Decir Elenita Poniatowska es decir un nombre que conoce medio México y del cual ha oído hablar parte de la otra mitad, aunque muy pocos la hayan leído , lo cual es una lástima porque todos los mexicanos le somos deudores de algo. Y es que en el libro Leonora dice Maurie, la madre de la pintora : “Dicen que el que pierde una cita de amor o un viaje a París muere sin saber que ha vivido”. En México se puede decir algo: también el que muere sin haber leído a Elena Poniatowska lo hace sin saber que ha vivido. La protagonista de este libro, dice estando en el Folis Bereger de París: “Esas mujeres desnudas me aburren, hace años los griegos hicieron lo mismo”. Vaya pues, con razón a menudo los hombres, aburridos de la lógica aristotélica, inventada hace tantos siglos, exploramos otros caminos que nos parecen , y resultan con frecuencia , absurdos.
Carlos Monsivais dice que Elena cultiva el estilo profile, que mezcla entrevista, recreación biográfica y retrato verbal. Me atrevería a decir que Elena, a partir de un determinado momento, crea o introduce en México un nuevo género: la novela reportaje. Es esa combinación de narrativa con un amplio reportaje de la época del protagonista.
Elena Pniatowska Amor, descendiente de la familia real polaca y de aristócratas mexicanos, ni más ni menos que de los míticos Amor- cuenta una leyenda que la familia Amor nace de los amores incestuosos de dos hermanos Escandón que al no poder reconocer el fruto de su pasión lo apellidaron Amor, y hay que decir “si non e vero e ben trovato”, como dicen los italianos: los Amor son puro amor apasionado. Elenita inicia su carrera como cronista de sociales. Nadie se llame a escándalo: Manuel Gutiérrez Nájera, el precursor del modernismo en México, el gran Duque Job, fue cronista de sociales, como lo fue Rosario Sansores Pren y el mismo y originalísimo Salvador Novo. Todos se dedicaron a contar con mucho caché el flaneo de su época.
Elena amalgama la crónica, el reportaje y la entrevista y tiene tiempo de llegar más lejos: los urde con la narrativa literaria, creando así una obra de la imaginación. El “Call me Ismael” de Moby Dick que tanto nos sigue fascinando y el inaugural Cide Hamete Benengeli del Quijote tienen un nombre en Leonora: Elena Poniatowska.
Víctor Hugo en Los Miserables irrumpe en la narrativa y opina sobre sus personajes, los critica, los analiza y los destroza. Vargas Llosa , al hablar de estos incidentes del gran escritor francés, dice que es una muestra de exhibicionismo, de egolatría del autor, que interviniendo así rompe la credibilidad en la obra, y el lector la aprecia como una impostura. En Leonora, como en otras obras de Elena, la narradora omnisciente es ella que convoca a otros narradores personajes y lo hace por momentos con singular maestría, por eso sus obras inspiran confianza y familiaridad al lector.
Al escribir su espléndida novela “A sangre Fría ”, que es narrada tercera persona pero omnisciente, y está basada en el dramático crimen de la familia Cultler, Truman Capote hace un romance entre literatura y periodismo. El estrafalario autor declaró que había creado un nuevo género: “Nonfiction novel” o “Novela Testimonial”. Sin embargo nueve años antes , en 1957, el escritor argentino Rodolfo Walsh había publicado la novela “Operación Masacre” donde ya se utilizaba el método de ficcionar hechos reales aparecidos en los periódicos. La diferencia en Elena es una: ella trabaja un hecho, sino un personaje que es , a la vez, una o varias épocas y sus colores sentimentales. Quizás pronto se realicen estudios sobre la relación estílistica entre A Sangre Fía y Leonora. Cierto, la protagonista nos muestra el surrialismo no el de Bretón , ni el de Péret, el de Max Ernest y mucho menos el de Dalí, sino ese que se dice en una frase: “Los surrialistas tienen un puente secreto a la alegría”. Vuelvo a la frase del Folís Berger y las mujeres desndas que aburren a Leonora como le aburre la lógica y se emancipa de ella llegando al terreno del mundo de las emociones, más autenticas que la lógica. Quizás por eso Leonora Carrington vino a vivir a México, porque aquí le ponemos un cohete con tequila a Aristóteles y lo hacemos bailar el Son de la Negra. El surrialismo es un concepto europeo que es poca cosa para definir a los mexicanos, esto también se ve en esta novela que inicia un nuevo género en México. Y como se me acaba el tiempo evoco a Renato Leduc, el esposo mexicano de Leonora:
Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo…
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Termino: Elenita está para saberlo y yo estoy para decirlo : duermo con ella y amanezco con ella al menos así me pasó con este libro.