medicina-maya

La medicina vive una evolución constate. Desde luego que esta afortunada dinámica ha traído una consecuencia: el desplazamiento de la herbolaria tradicional. El asunto es complejo: las enfermedades en algunos casos son nuevas y en otros más precisas. La experiencia acumulada por años, y recogida en algunos textos, derivó en ser ineficiente: aludía a dolencias que ya habían sido recatalogadas. Cierto, algunos padecimientos tienen otro nombre pero quizás las mismas causas y los mismos efectos: el antiguo “garrotillo”, hoy es llamado “catarro”, que sepa Dios cómo se le llamará en unos años; el “tabardillo”, es la tifoidea; la “enfermedad de cámaras”, la diarrea; la teoría de los “malos humores”, que de acuerdo a los planteamientos hipocráticos eran de cuatro tipos: los  humores de la sangre, los de la flema, los de la bilis amarilla y los de la bilis negra, ha sido irrevocablemente  desterrada bajo los rigores del método científico ; los médicos ya no hablan de las “bubas”, los “lamparones”, los “tumores fieros o caballunos”, los “compañones”, los “incordios”, el “pasmo de costado” y otras voces que aparecían con frecuencia en los libros y apuntes sobre herbolaria medicinal. Claro está que existen términos que aunque hayan caído en desuso  son de fácil identificación en la actualidad: “el asma pechuguera”, “las calenturas tercianas”,  los“fríos de estómago”, las “quebradura de las tripas”, las “desconcertaduras de huesos” y otros. Sin embargo parece ser que para ningún caso podrán tener  efectos las “virtudes de cardosanto (kanlol, en maya)”- que entre otras presuntas propiedades alegraba el corazón- , los “remojos de huayacán”, las “conservas de sabacnité”, los “cocidos de xaxniyin”, para “apretar” los dientes; los “emplastos de cilantro”, para los fuegos de San Antón; los “preparados de perejil”, para desopilar el hígado; las “aplicaciones de miyo” , para los “torsijones” del vientre; los “exprimidos de coco”, para engendrar buenos humores; las “solutivas de cañafistola”, para clarificar la sangre, refrenar la cólera y purgar los humores coléricos y flemáticos; las legendarias “infusiones de rábano”, para la tos antigua y los males de la garganta, aunque también restituía el pelo que tiraba la tiña y , se decía, quitaba las pecas de la cara . En siglos pasados el cabalhau, o “hierba santa”, era muy socorrido para los dolores y las llagas; y más se puede decir del chioplé, que es una suerte de trébol, y se creía muy efectivo para los dolores de cabeza; también se usaba con frecuencia la chacalakak para el “mal de ojos” y la eliminación de los piojos, el cabalbuc para las llagas viejas y la sarna, los polvos de la raíz del guayo para curar los apostemas , el kuutz, que es el tabaco, para la “apoplejía pituitosa”, para limpiar los dientes y afirmar las encías flojas.  Si los procedimientos terapéuticos requieren de un buena dosis de fe , en una época, y quizás hasta ahora queden residuos de esas creencias, se tenía la certidumbre de que el uaxim era bueno para eliminar las lombrices, aunque botara todo el pelo; posiblemente en el pasado existían algunos padecimientos que hoy no puedan ubicarse , tal es el caso de una enfermedad que solía llamarse en maya Ekimaxul y que se manifestaba con el oscurecimiento de la piel del enfermo, para este padecimiento se recomendaba las ramas de un pequeño árbol llamado haatzmax y los monos las usaban para azotar a sus hijos .  Sin embargo pocos pondrían en tela de juicio el efecto curativo que tiene el ajo para “la gota” o la sábila para sanar heridas o, ya caliente, para mitigar los dolores reumáticos.