La ciudad de Mérida, se modernizó a la francesa a finales del siglo XIX y principios del XX. Se afirma lo anterior, debido a que la élite política y cultural yucateca rompió, en este periodo, con las características más emblemáticas de esta urbe de origen colonial y reemplazó esta tradición constructiva con las ideas y preceptos de la metrópoli francesa. Así, el trazado de las calles dejó de ser el que se había cumplido religiosamente desde su fundación, las residencias se ornamentaron con motivos arquitectónicos neoclásicos y los espacios y dependencias públicas se volvieron laicos. En esta misma lógica, la infraestructura, los servicios y medios de transporte que se introdujeron entre 1860 y 1914 buscaron hacer de l Ciudad Blanca una capital limpia, ordenada y cómoda y pregonaron que, en esta localidad, se gozaba del mismo desarrollo que en los países más avanzados.
Con respecto a las prácticas que lo distinguen, el afrancesamiento consistió en el aprendizaje de la lengua de Molière, la adopción de modas parisinas y la construcción de paseos, edificios públicos, monumentos y mansiones de estilo neoclásico que rompían con el centenario cuño criollo de la ex colonia hispánica.
Las primeras manifestaciones mexicanas de estas prácticas, se registraron en el siglo XVIII. A inicios de esta centuria, ascendió al trono de España la familia Borbón, casa reinante que implantó en Madrid una corte similar a la de Versalles. A causa de este cambio dinástico, los virreyes nombrados para la Nueva España, trajeron consigo arquitectos, artistas, cocineros y sastres afrancesados, con el deseo de mejorar su estadía en la Ciudad de los Palacios.
La Quinta fue edificada por arquitectos y artesanos italianos que llegaron a Mérida para construir el Teatro José Peón Contreras en 1906, la casona denominada primeramente como “Villa Beatriz”, fue propiedad del Señor Aureliano Portuondo y Barceló, un empresario cubano quien vivió en Yucatán por muchos años antes de regresar a su tierra natal.
Se dice que el Señor Portuondo llegó a Mérida por motivos laborales, pero durante su estadía no se enamoró solamente de la ciudad sino de doña Josefa de Regil y Casares, con quien contrajo nupcias tiempo después.
La situación económica y política del país fue la razón por la que don Aurelio decidió vender la casona; adquiriéndola de esta manera el Señor Avelino Montes Linaje, un banquero y hacendado español casado con María Molina Figueroa, hija del ilustre Ingeniero Olegario Molina Solís, gobernador de Yucatán durante el Porfiriato y de doña Dolores Figueroa.
Don Avelino siempre respetó la arquitectura de esta majestuosa casa, enriqueciéndola solamente con la ampliación de las terrazas y las alcobas. Tiempo después, a su muerte, su hija Josefina Montes Molina heredó la residencia y en recuerdo a sus padres la conservó intacta; por lo que hoy en día, tanto la mansión como el mobiliario se encuentran en excelentes condiciones.
Fue hasta el 2003 cuando la residencia denominada “Villa Beatriz” se convierte en la Quinta Montes Molina, y se abre al público como sede de eventos sociales, culturales y empresariales; caracterizándose por la conservación de su arquitectura neoclásica y figurando como uno de los escasos símbolos originales que engalanan el Paseo de Montejo.
CARACTERISTICAS ARQUITECTÓNICAS
El estilo es denominado como “Porfiriano” o afrancesado ya que fue en esta época que se desarrolló no solo este tipo de arquitectura sino todo un concepto espacial, urbano y social.
Esta casona en particular tiene caracteristicas de casa de campo ya que maneja áreas de terrazas y corredores con vista a los exteriores rodeandose de ellos y dispuesta la casa para ser admirada. Cosa muy diferente a la intimidad hacia el interior que manejaban los edificios coloniales.
Podemos observar el “almohadillado” en los muros dandole un ritmo y textura
La construcción desplantada del nivel de terreno destinando los sotanos a áreas de servicio.
La utilización de balaustradas y el uso de la herrería como elemento decorativo y de protección.
La perfección en los trazos y los muros a plomo y regla.
El uso de pebeteros en las escaleras.
El uso de ojos de buey en la torre .
Elaboró: Arq. Miguel Sosa Correa