujeres de Yucatán.
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