La inmigración de europeos estimuló el establecimiento de nuevas plantas en las ciudades de la República1907. Se levantaron entonces en la capital federal las fábricas del español Tomás Barberena y la de la Compañía Harinera Nacional, una sociedad anónima ligada al industrial panadero de esta nacionalidad Braulio Iriarte. En Monterrey se erigieron las de Morales y Cía. y Ritcher. Pero la de mayores dimensiones la organizó en 1905 en Mérida (Yucatán), junto a una fábrica de escobas, el empresario Tomás Ponce de León. En 1911 se hizo cargo de ella Luis A. Dondé. Se trataba de fábricas de modesto tamaño dotadas, a lo sumo, de un horno “de cadenas”. Sus productos (galletas finas muy sofisticadas) satisfacían la demanda de los inmigrantes españoles. Pero elaboraban también las legendarias “galleta de mar” por encargo del ejército. De De hecho, Sandoval y Cía. propuso el suministro en exclusiva a la Intendencia a un precio un cuarto por debajo del abonado por sus proveedores. Precisamente, gracias a su dimensión estratégica, los galleteros mexicanos obtuvieron ganancias extraordinarias durante la Revolución. No en balde, surgieron nuevas factorías, en su mayor parte en el norte de fábricas de galletas en activo en México en 1920.
Las compañías galleteras que prevalecían en 1920 eran: Compañía Harinera y Manufacturera Nacional, Ciudad de México; Hijos de Dámaso Rodríguez en Santillo, Coahuila; El Progreso, Durango, Durango; Compañía Galletera Nacional, Guadalajara, Jalisco; Morales y Cía., Monterrey, Nuevo León; Cirilo Aurelio, El Fuerte, Sinaloa; La Sonorense, Hermosillo, Sonora; Pedro Borge, Hermosillo, Sonora; Compañía Harinera y Manufacturera Nacional, Veracruz, Veracruz; Enrique Marrón , Orizaba, Veracruz; Juan Ruiz Canales, Orizaba, Veracruz; M. de Arrinaga, Mérida, Yucatán; Luis Dondé, Mérida, Yucatán. En la década de los 20 la industria galletera experimentó un importante crecimiento: en 1922 la producción fue de 3000 toneladas. Entre 1920 y 1925 se fundaron fábricas en el Distrito Federal: Lance Hermanos, francés de origen; La Espiga de los Gómez Cuétara y La Castellana, de los españoles Ledo. La famosa La Industrial de la familia Santos se convirtió en la líder del mercado en Monterrey. Los Santos eran cercanos a los Garza. Durante los gobiernos revolucionarios las empresas galleteras experimentaron una bonanza hasta 1970. Abrieron otras marcas en la República y se consolidaros dos grandes consorcios a nivel nacional: Bimbo-Marínela y Gamesa, la antigua galletera de los Santos. Así surgió Richau en Campeche y La Galletera Palma en Yucatán. México vivió décadas muy difíciles de 1970 a 2000. Las devaluaciones, la inflación y hasta la competencia desleal del gobierno pusieron a las galleteras que grandes aprietos. Asimismo el mercado se había endurecido con el duopolio nacional Bimbo-Gamesa que fue vendida a Pepsi Internacional. Siguiendo una vieja ley las galleteras regionales y otras especializadas a nivel nacional tuvieron que cerrar dolorosamente o vender a una de las firmas de cobertura nacional.