Un mexicano multicitado , que en vida fue llamado Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno , le reveló al mundo un misterio : nuestra vida se realiza entre muertos. Estudiamos a muertos, invocamos a muertos, imitamos a muertos, hablamos con los muertos y nuestro único destino final es la patria de los muertos. Los instrumentos que utilizó aquel señor Rulfo fueron la lengua castellana y la fantasía combinada con imaginación, la única fòrmula hasta hoy con la cual vencemos a la muerte. Pero a pesar de esto todos los pueblos de la tierra destinan unos días a celebrar a sus muertos. Curioso: no vamos a tierra de los muertos, los traemos al mundo conocido. Y los traemos a comer. Hace décadas unas señoritas Solìs que vivìan en la 61 casi con 72 se bañaban con camisón en estas fechas: creìan que los muertos no solo venían a comer y las podían acechar con impudicia, provocando pasiones tràgicas. Seguro aceptaron la historia de Chita Ricalde que aseguraba que un mes de noviembre un pixàn abusivo la había embarazado. Lo cierto es que con la fiesta y la comida volvemos todos al lugar donde estábamos antes de venir a este mundo, ese es el sentido de estas fiestas: unirnos todos , vivos y muertos, entorno a la mesa que evoca el lugar de donde venimos y al que vamos. Hay dos formas de vivir : la vida de los vivos y la vida de los muertos que es la màs larga. En estos días las conciliamos . Recordamos que algún dìa iremos nosotros a la patria de los muertos.